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HEESEUNG

Death by Coffee.

Qué nombre más apropiado.

Tal vez Heeseung encontraría una bala esperándole en el pequeño edificio de ladrillo.

No es que realmente esperara que los hombres de su hermano lo estuvieran esperando para tenderle una emboscada en un lugar como este. Aún así, no podía descartarlo del todo.

Esperar lo inesperado podría ser la única manera de mantenerse con vida.

No te encontraron, se repitió a sí mismo, tamborileando con los dedos en el volante, molesto con sus propios pensamientos. Deja de ser tan paranoico.

Heeseung detuvo el coche que había comprado a la salida del aeropuerto internacional de Seúl. Llevaba semanas en la ciudad y no había explorado más que los doscientos metros cuadrados de su apartamento. En teoría, eso se debía a que estaba escondido -por improbable que fuera que ya lo hubiera rastreado- pero en realidad no le importaba.

¿Qué sentido tenía levantarse de la cama estos días? No había nada ni nadie esperándolo. Podía dormir las veinticuatro horas de cada día y nadie se molestaría.

La verdad es que sonaba bastante bien. Pero aquella mañana se había despertado a las cuatro y esta vez no había podido volver a dormirse, así que después de dos horas mirando la misma mancha de agua parecida a una ameba en la pared de su habitación, había decidido salir de su apartamento e ir a alguna parte.

A cualquier sitio.

Y no había mucho más abierto, así  que ¿Por qué no empezar con un café?

Heeseung abrió la puerta del auto y comenzó el doloroso proceso de desplegarse desde el asiento delantero.

El pequeño compacto, que claramente no había sido diseñado pensando en alguien de su estatura, estaba a años luz de los coches de ciudad a los que había estado acostumbrado toda su vida, cuya comodidad se permitió añorar brevemente antes de quitarse de la cabeza ese sentimiento malcriado. 

Debatió si agarrar su abrigo, pero a pesar de la nieve en el suelo, el frio no era nada comparado con el que había dejado atrás en casa. Su cachemira gris le serviría.

El deseo de Heeseung de tomar un café a las seis de la mañana no  parecía ser muy popular aquella mañana. Los grandes ventanales de  la pequeña cafetería mostraban que estaba casi vacía, con sus pequeñas mesas de madera y su ambiente acogedor compartido solo por una pareja mayor que leía sus respectivos periódicos en la esquina.

Heeseung entró con una mueca de fastidio al oír el tintineo del timbre que anunciaba su llegada.

—¡Hola!

Heeseung dio unos golpecitos con las botas en el felpudo de la puerta, mirando hacia el origen del saludo. Había un chico en el mostrador, vestido con una sudadera realmente espantosa, que saludaba a Heeseung con sorprendente entusiasmo.

Heeseung estaba tan sorprendido por el extraño entusiasmo del saludo -por no mencionar el horroroso atuendo-, que llegó hasta el mostrador antes de que su cerebro procesara el hecho de que el tipo bajo la ropa solo podía describirse como… adorable. De forma distraída.

El camarero no medía más de metro setenta y cinco, tenía rasgos delicados y el cabello con ondas alborotadas. La sudadera azul  eléctrico con gatitos le quedaba tan grande que tuvo que darle la vuelta una docena de veces para que le llegara por encima de los codos.

Eat me up. (HeeJake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora