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La sala de espera está llena, al parecer su hijo no era el único en llegar hoy. Tiene la mochila del bebé, aplastada contra su pecho, sus padres y los de Haerin estaban en camino. Antes de que metieran a la pelinegra para la operación, el doctor prometió hacer todo lo posible para no complicar las cosas en cuestión con la marca que Haerin no tenía.

—Minji, ¿está todo bien? —su madre entra, tomada de la mano de Doyun. Ella se acerca y acaricia su cabello.

—Min, mira cómo traes tus brazos —su padre los acaricia. Están rojos y llenos de marcas.

—Perdón.

—Está bien —besa su cabeza y se sienta a su lado—. ¿Cómo está?

—No me han dicho nada.

—¿Lleva mucho ahí?

—Como una hora.

—No te preocupes, Minji —el omega le acaricia la espalda con cariño—. Yo tampoco estaba marcado cuando te tuve y aquí estamos.

Si eso debería tranquilizar a la alfa, entonces no lo hace. Los padres de Haerin llegan unos pocos minutos después, luciendo felices y preocupados a la vez.

—Buenas tardes —dicen, sentándose en las bancas de en frente.

***

—Está estable y tranquila. Al principio su ritmo cardíaco se aceleró, pero logramos mantenerlo. El bebé está en revisión, en poco lo llevarán a la habitación —el doctor le informa—. La omega está descansando, espere un rato al horario de visitas para poder pasar.

—Okay, muchas gracias. ¿A qué hora es?

El doctor revisa su reloj.

—Oh, ahora. El tiempo se me pasó volando, solo llene unas cosas con el enfermero de ahí —apunta—. Y podrá pasar.

Minji va hasta ahí y le preguntan cosas sencillas como su nombre y qué relación tenía con la paciente. Poco tiempo después ya la están llevando con su omega.

—¿Rinnie? —entra, con cuidado.

Las luces están apagadas, solo la lámpara a un lado de la camilla está encendida.

—Está dormida aún —el enfermero habla susurrando—. No debería tardar en despertar.

Minji asiente y él se va, cerrando la puerta con cuidado. Acerca sus pasos hasta llegar a Haerin, acaricia su cabello suavemente, sonriendo. A pensar de estar dormida, luce cansada. La pelinegra comienza a reaccionar a las caricias de la alfa, ronroneando y buscando más contacto.

—¿Min? —su voz parece ronca y gastada.

—Hola, amor.

—¿Y nuestro bebé?

—Están revisándolo, pronto vendrá.

—¿Está mal? —se ve preocupada.

—No, está bien. No te preocupes.

—Quiero verlo.

—Yo también, Rin. Pero, ¿cómo te sientes?

—Cansada, adolorida y con ganas de ver a mi bebé.

—¿Se puede? —la puerta se abre y el mismo enfermero aparece, con un bulto amarillo entre sus brazos.

Ambas asienten. Minji ayuda a Haerin a sentarse, con mucho cuidado. El muchacho prende la luz, haciendo que todos cierren sus ojos por la claridad.

—También odio esos focos.

—Es muy chiquito —Haerin recibe a su hijo, siendo acomodado entre sus brazos.

—Está totalmente saludable. Cincuenta y siete centímetros, siete libras. Su ritmo cardíaco es estable y... no parece tener problemas respiratorios. Como dije, saludable.

La alfa de Minji se hincha en su pecho, orgullosa de su cachorrito recién nacido.

—Esperen un momento, iré a ver unas cosas y volveré con ustedes para que el bebé coma.

Él sale algo apurado, pero siempre sonriente.

—No quiero que me veas hacerlo —Haerin acaricia la piel de su hijo, mientras se sonroja y baja la cabeza.

—Pero yo quiero estar.

—No, Minji. Es vergonzoso.

—Para ti todo es vergonzoso —gruñe—. Estarás alimentando a nuestro hijo, no le veo nada de vergüenza.

—Pero-

—No saldré, Haerin.

—No te vayas a burlar.

—¿Por qué lo haría? —se acerca a ellos, abrazándolos juntos—. ¿Estás feliz?

—Sí, mucho —recarga su cabeza sobre el pecho de su alfa—. ¿Y tú?

—Más que nunca.

El joven, al parecer beta también, vuelve, lista para instruir a Haerin sobre cómo alimentar a su hijo.

En todo momento, Haerin estuvo sonrojada, viendo de reojo que la alfa nunca le quitó la mirada de encima y también estuvo sonriendo. El beta le dijo a la omega cómo debía acomodar al bebé para que los dos estuviesen cómodos, ella estuvo muy agradecida con eso, porque sola no hubiese podido. Cuando está lista, el mismo bebé comienza a olfatear y lloriquear, buscando algo para succionar.

—Ay —Haerin se queja, cuando el recién bebé comienza a comer.

***

—¿Cómo le vamos a poner? —Minji pregunta horas después, cuando su hijo se encuentra durmiendo en una cuna del hospital, a un lado de la cama de Haerin.

—Ugh. Es la parte difícil.

—Veamos... Papá me dijo algunos nombres.

—A ver.

—Dijo que me iban a poner Mika.

—Es niño, Minji.

—Lo sé.

—Mingael. ¿No es lindo?

—Mamá me dijo Hiroshi.

—¿Nombre japonés? —lo pensó y acabó asintiendo, convencida—. Es lindo, me gusta.

—Okay, queda bien.

Haerin sonríe, complacida con el bonito nombre de su bebé. Su sonrisa se ve arruinada cuando los labios de su alfa se unen a los suyos.

—Cuando salgamos de aquí y estés recuperada —la azabache habla cerca de su oído—, te haré la marca más bonita.

VEN AQUÍ, Y ÁMAME, catnipzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora