➥ 𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 3.

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El principio del fin, Lysander. La cuenta regresiva ha comenzado. Dicho ejem... buenos días, jefe.

Me encontré llegando a las cinco de la mañana, un horario inusual para mí

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Me encontré llegando a las cinco de la mañana, un horario inusual para mí. El señor lo había solicitado, pero mi cuerpo, acostumbrado a entrar a las siete, protestaba con cada paso. El sueño y el cansancio me pesaban como una losa invisible, y sabía que me esperaba un día largo y tedioso.

Allí estaba, parado frente a la puerta de su oficina con una bandeja temblorosa en mis manos, cargada con su café humeante. El aroma del café subía, burlándose de mi agotamiento, como si supiera que todo lo que quería en ese momento era desplomarme en el suelo y rendirme al sueño. Pero una fuerza interna, una mezcla de obligación y orgullo, me empujaba a seguir adelante. Respiré hondo y, con un toque suave en la puerta, esperé.

Mientras esperaba su respuesta, me vi reflejado en la superficie del café. Mi rostro ojeroso me devolvía la mirada con desdén. Me sentí patético, casi irreconocible, como si esa versión de mí misma estuviera juzgándome por haber perdido cualquier rastro de dignidad en esta rutina. Mi mente me gritaba que tirara la bandeja y saliera corriendo, pero me quedé, inmóvil, esperando a que algo cambiara, a que la puerta se abriera.

El silencio en el pasillo era casi asfixiante. El tictac del reloj de pared parecía alargarse con cada segundo, convirtiendo la espera en una tortura. Mi corazón latía tan fuerte que temí que el eco resonara en la oficina. Justo cuando estaba al borde de rendirme, su voz, apenas un murmullo, rompió el silencio:

- Adelante. - Esa palabra fue como una cuerda salvadora lanzada en medio de la tormenta. Entré con pasos vacilantes, como si cruzar ese umbral implicara enfrentar algo inevitable. Su oficina, un espacio austero y minimalista, reflejaba a la perfección su carácter reservado y controlado. Las paredes de concreto gris parecían cerrarse a mi alrededor, y la tenue luz de la mañana que se filtraba por las ventanas apenas lograba romper la penumbra. Las sombras en el suelo se alargaban y retorcían como figuras grotescas, burlándose de mi cansancio.

- Buenos días, Seok. - Su voz resonó como un eco distante, cortante, llena de ese tono despreocupado que siempre usaba conmigo.

Bufé en silencio, sintiendo cómo mi frustración comenzaba a arder en mi pecho. Mi mirada se cruzó con la suya, desafiante, como si mi enfado fuera el único escudo que me quedaba para protegerme de su indiferencia. Pero él, en lugar de molestarse, simplemente sonrió, como si mi actitud le resultara divertida. Esa sonrisa me quemó más que cualquier palabra, y la ira que bullía dentro de mí estuvo a punto de desbordarse.

Con un gesto brusco, dejé la bandeja sobre la mesa. El ruido seco de la porcelana al golpear la madera resonó en la habitación, y un poco de café se derramó, esparciéndose en patrones caóticos sobre la superficie. El aroma a café recién hecho se mezclaba con el olor a papel y tinta que impregnaba la oficina. Sin embargo, él no se inmutó. Solo sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió el pequeño desastre con una calma que me irritaba aún más.

𝗖𝗛𝗔𝗢𝗧𝗜𝗖.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora