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HEESEUNG

La rotura de la tubería fue… bueno, fue lo que fue.

Al parecer, el incidente había ocurrido en el ático y el agua había inundado a través de una grieta en el techo hasta el dormitorio de Heeseung, arruinando su ropa de cama y una buena parte de su ropa.

Nada de eso preocupaba a Heeseung. Lo que sí comprobó más frenéticamente de lo que habría pensado fue el pequeño armario de su mesita de noche, que ya estaba deformado por fuera pero benditamente seco por dentro.

Sacó el contenido con cuidado. No era mucho, solo unas cuantas fotos de su madre, de sus hermanos, incluso una de su padre que aún no había tenido el valor de quemar.

Es difícil odiar a las personas que te criaron.

No era exactamente cierto.

Quizá para Jake, que era bueno, amable y puro, todo lo que Heeseung no era en realidad -por mucho que Jake lo llamara el humano más bueno-.

Pero para él, la lucha era mantener ese odio puro. El amor seguía infiltrándose contra su voluntad, construido a partir de pequeños momentos intrascendentes.

La vez que su padre lo había llevado solo a él, no a Kyumin ni a Riki a un partido de béisbol -se enteró más tarde de que su padre estaba allí más por negocios que por otra cosa, desapareciendo durante una buena hora y dejándolo solo con su hot dog-.

Ver a su padre bailando con su madre en la cocina - siempre se había preguntado cómo la había cortejado, al principio. ¿Fingiendo tener corazón? ¿Cómo había podido engañarla?-.

La extraña mirada, casi orgullosa, de su padre cada vez que crecía un centímetro más -y no era eso lo sorprendente: la única parte de Heeseung que su padre aprobaba era aquella sobre la que no tenía  control-.

Como invocado por sus pensamientos, por su proximidad a las fotos, un número familiar se iluminó en el teléfono de Heeseung.

Se planteó dejarlo. Debería haber cambiado de teléfono hacía días. De  hecho, debería haberlo cambiado al segundo de haber colgado la última vez.

Aun así, pulsó el pequeño botón verde.

—Riki.

—Aún no has cambiado tu número. Eso es muy descuidado de tu parte. 

Aquel recitado frío y monótono definitivamente no era la voz de Riki.

—Kyumin —saludó Heeseung, mientras maldecía simultáneamente por haber descolgado el teléfono.

—Me estas enojando mucho, Heeseung, ¿lo sabías? Arruinaste un asunto importante.

Se quedó mirando la foto que tenía en la mano, la de los tres, todos de pie a escasos centímetros de distancia, Riki el único que sonreía. 

—Eso está bien. Era mi intención.

Un largo silencio.

Heeseung estaba casi seguro de que Kyumin estaba imaginando las muchas maneras en que le gustaría matarlo.

Se aburrió del silencio después de unos diez segundos.

—Entonces ¿vas a venir por mí?                

—Me temo que no sé dónde estás. Quédate en esta llamada el tiempo suficiente y tal vez pueda averiguarlo.

La advertencia tan fuera de lo común en Kyumin podía significar  una de dos cosas: o bien Kyumin ya sabía dónde estaba Heeseung y, por lo tanto, le importaba una mierda si colgaba demasiado pronto, o bien  no iba a venir a por él en absoluto. En realidad lo estaba dejando  marchar.

Eat me up. (HeeJake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora