La antigua Andrómeda

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Paso el día encerrada en su habitación, le daba pavor encontrarse con Demian y no tenía una explicación coherente para ello. Simplemente algo dentro de ella le decía que tenía que evitarlo a toda costa. Helios no estaba así que decidió no bajar a cenar, supuso que ni Demian ni Samuel se molestarían.

Un par de toquidos en su puerta la alertaron.

-¿Si? - pregunto levantándose de la silla en la que estaba.

-Señorita... Soy Edwina... ¿Puedo entrar?

Mery dejo salir el aire que había contenido y abrió la puerta.

-Edwina... Pasa...

La mujer asintio y entro, llevaba mantas y toallas limpias.

-Le traje sus toallas.

-Gracias.

Un silencio incómodo se presentó mientras la mujer acomodaba las sábanas. De pronto Mery vio que la mujer trataba de ocultar sus lágrimas.

-Edwina, ¿Que sucede?

-Nada, señorita, disculpeme...

-Oh no, dime qué es lo que ocurre - soltó Mery preocupada - ¿Alguien te ha dicho algo o...?

-No, no señorita... Estoy bien, de verdad.

Mery sintió pena, la mujer era mayor y ella podía ver... Cada vez que veía sus ojos Mery sabía, que Edwina no veía a Andrómeda. No veía a la chica que ella tanto quería. Tal vez era la única en aquella casa además de Samuel que realmente quería a Andrómeda.

-Edwina yo... Quería preguntarte...

-¿Si, señorita?

-Bueno... ¿Tienes familia?

La mirada de Edwina fue de tristeza.

-No señorita... Yo... Trabaje desde muy joven para la familia de su abuela y cuide de usted... Cómo si fuese mi propia hija, cuando vinimos de Alemania, fuimos solo usted y yo... Y ahora...

-Lo lamento Edwina, debes sentirte muy sola ahora que yo... No recuerdo...

Edwina bajo la cabeza y limpio sus lágrimas.

-¿Que hay de mi familia?

-Usted... No los aprecia mucho, su abuela fue muy estricta y su madre... No la vio mucho, ella ahora está en Marruecos, ella ama ese lugar y a su nuevo esposo.

Mery lo pensó un momento. Andrómeda se había criado con su abuela quien la había dejado al cuidado de Edwina y su madre prácticamente la había abandonado.

-¿Que hay de mi padre?

-El falleció... Su padre la adoraba señorita. Usted era todo su universo.

-Mi abuela... ¿Vive?

-Oh si. Ella llamo hace poco pero yo...

Edwina bajo la mirada.

-¿Que?

-Bueno, usted siempre me decía que le dijera que no podía hablar. Cuando se casó con el señor Fregattcci usted dejo de responder el teléfono a la señora Delfina. Así que yo le dije que usted estaba fuera de casa.

La mujer lucía intranquila. Debía darse cuenta de que de pronto las peticiones de Andrómeda no eran las de antes y le aterraba tomar malas decisiones.

-Esta bien, no me apetece hablar con ella.  Edwina - le tomo la mano - quiero que sepas que aunque no soy la misma... Agradezco mucho tu ayuda y tu compañía... Estaría perdida sin ti. Es como si... Hubiese vuelto a nacer y... Necesitó aprender todo de nuevo.

Edwina de pronto la abrazo con fuerza y dejo sus lágrimas correr.

-Mi niña, mi niña, estaba tan asustada cuando te encontré... Temi... Temi perderte... Me alegra mucho que estés aquí aunque... No seas la misma. Ya pasará, ya volverás, estoy segura.

Mery le devolvió el abrazo con tristeza. Andrómeda no volvería. Andrómeda había muerto, pero esa mujer que tanto la amaba no tenía por qué saberlo.

Por la noche no podía dormir. Daba vueltas y vueltas sobre la cama y cuando miro el reloj eran las 4 am. Por la que decidió bajar a prepararse un te. Tal vez eso la relajara.

Estaba en la cocina cuando escucho que alguien entró. Era Demian, con su cabello despeinado y la barba de un par de días, no llevaba camisa, solo un pantalón negro de pijama cayendo flojo sobre sus caderas.

Se quedaron mirándose unos segundos como si ninguno de los dos se hubiera esperado aquel encuentro ni en un millón de años.

-¿Que haces aquí? - pregunto Demian - acercandose a la cafetera.

-No... Podía dormir... Me preparo un té.

Él asintío mientras encendía el aparato.

-¿Y tú?

-Tengo que salir temprano así que vine por un café para despertarme.

-Es domingo...

Él la miro y ella se dió cuenta de que él jamás había hablado de trabajo. Se dió la vuelta y comenzó a poner azúcar en su taza.

-Es en otra cuidad así que... No volveré hasta mañana. Tengo que... Revisar un edificio.

Mery asintió tratando de parecer desinteresada.

-¿A qué hora te vas? - se mordio la lengua pero no había podido evitar preguntar.

-Solo me ducho y me visto.

-¿No desayunas?

Se volvió, lo cual fue un error pues él se había acercado para tomar el azúcar y quedaron demasiado cerca. Demian se acercó aún más, estirando su brazo para tomar el frasco. Ella se quedó inmóvil en la esquina del mueble de la cocina, sentia que su corazón palpitaba desenfrenado y el roce del cuerpo de Demian contra el suyo la alteró en sobremanera.

-No me da tiempo. Compraré algo en el camino.

Mery trago saliva y apretó la mandíbula antes de voltearse de nuevo.

-¿Irás en tu auto?

-Si - Escucho la cafetera terminar de llenar la taza - debo irme.

Demian salió de la cocina y ella sintió que comenzaba a  transpirar. Ese hombre... No podía evitarlo. Ese hombre hacia que su cuerpo se volviera loco.

-Es natural... Llevo demasiado tiempo... Sola... Es natural que la cercania de un hombre provoque... Cosas... Es natural... No es... No es importante... No pasa nada - susurraba para tranquilizarse.

Sin siquiera pensarlo comenzó a preparar el desayuno. Era muy temprano para ella pero lo metió en un refractario y lo dejo sobre la isla de la cocina. Tomo una hoja de las que usaban para anotar lo que hacía falta en la despensa y anoto algo rápido antes de salir corriendo de allí.

Cuando Demian bajo de nuevo ella ya no estaba. Se alegro, claro, no le hacía falta todo esto. Está nueva Andrómeda era todo lo que él no necesitaba. Andrómeda siendo una perra lograba tentarlo de maneras en las que nadie más podía pero Andrómeda siendo tierna era... Simplemente irresistible. No podía permitirse caer ante ella, era una trampa de eso estaba seguro. Debía evitarla pero parecía que mientras más la evitaba, más se la encontraba en los momentos más...  inusuales.

Estaba a punto de salir hacia su auto cuando vio el refractario con la nota sobre él.

"Ten un buen viaje"

Solo eso... Y la comida aún estaba caliente. Pensó en dejarlo como estaba pero negando con la cabeza tomo aquello y salió de la casa molesto consigo mismo.

Entre dos vidas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora