El sol se deslizaba lentamente por el horizonte de Lisboa, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados. Los veranos en Portugal siempre habían sido una de las estaciones favoritas de Elizabeth, no solo por el clima cálido y las playas doradas, sino porque significaba que pasaría más tiempo con Rúben. A pesar de su apretada agenda como futbolista, siempre encontraba el momento para hacerle sentir que era la persona más importante en su vida.
Estaba sentada en el balcón de su apartamento, con una taza de té entre las manos, mientras observaba las olas romper suavemente contra la orilla. El viento cálido acariciaba su rostro, mientras ella perdía la vista en el horizonte. Su teléfono vibró, sacándola de sus pensamientos. Era un mensaje de Rúben.
*"¿Lista para nuestra cita sorpresa esta noche?"*
Una sonrisa automática apareció en sus labios. Rúben tenía una manera especial de hacer que cada día junto a él fuera emocionante. Aunque llevaban varios años juntos, la chispa de emoción y anticipación nunca se había apagado. Si algo había aprendido durante ese tiempo, era que las sorpresas de Rúben siempre estaban llenas de detalles pequeños y significativos.
*"¿Alguna pista?"* – respondió Elizabeth, juguetona, esperando que él le diera al menos una pequeña idea de lo que había planeado.
*"Solo prepárate para una noche que nunca olvidarás"* – fue la respuesta rápida, y en su mente podía imaginar la sonrisa traviesa que él debía tener en ese momento.
Elizabeth suspiró, con el corazón latiendo más rápido. Sabía que Rúben siempre planeaba todo con mucho cuidado. Él la conocía mejor que nadie. Y en medio de su agitada carrera como futbolista, siempre se aseguraba de hacer tiempo para ella, para ambos.
Miró el reloj y decidió que era momento de comenzar a prepararse. Entró en su habitación, dirigiéndose hacia el armario. Después de pensarlo un rato, eligió un vestido azul cielo que sabía que a Rúben le encantaba. El color resaltaba el brillo de sus ojos y hacía juego con las suaves ondas de su cabello castaño que caían en cascada sobre sus hombros.
Se maquilló de manera sutil, resaltando sus rasgos naturales. Quería sentirse especial, pero también auténtica. Cuando estuvo lista, se miró una última vez en el espejo, ajustando el collar dorado que Rúben le había regalado en su primer aniversario. Todavía recordaba esa noche perfectamente: una cena íntima en la azotea de su edificio, con velas iluminando la mesa y las estrellas observándolos desde arriba. Rúben siempre había sido detallista, pero aquella noche fue especial. Desde entonces, el collar se había convertido en su amuleto de la suerte, un recordatorio constante del amor que compartían.
El sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. Rúben siempre era puntual, otra de las cualidades que admiraba en él. Tomó su bolso y caminó hacia la puerta, abriéndola con una sonrisa.
— Estás preciosa, Liz — dijo él con voz suave, mirándola con admiración.
Rúben llevaba una camisa blanca ajustada y unos pantalones oscuros que realzaban su figura atlética. Su presencia siempre tenía ese efecto en Elizabeth: la hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo. Sus ojos brillaban con una mezcla de amor y orgullo mientras la observaba.
— Y tú estás guapísimo, como siempre — respondió ella, sintiendo cómo su corazón latía un poco más rápido.
Él le ofreció el brazo y, juntos, bajaron hacia el coche que los esperaba. El paseo por las calles de Lisboa fue tranquilo, con la música suave de fondo y las luces de la ciudad reflejándose en los ventanales. Elizabeth miraba a su alrededor, intentando adivinar a dónde la llevaba, pero Rúben mantuvo el destino en secreto.
Finalmente, llegaron a una zona más apartada de la ciudad, cerca de la costa. El sonido del mar les daba la bienvenida mientras Rúben aparcaba el coche. Bajaron y caminaron de la mano por un sendero iluminado con pequeñas luces de colores que se extendía hacia un pequeño muelle privado. Al final del muelle, había un pequeño bote decorado con más luces, flotando suavemente sobre el agua.
Elizabeth lo miró, sorprendida.
— ¿Esto es real? — susurró, sin poder creer lo que veía.
Rúben sonrió, tirando suavemente de su mano.
— Lo es, y es todo para ti.
La ayudó a subir al bote, donde una pequeña mesa estaba preparada con una cena íntima para dos. Las velas parpadeaban al ritmo del viento suave y las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo despejado. El sonido del mar les proporcionaba una música de fondo natural, creando una atmósfera mágica.
Mientras cenaban, conversaban de todo y de nada al mismo tiempo. Elizabeth siempre se había sentido cómoda hablando con Rúben, ya fuera sobre sus sueños más grandes o las cosas más triviales. Él la escuchaba atentamente, como si cada palabra que dijera fuera importante. Y lo era, para él.
Después de la cena, Rúben la invitó a bailar. No había música, pero eso no importaba. Se levantaron y, bajo la luz de las estrellas, comenzaron a moverse suavemente, siguiendo el compás de sus propios corazones. Elizabeth apoyó la cabeza en el pecho de Rúben, escuchando el latido constante de su corazón mientras él la sostenía firmemente contra él.
— Gracias por todo esto, Rúben. Eres increíble — susurró ella, levantando la vista para encontrarse con sus ojos.
Él sonrió, inclinándose para besarla suavemente en la frente.
— Haría cualquier cosa por ti, Liz. Siempre quiero verte feliz.
Elizabeth cerró los ojos, disfrutando de ese momento perfecto. Sabía que no importaba dónde estuvieran o qué estuvieran haciendo, mientras estuvieran juntos, todo estaría bien. Rúben era su roca, su apoyo constante, y en ese instante, no podía imaginar su vida sin él.
Cuando finalmente regresaron al muelle, la noche ya estaba bien entrada, pero ninguno de los dos tenía prisa. Caminaron de la mano por la playa cercana, con las olas acariciando suavemente la arena a sus pies.
— Quiero que todos nuestros momentos sean así — dijo Rúben, deteniéndose y girándola para que lo mirara a los ojos. — Tranquilos, llenos de amor y felicidad. No importa lo que pase fuera de aquí, siempre estaremos juntos, Elizabeth.
Ella lo miró, sintiendo cómo una lágrima escapaba de sus ojos. Pero no era una lágrima de tristeza, sino de puro amor y gratitud.
— Yo también lo quiero, Rúben. Y sé que lo tendremos, siempre.
Él sonrió y la besó profundamente, bajo la luz de la luna y el sonido del mar. En ese instante, Elizabeth supo que, pase lo que pase, siempre tendrían esos momentos. Porque cuando estaban juntos, todo lo demás desaparecía, y solo quedaban ellos dos, completamente enamorados.
pedido de: @kh_je2 💓
espero te haya gustado 🫶🏻
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✦ ❛ ❰ ༌ .ONE SHOTS. ❱ ˒ (Pedidos Abiertos)
FanfictionONE ✶. SHOTS ★ ❛ Donde yo hago One shots porque soy muy perezosa para hacer una historia •♡ ࿐se aceptan pedidos