➥ 𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 7.

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No sabía que mi capacidad para llorar podía activarse tan rápido.

El silencio en la habitación se había convertido en una presencia abrumadora, casi tangible

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El silencio en la habitación se había convertido en una presencia abrumadora, casi tangible. No era solo la ausencia de sonido; era algo más profundo, como si el espacio mismo hubiera decidido contener la respiración, anticipando el desastre que estaba a punto de desatarse.

Mis pensamientos, atrapados en ese vacío insondable, se sentían demasiado ruidosos, como gritos desesperados que rebotaban en las paredes, resonando en mis oídos. El corazón me martillaba en el pecho, su ritmo acelerado hacía eco en mi cabeza como un tambor de guerra, tan ensordecedor que me pregunté si los demás podían escucharlo también. El pánico corría por mis venas como veneno, paralizante y sofocante.

Intenté moverme, pero en cuanto hice el esfuerzo de levantarme, un dolor punzante, casi insoportable, me atravesó el brazo, recordándome con cruel precisión que mi cuerpo estaba roto, que no podía escapar ni aunque lo intentara. Un gemido se escapó de mis labios, un sonido patético que no era más que un susurro ahogado entre el dolor y la vergüenza. Sonaba como un animal herido, un gato aplastado bajo el peso de su propia miseria.

Fantástico. Ahora, además de herido, me sentía como un completo idiota. Estaba en medio de una situación de vida o muerte y lo único que podía ofrecer era una lamentable queja que no impresionaría ni a un niño asustado.

Lysander, como siempre, volvió a permanecer impasible. Ni un solo músculo de su rostro se movió. Seguía observando al intruso que era su prometida, Amaya, con la misma indiferencia glacial con la que uno podría mirar el vuelo de una mosca.

Si alguien me hubiera dicho que Lysander era un robot, habría asentido sin pensarlo. Tenía esa presencia inhumana, esa calma que rozaba lo macabro. Era como si no tuviera sangre corriendo por sus venas, solo hielo. ¿Estaba analizando fríamente al intruso, calculando sus movimientos? ¿O ya había ideado la forma más eficiente de matarnos a todos sin dejar rastro?

Un escalofrío me recorrió la columna. Intenté convencerme de que no era tan malo, de que aún había esperanza. "No te preocupes", me dije mentalmente, aunque la voz en mi cabeza sonaba débil y ridícula. "Seguramente Lysander solo está esperando el momento perfecto para actuar... Sí, claro... seguro que sí...". Mi mente no dejaba de correr en círculos, atrapada en la paranoia, buscando desesperadamente una salida. Pero cada vez que intentaba moverme o respirar profundo, el dolor en mi brazo y en mis costillas me devolvía a la cruda realidad: no había escapatoria, no en mi estado.

De pronto, mi atención se desvió hacia la puerta, donde Amaya, la prometida de Lysander, seguía congelada en su sitio. Parecía una figura de mármol, inmóvil, con los ojos desorbitados y la boca ligeramente abierta, atrapada en la confusión de lo que acababa de presenciar. Su respiración era lo único que la delataba como una criatura viva.

𝗖𝗛𝗔𝗢𝗧𝗜𝗖.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora