Capítulo 4

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Bali

Alrededor de las siete de la mañana abordamos el tren en Buckingham Station. El camino es de casi cuatro horas. Me quedo dormida en el transcurso y despierto un par de horas antes de nuestro arribo. Observó alrededor adaptándome a la luz que entra por la ventana del vagón y a mis alrededores.

Raymond y Bianca todavía están descansando pero Amelia está despierta, leyendo su libro pacíficamente.

—¿Descansaste?— Pregunta amable.

—Un poco—, digo.

Saco el celular y reviso mis mensajes. Recorro mi última conversación con Matthew y se me revuelve el estómago. Solo pensar en él me desequilibra. No sé qué va a pasar con nosotros. Tiene su ceremonia de graduación está semana.

Cuando el verano termine, él se irá a estudiar a Berkeley en California. Todo el mundo espera que terminemos y a veces creo que eso sería lo mejor. Desde que se terminó la jornada escolar ha estado distante. Apenas hablamos por teléfono, la mayoría de nuestras conversaciones desde entonces se reducen a mensajes de texto breves. Vendrá el domingo para pasar el día juntos y todavía no sé cómo sentirme al respecto.

El tren se detiene en la terminal de la gran estación central en Midtown Manhattan. Nos abrimos camino por el lugar. Al salir un chofer nos espera y nos lleva directo al Plaza Hotel. Hago el check-in en la recepción mientras las chicas y Raymond se tumban en los sofás del vestíbulo con los celulares en mano.

Siempre me ha fascinado el Plaza Hotel, me encanta que Central Park está a un paso de la puerta, me gusta el hecho de que tengamos la Quinta Avenida al costado. Desde que papá y yo nos fuimos de Nueva York hace años, este hotel es el hogar que me espera aquí. A él le desagrada, así que solo lo reserva cuando vengo sin él. Aunque  cuando yo era niña y era mi cumpleaños, él siempre reservaba la suite Eloise, salíamos de compras y hacíamos todo lo que yo deseara. Esos recuerdos son muy especiales para mí. Tengo una relación muy estrecha con una de las residentes, Jamie Pier. Es diseñadora de moda y era muy amiga de mi madre. Ella me quiere mucho porque dice que le recuerdo a mi madre cuando era jóven y recién empezaba su carrera. Jamie no tiene mucha familia, solo tiene un hijo que vive en Milán, así que disfruta cuando amigos la visitan. Siempre hago espacio para verla cuando estoy aquí.

——

El resto del viernes pasa tan rápido. Apenas salimos del hotel, estuvimos casi todo el día en la suite. Nos dedicamos a pedir servicio a la habitación, hacemos reservaciones en el spa del cuarto piso y salimos a caminar al Central Park por la tarde. Caminamos en silencio bajo los árboles. Me pierdo en los pequeños detalles. Observo como entre los huecos de las copas de los árboles se asoman los últimos rayos de sol, se filtran por donde pueden, tiñendo todo con un baño de luz dorada. Veo los patrones de las sombras en el suelo, son como pequeñas varices que se van apoderando de todo en una danza ondulante. Hay personas en todas partes, sentadas en la fila de bancas, disfrutando de un helado o perritos calientes, hay gente caminando con sus hijos, paseando a sus perros, otros van entrenando para un maratón, escucho una melodía proveniente de un saxofonista a lo lejos y el interminable bullicio del tráfico en la quinta avenida como coro.

Mis amigas van despreocupadas, Raymond indescifrable, en su mundo. Yo no me siento del todo presente. La idea de estar sola con Mathew me agobia un poco cada vez más. Cuando ha intentado algo conmigo en el internado he logrado darle la vuelta y evitar que llegue lejos pero se que este fin de semana no habrá forma de eludirlo y va pasar. Se que no es nada malo, mis amigas lo han hecho, es algo normal a nuestra edad. También se que Mathew podría tener a cualquier chica si quisiera y quizás si yo continuo evadiendo acostarme con él lo nuestro termine por aburrirle.

Entre DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora