➥ 𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 4.

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Por pendejo, me sumergí en esta pequeña obsesión, y todavía no me pagan.

La mañana transcurrió sin incidentes, dividida entre trabajo y breves descansos, aunque me mantuve encerrado en mi oficina

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La mañana transcurrió sin incidentes, dividida entre trabajo y breves descansos, aunque me mantuve encerrado en mi oficina. Ni siquiera salí para comer, prefiriendo la soledad y el silencio de mi espacio. La interacción social me agobia, y ese día no fue diferente. Me limité a salir únicamente para ir al baño y luego volví a mi santuario. Mis pensamientos giraban alrededor de la tranquilidad, buscando refugio en mi propio mundo.

El reloj marcó las cinco de la tarde. Me levanté de mi escritorio con cuidado, asegurándome de que todo estuviera en orden, como siempre. Mi perfeccionismo me impulsa a revisar cada detalle antes de abandonar cualquier lugar. Revisé los papeles, el ordenador, cada objeto en su sitio exacto, como si al desordenarlo se desmoronara mi propia paz.

Al salir de la oficina y cerrar la puerta detrás de mí, me encontré con una figura inesperada: mi jefe. Estaba parado justo frente a mí, su figura imponente proyectaba una sombra alargada en el pasillo iluminado por la tenue luz del atardecer. Su mirada era penetrante, como un cuchillo que cortaba el aire, y cuando nuestros ojos se cruzaron brevemente, sentí un escalofrío. No hubo saludo, ni una palabra. Solo el ruido sordo de sus zapatos resonando contra el suelo mientras avanzaba hacia el ascensor con pasos largos y firmes, desapareciendo sin dejar rastro, como si hubiera sido un espejismo.

Me quedé quieto por un momento, paralizado por la extraña situación. Una mezcla de curiosidad y confusión me revolvía el estómago. ¿Qué habría querido decirme? ¿Por qué no se detuvo a hablar conmigo? El silencio entre nosotros era como una pared impenetrable, una barrera que me separaba de la verdad. Mi mente comenzó a divagar, explorando posibilidades. ¿Sería por el incidente de ayer con su prometida, Amaya? ¿O simplemente era su estilo, cortante y distante? No lo sabría. Y, en realidad, no eran mis asuntos. Decidí dejar el misterio atrás, recordándome que mi trabajo y mi vida personal estaban firmemente separados. No iba a permitir que la tensión de mi jefe afectara mi concentración.

Esperé a que el ascensor regresara antes de marcharme. Al salir del edificio, me sentí invadido por una sensación de alivio. El estrés del día comenzó a desvanecerse, reemplazado por la cálida luz del sol que se escondía lentamente detrás del horizonte, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. Subí a mi auto negro, un vehículo modesto pero cómodo que se había convertido en mi compañero fiel. Al encender el motor, el ronroneo familiar me ayudó a despejar mi mente mientras me dirigía hacia casa.

Mi hogar, una pequeña casa de tres pisos rodeada de vegetación, me recibía con la calidez de siempre. Aunque no era una mansión, cada rincón reflejaba mi personalidad y gusto. Al llegar, estacioné el auto en la cochera y bajé, estirando las piernas después de un día agotador. Sentí una ráfaga de aire fresco acariciar mi rostro, lo que me hizo suspirar de alivio. Adentro, la casa estaba sumida en el silencio, pero pronto llenaría el espacio con la suave melodía del jazz que siempre ponía para relajarme.

𝗖𝗛𝗔𝗢𝗧𝗜𝗖.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora