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HEESEUNG

Heeseung se tomó su tercer ron con coca-cola en la mitad de horas, intentando que el alcohol le sacudiera la depresión que se había apoderado de él.

Su obsesión no disminuia. En absoluto. En todo caso, se profundizaba. Empeoraba. No podía mantenerse alejado de esa maldita cafetería.

Es más, aquella mañana había cruzado aquella maldita puerta tintineante y Jake no estaba en el mostrador, Heeseung había tenido que luchar contra la decepción más inoportuna y desgarradora ante aquel hecho. Y, obviamente, Jake no trabajaría todos los días, pero hasta ese momento había parecido vivir básicamente en el maldito local y las entrañas de Heeseung -su corazón- no habían estado preparadas para su ausencia.

Había hecho que Heeseung entrara en una especie de... espiral lamentable.

¿Qué carajos hacía él aquí? Mirando a un pequeño mesero que saludaba a todo ser viviente y tenía cero conciencia social, sobre todo a la hora de coquetear. Que era increíblemente ingenuo o extremadamente diabólico por la forma en que tenía a Heeseung completamente a sus pies sin que se hubieran tocado ni una sola vez.

¿Qué esperaba conseguir Heeseung?

¿Una lenta seducción a través de pedidos de café cada vez más complicados?

Y luego estaba el amigo de Jake. Su amigo del otro día. Nunca antes Heeseung se había sentido tan intimidado por una cara tan bonita. No por la belleza en sí. Había una cierta... amenaza bajo esa extraña sonrisa.

Heeseung había pasado suficiente tiempo rodeado de  desquiciados como para reconocerlo. Podía sentirlo. ¿Y qué más podía sentir?

Malditos celos, eso era. Ardiendo en su pecho. ¿Por qué Jake había saludado al tipo de esa forma, con una sonrisa tan cálida y radiante? Y bueno, sí, Jake saludaba a todo el  mundo con una sonrisa cálida y radiante. Pero había familiaridad,  eso era seguro. Y el tipo, Sunoo, se había quedado en el mostrador. Se había quedado. Y había hecho que Jake se sonrojara, con aquellas  mejillas pálidas y adorablemente sonrosadas.

¿Qué había estado diciendo para que Jake se sonrojara? ¿Qué tenía que hacer Heeseung para conseguir el mismo efecto?

Heeseung se sobresaltó cuando el camarero apareció frente a él,  agitando el vaso de Heeseung, ahora vacío, haciendo sonar el hielo  restante.

—¿Otra?

Heeseung asintió con un gruñido.

—Por favor.

Fue una mala idea. Aquella noche se había saltado la cena y las copas que había bebido se le habían subido a la cabeza. Pero, ¿qué importaba de todos modos? No era más que un fantasma en esta ciudad. No tenía futuro, ni contactos, ni otro propósito que acechar al pobre mesero que le había llamado la atención.

¿Qué importaba si Heeseung se emborrachaba esta noche? ¿Si se emborrachaba todas las noches? ¿A quién le importaría?

—A nadie —murmuró, mirando el posavasos empapado que le habían dejado adelante—. Nadie.

—¿Qué fue eso? —la mujer del taburete de al lado se inclinó hacia él, con voz ronca.

Heeseung no apartó la vista de su posavasos, luchando contra el impulso de fruncir el ceño ante su vecina. Ella había elegido el asiento de al lado, a pesar de que había muchos taburetes libres en la barra y estaba sentada demasiado cerca, rozándole el pecho con el brazo de vez en cuando, lo que empezaba a molestarle de sobremanera.

Eat me up. (HeeJake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora