Capítulo 3

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Levi llegó a casa con el corazón acelerado, cada latido resonando como un tambor en su pecho. La frustración lo invadía tras la conversación con su madre, cuyas palabras críticas sobre Hange aún retumbaban en su mente.

Al empujar la puerta de entrada, el silencio lo envolvió como una manta pesada, interrumpido solo por el sonido de una escoba raspando el suelo. La imagen que se le presentó era desalentadora: Farlan, su hijo, estaba limpiando con esfuerzo, un niño que debería estar jugando y riendo, no atrapado en las tareas del hogar.

-¿Dónde está Hange? -preguntó Levi, su tono más brusco de lo que pretendía. La tensión en su voz no pasó desapercibida.

-Mamá dijo que te dijera que fue a hacer unas compras -respondió Farlan sin levantar la vista, concentrado en su tarea. La imagen de su madre criticando a Hange lo invadió nuevamente, como un eco persistente.

Levi se acercó a su hijo, observando cómo barría con determinación. Sin embargo, esa determinación le pareció un signo de algo más profundo: la carga que Farlan estaba asumiendo.

-¿Por qué estás haciendo esto? No deberías ser tú quien limpie, hijo mío. Ya deja eso y ve a jugar -dijo Levi, intentando contener su enojo. Quería proteger a su hijo de las responsabilidades que no le correspondían.

Farlan se detuvo y lo miró, sus ojos llenos de desilusión que atravesaron a Levi como una flecha.

-No puedo dejar de hacerlo porque mamá nunca lo hace. Ella dijo que era mi deber por pelear en la escuela -respondió Farlan, su voz temblando ligeramente. La sinceridad de sus palabras golpeó a Levi con fuerza; era una verdad difícil de ignorar.

Levi sintió una punzada en el pecho al escuchar a su hijo hablar así de Hange. La frustración se mezclaba con la culpa; sabía que debía ser un mejor padre, pero la presión lo estaba consumiendo.

-No te creo; además, no deberías hablar así de tu madre -dijo, aunque su tono sonaba más defensivo que autoritario. Se dio cuenta de que estaba tratando de proteger a Hange, pero también a sí mismo.

-¿Por qué no? ¡Ella no hace nada en todo el día! Solo se sienta con el maldito celular mientras se queja -exclamó Farlan, dejando caer la escoba con frustración. Las lágrimas asomaban en sus ojos; era evidente que llevaba mucho tiempo guardando ese dolor.

Levi sintió cómo la culpa lo invadía. Era consciente de que debía actuar como un padre responsable, pero las palabras hirientes de su hijo resonaban en su mente como un recordatorio constante de sus propias fallas.

-Lo siento, Farlan. No debí... exaltarme antes -dijo finalmente, sintiéndose vulnerable ante la mirada inquisitiva de su hijo.

Farlan lo miró sorprendido, como si no pudiera comprender del todo lo que acababa de escuchar.

-¿Por qué no me crees, padre? ¿Acaso piensas que soy un mentiroso? -preguntó con inocencia y confusión.

Levi se arrodilló para estar a la altura de su hijo, buscando conectar con él en un nivel más profundo.

-Sabes que no quiero que pelees en la escuela; eres muy pequeño aún y no quiero que nadie te lastime... Dime quién es el niño que te está golpeando -preguntó con preocupación genuina.

La idea de que alguien pudiera hacerle daño a Farlan lo llenaba de ira y desesperación.
Farlan asintió lentamente, sus ojos mostrando una mezcla de tristeza y miedo.

-Bueno, no es uno sino varios... Algunos chicos dicen cosas y me empujan.Dicen que mamá es una zorra borracha y yo no sé qué hacer -confesó, dejando escapar un suspiro pesado que parecía llevar el peso del mundo sobre sus pequeños hombros.
La ira brotó en Levi al pensar en quienes lastimaban a su hijo; quería protegerlo a toda costa.

Terapia de pareja (Rivamika) (Levihan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora