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Sentado junto a la cama de Charlie, Alastor la observaba con una mezcla de confusión y nostalgia. No podía apartar la vista de ella, de su rostro sereno mientras dormía, por suerte ya había mejorado después de cinco meses de que en el mundo humano la habían atacado. Aún no podía creer por todo lo que había pasado. La calidez en su pecho continuaba creciendo, algo que hacía tiempo había olvidado sentir.

Alastor: ¿Qué es esto...? -Pensó, sintiendo cómo su habitual frialdad, esa gélida muralla que había construido a su alrededor, comenzaba a desmoronarse lentamente-

Con un suspiro pesado, se recostó en la silla, sus pensamientos retrocediendo en el tiempo. Recordó aquellos días en los que su alma era un bloque sólido de hielo. La indiferencia y el desdén que lo protegían de todo el dolor, de la miseria, de las emociones que podían debilitarlo. Para Alastor, la frialdad era su fortaleza, su poder. La felicidad, la calidez, eran inútiles, triviales.

Pero ahora, junto a Charlie, algo había cambiado. Ese frío ya no lo definía. Lo había sentido por primera vez cuando ella apareció, con su determinación y su sonrisa radiante, dispuesta a luchar por un futuro mejor en el mismísimo Infierno. Al principio, Alastor lo encontró divertido, incluso ridículo. ¿Redención? ¿En un lugar como ese? Pero, poco a poco, Charlie había hecho lo impensable.

Lo había tocado.

Hasta estaban casados.

Sin que él lo notara en un inicio, algo dentro de él comenzó a derretirse. Primero fue un suave desconcierto, luego una chispa de admiración, y ahora... algo más profundo. Más cálido. Algo que lo aterraba admitir, pero que ya no podía seguir negando.

Alastor: Maldita seas, Charlie... -Murmuró con una sonrisa torcida, su mirada fija en sus delicados rasgos- Me has hecho sentir... otra vez. Joder... te amo...

Recordó cómo, hace siglos, cualquier atisbo de felicidad o calidez le resultaba insignificante. Pero ahora... cada momento que pasaba con ella, cada risa compartida, cada mirada cómplice, le recordaba que estaba vivo, que existía algo más allá del poder y el control. Algo más humano. Después de todo, eran almas terrenales destinadas.

Alastor cerró los ojos, recordando esos días en los que la frialdad era todo lo que conocía. Cuando su sonrisa era solo una máscara y la alegría, una actuación vacía para manipular a los demás. Era más fácil así, estar solo y desconectado de todo. El frío lo protegía del dolor, de la vulnerabilidad.

Pero ahora... ahora todo era diferente. Y Charlie era la razón de ese cambio. Él, el demonio de la radio, estaba enamorado, lo admitía. A penas la vio, se enamoró al instante olvidándose de quien realmente era...

Alastor: Amor... -murmuró para sí mismo, la palabra sonaba tan extraña en sus labios aunque ya la había usado cientos de veces- Nunca pensé que sentiría esto de nuevo. No después de todo lo que fui... de lo que soy.

Se inclinó hacia ella, sus dedos acariciando su mano con una suavidad que nunca creyó posible en él. El frío que una vez definió su existencia había desaparecido por completo, reemplazado por un calor que le inundaba el pecho.

Alastor: Me redimiste con tu sonrisa... y tu ser... -sonríe al admitirlo en voz alta-

El demonio de la radio, el siempre frío y calculador, se había derretido ante la pureza de la princesa del Infierno. Y aunque eso lo aterraba, también lo liberaba. Porque, a su lado, finalmente podía ser más que el monstruo que siempre había sido.

Mirando a la princesa dormir, se dio cuenta de que nunca volvería a ser el mismo. La frialdad que alguna vez lo definió había dado paso a algo nuevo, algo que había creído imposible. Y por primera vez, eso no le molestaba.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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Matrimonio Arreglado -CHARLASTOR- TEMPORADA 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora