Bali
Me encuentro frente al espejo del baño, con el cabello recogido y una toalla atada alrededor del torso. Mi reflejo me observa mientras cepillo mis dientes.
Pálido y húmedo. La puerta de la habitación está abierta, lo que me permite ver por las ventanas; el sol aún no ha salido. Afuera, el cielo está de un azul profundo y nublado; escucho el sonido perezoso de las olas a lo lejos. Tal vez debería volver a la cama, pienso. Apago la luz del baño y vuelvo a la habitación. Me quedo de pie en medio del lugar, vacilante. No, hice un plan y no puedo cancelarlo. Si empiezo a reservarme ante actividades ahora, este terminará siendo un verano deprimente.
El paseo por la playa hasta la casa de Karim no es largo, pero es una mañana fría y grisácea. El sol empieza a salir, pero está escondido detrás del cielo nublado. El viento sopla fuerte, meciendo mi pelo en el aire, colándose en mis pantalones cortos de mezclilla y mi suéter. No estoy muy entusiasmada con el clima. Los ojos se llenan de lágrimas con la fuerte brisa y empiezo a arrepentirme de haber venido pero estoy demasiado cerca del lugar para retornar ahora.
La propiedad pertenece a sus padres, pero ellos se han mudado más al sur, a algún lugar de la costa oeste de México. Conozco bien está casa, solía pasar horas aquí cuando era pequeña. Karim era el tipo de niño cuyos padres lo alentaban a trabajar por su propio dinero, vender cosas o servicios, como limpiar coches o incluso cuidar niños. Sue le tenía mucho cariño, así que cuando él llegó a llamar a su puerta y le pidió trabajo, ella no pudo evitar darle algo que hacer.
Él era mi niñera asignada, llegaba temprano a la casa y trataba de hacer un trabajo decente, imagina a un niño de doce años tratando de cuidar a una niña de cinco años. Era un caos. En retrospectiva hizo un buen esfuerzo. Me enseñó a nadar, andar en bicicleta, andar en tablas de surf para niños en el agua, y ser una amenaza salvaje. Yo era la pequeña de su grupo de amigos bribones, en realidad era una niña graciosa, se reían de mis caras tontas y mis chistes, me compraban paletas del carrito ambulante y me hacían hacer ojitos a los adultos para que nos dejaran ir libres de problemas cuando se les pasaba la mano con el balón de football americano.
—Buenos días—, digo al abrirme paso en el pequeño patio trasero, me doy cuenta de que la puerta de madera ya ha sido reparada.
Karim está junto al cobertizo, utilizando la mesa de trabajo para encerar las tablas.
—Hola, buenos días—, dice echando un vistazo rápido, —las olas están buenas hoy, tuviste suerte—, dice alegre.
—Eso parece—, digo, poco convencida. La marea me parece peligrosa más que otra cosa pero solo trago saliva porque no me atrevo a echarme para atrás.
—Atrapa esto—, dice lanzándome un traje de neopreno en el aire, —creo que te quedará algo suelto pero servirá por hoy—.
—Gracias—, me quito los pantalones cortos, el suéter y me pongo el traje de neopreno sobre el bikini.
Caminamos hacia la playa, cada uno sosteniendo una tabla de surf.
—¿Estás nerviosa?—
—¿Es demasiado obvio?—
—Un poco, pero es normal, te prometo que estarás bien, solo diviértete—, me dice, —practicaremos el pop up en la arena para que puedas familiarizarte con la maniobra, ¿vale?—
Es temprano, alrededor de las seis de la mañana, hago los ejercicios que Karim me instruye, no son difíciles y muchos de ellos los conozco porque los hacíamos cuando yo era pequeña, pero el frío, el frío matutino me tiene temblando y tan solo la idea de entrar en el mar me pone rígida.
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Entre Días
RomansaRaymond llega un verano a la casa de su madre sin previo aviso. Dejando a su padre, a sus amigos y su vida en la ciudad de Ámsterdam atrás, todo para terminar en medio de Greenwich Connecticut. Un lugar donde no hay nada que signifique mucho para el...