En el transcurso del recorrido del autobús hasta la plaza comercial a la que se dirigía, Haerin no dejó de pensar en la plática que tuvo con Minji. ¿Tan mala omega era? Cuando era más pequeña, y hasta hace unos meses atrás, su padre le decía que sería una buena omega. Tenía caderas anchas para tener cachorros y muslos gruesos, la cosa favorita de los alfas. Los alfas amaban a los omegas con carne de donde agarrar o morder durante sus celos, ellos no querían a un omega escuálido. Haerin tenía todo eso. A veces pensaba que Minji era especial y no le gustaban de ese tipo, como ella. Aunque, de ser así, no la hubiese llamado para ayudarla en su celo. Y tampoco sus muslos debieron de haber quedado completamente magullados de tantas mordidas y apretones que dio. Aún cree tener marcas de ese día y fue hace poco más de cuatro meses.
¿Será que la alfa de Minji no siente nada al tener a Haerin cerca? Porque Haerin sí sentía y mucho. Hasta cuando no estaban cerca, su omega se retorcía en su pecho por ir en busca de la alfa y verla cuanto menos, un segundo. Cuando estaban cerca, su omega chillaba por atención de la mayor, y no dejaba de hacerlo hasta que Minji la mirase, aunque fuera de reojo. A Hae siempre le pareció atractiva la más alta, la veía por la escuela y pensaba que tenía una bonita sonrisa, porque sí, había visto a Minji sonreír, pero solo con sus amigas. Nunca había sentido la necesidad de estar todo el tiempo a su lado o al menos, tener algo que oliera a ella para calmar su sed, piensa que es el embarazo el que la dejó así. Tal vez, el bebé necesitaba atención, más de la debida.
El autobús para justo fuera de la puerta del centro comercial. Se dirige hasta la sección de restaurantes, donde la espera Hanni, su mejor amiga. Es una chica bajita y sociable, no tenía los muslos rellenos o caderas anchas como Haerin, pero a Danielle parecía gustarle así. Es por eso que la pelinegra piensa que Minji era como ella.
—Hola, Rin, ¿cómo estás? —Hanni ya está en una mesa, sola y comiendo algo de comida china.
—Hola, unnie. Algo cansada, ¿y tú?
—Estoy bien, gracias —le da unos palillos a Haerin para que comiera también—. Pensé que debías estar hambrienta.
Y sí, mucho. La manzana que comió en la mañana no había sido suficiente. Su estómago rugía y ardía por ser llenado de lo que fuera.
—Bastante —revela, picando un poco de pollo agridulce con los palillos.
—Y... ¿cómo es la vida con Minji? ¿Te trata bien? Danielle dice que es algo bruta contigo.
¿Qué debía contestarle? ¿Que la alfa era una puta mamona con ella, o que apenas y hablaban?
—Sí, lo es. Bastante. Pero no solemos hablar mucho, ¿sabes? Solo lo necesario.
—Pero la comunicación con el alfa durante el embarazo es importante, Rin.
—Cuando es tu alfa, tal vez sí.
—Minji es tu alfa, Hae.
—No, Han —niega con su cabeza, suave, jugando con las mangas largas del suéter de Minji—. No lo es. Ella me lo dijo hoy.—Pero... si Minji no fuera tu alfa, tu embarazo no iría nada bien.
—Es que... yo lo siento, ¿vale? Pero Minji no. Ella dice que no porque vayamos a tener un bebé, yo soy su omega.
—Ya se dará cuenta, Rin. Como te dije, ella es una alfa bruta.
—Yo no quiero que esté o cuide a mi bebé por obligación. Quiero que lo quiera como su hijo, no como una simple responsabilidad.
—Lo sé. Tampoco quiero eso. Pero dale tiempo, ya verás que poco a poco su cabeza se aclarará y su corazón, si tiene, se descongelará.
—¿C-cómo el corazón de Ana en Frozen? —pregunta, secando sus pequeñas lágrimas con la tela del suéter.
—Justo así, Rin —suelta una risa cariñosa, comiendo su arroz.
***
Abre la puerta tranquilamente. Son las ocho en punto de la tarde y espera que Haerin esté aquí. Gruñe al ver todas las luces apagadas, y la omega no se ha asomado -como todos los días- por la entrada de la cocina para verla y confirmar que era ella quien entró a la casa. No podía estar dormida, era muy temprano y Haerin no dormía hasta que Minji estuviese en casa. Para comprobar sus sospechas, corre a la habitación y no está ahí.
Mierda. Okay, sabía que la omega era terca y que no le haría caso. Pero ya es tarde, y piensa que su salida ya debió haber terminado. ¿Y si le había pasado algo? Su alfa comenzó a aullar dentro de ella, desesperada por no tener a la omega allí.
—No es nuestra —le dice Minji.
Mía.
Nuestra.
Traer. Ahora.
Proteger.
—¡No es nuestra, cállate! —se rugió a ella misma, molesta.
Busca en su celular y no tiene ningún mensaje de la menor. Pero claro, si no tenía saldo... y ella tampoco. Bendita omega con la que se topó.
—¿Dónde mierda estabas? —le pregunta cuando la ve entrar, temblando y con la mochila escolar colgada de su hombro.
—Salí con Hanni —deja la mochila sobre el sillón a un lado de la azabache.
—Te dije claramente que te quedaras aquí, ¿no fue así?
—Y yo te dije que saldría.
—¡No es un puto juego de a ver quién le gana a quién, Haerin! —le grita, evitando usar su voz de alfa—. Estás embarazada, deberías cuidarte mejor.
—¡Ya lo sé! Ya sé que estoy embarazada, ¡mierda!
—¿Qué tal si te pasaba algo? Unos putos traficantes de órganos infantiles pudieron haberte raptado.
—¿Por qué serían infantiles, sin embargo? —chilla, limpiando sus mejillas húmedas.
—Tus órganos son del mismo tamaño que los de un niño de cinco años. Apuesto que si le pusieran tu cerebro a uno de esa edad no habría problema, total, piensan de la misma manera —se ríe—. ¿Has visto tu tamaño? Eres pequeña.
—¡¿Por qué eres así?! —grita, pateando el suelo de berrinche—. ¡Tú eres una alfa estúpida, grande y obstinada! —le golpea el pecho, haciendo que Minji retroceda pero ella y apenas siente los golpes—. ¡Te odio, te odio!
Nos odia. Tu culpa, la alfa de Minji le reclama.
—¡Siempre eres así! ¡Eres una alfa idiota que se cree mejor que yo solo por ser omega! —exclama enojada y con las mejillas rojas—. ¡Siempre estás diciendo lo que hago mal y nunca notas lo bueno que hago por ti! Lavo tu puta ropa, te preparo la cena y te la sirvo. ¡¿Podrías dejar de verme como solo la tonta incubadora de tu hijo?! —ahora sí, rompe en llanto.
Con pasos rápidos pero pesados, va a la habitación cayendo en la cama, sollozando contra su almohada.
—Tienes que tranquilizarte. El embarazo te tiene así.
—¡Qué no, mierda! —destapa su cara—. ¡Aunque no estuviese embarazada te hubiese dicho todo eso!
—Si no estuvieses embarazada, no estarías aquí —dice seria, tomando una toalla seca para bañarse.
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Ven aquí, y ámame | Catnipz
RomanceA sus diecinueve años, Haerin debería estar apoyando a su banda favorita, yendo a centros comerciales a mirar la ropa de temporada que ha llegado, o estar juntando dinero para su graduación de preparatoria. Pero no, a sus cortos -o largos- diecinuev...