Capítulo 1

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REGINA hizo un gesto de desagrado al ver cómo la pareja que aparecía en la pantalla de la televisión empezaba a arrancarse la ropa uno al otro.

—Como si la gente de verdad se comporta se así —enumeró para si mientras alargaba la mano para tomar el mando a distancia.

Si había algo que Regina no soportaba, eran las escenas de sexo explícito de las películas. Aunque se daba cuenta de que probablemente no fuera la espectadora típica. Regina estaba bastante segura de que el sexo no era como mostraban en Hollywood.

Frunció el ceño cuando el hombre levanto a la mujer, ya medio desnuda, la sentó sobre la encimera de la cocina y la penetró. O hizo como que la penetrara, porque la cámara enfocaba a sus caras. Cuando empezaron los gruñidos y gemidos. Regina pulsó con firmeza el botón de apagado. Era hora de subir a comprobar si Henry estaba dormido. Eran más de las nueve y el día siguiente tenía que ir al colegio.

Regina no había acabado de subir las escaleras cuando sonó el teléfono. Echó a correr y, al llegar arriba, se asomó un momento por la puerta de Henry para comprobar que estaba bien.

Estaba dormido. Perfecto. Llegó a su habitación, cerró la puerta para no despertar al niño y descolgó el teléfono.

—Hola —saludo, esperando que fuera su madre. Sus amigas estaban todas casadas y tenían hijos, así que estaban todas muy ocupadas a estás horas como para hablar por teléfono.

—Hola, Regina soy Gail —dijo una voz femenina al otro lado de la línea—. Gail Robinson.

—Hola, Gail. ¿Qué tal?

—Me he torcido el tobillo —dijo la mujer, desanimada—. Me he resbalado en una cuesta empinada. Llevo un buen rato sentada con un bloque de hielo encima del tobillo, pero sigue hinchadísimo. Me va a ser imposible ir a casa de David Nolan mañana.

Regina frunció el ceño. David Nolan era uno de sus últimos clientes. Ashley, la asistente de Regina, la había atendido mientras ella estaba de crucero por el Pacífico Sur con Henry en las últimas vacaciones escolares. El señor Nolan era soltero y tenía una casa en Terrigal enorme, de suelos cerámicos que se tardaba siglos en limpiar. También quería que le cambiarán las sábanas y las toallas, y que le lavaran la ropa, la plancharan y colocarán, cosa no habitual. El servicio que su empresa ofrecía era de cuatro horas de trabajo y cubría la limpieza de suelos, baños y cocina. Nada de lavados de ropa, porque requería mucho tiempo, ni de limpieza de ventanas, que podía ser peligrosa.

Pero, al parecer, ese hombre había convencido a Ashley para que encontrar a alguien que se encargará del trabajo extra igualmente. Gail tardaba cinco horas en hacerlo todo y la empresa «Always Clean Company» recibía ciento cincuenta dólares australianos por ello y Gail, ciento veinte. Sus cifras eran muy competitivas.

—Siento déjate tirada con tan poco tiempo —dijo Gail disgustada.

—No te preocupes. Conseguiré a alguien.

—¿Un viernes?

Regina sabía por qué Gail era escéptica. Los viernes eran los días con más trabajo para las limpiadoras, pues todo el mundo quería tener su casa limpia para el fin de semana. Aunque Regina tenía un par de personas a las que recurrir si estaba desesperada, temía que, al no haber recibido el estricto curso de formación de la empresa, no lo hicieran del todo bien con un cliente tan exigente.

—No te preocupes —le dijo—. Lo haré yo misma. Y Gail...

—¿Si?

—No te preocupes por el dinero. No dejaras de cobrar.

—¿Lo dices enserio?

—Se muy bien lo justa que estás de dinero en este momento.

El marido de Gail había perdido el trabajo hacía pocas semanas y necesitaban de verdad el dinero que ella ganaba.

Una Princesa de Hielo (EvilCharming) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora