Capítulo 4

27 5 1
                                    

DAVID esperó no exteriorizar la sorpresa o la excitación que sintió.

Viuda. Esa es otra historia muy diferente.

—Pero si eres muy joven —comentó él mientras su cerebro empezaba a hacer planes que su cuerpo aprobaba plenamente.

—Tengo treinta años.

—No los aparentas.

—Siempre aparento ser más joven de lo que soy —dijo ella.

—¿Qué le pasó a tu marido?

—Murió en un accidente. Hace cinco años.

—¿Un accidente de tráfico?

—No. Se cayó desde el tejado de casa.

—Cielos. Debió ser muy duro para ti.

—Pues, si —respondió ella secamente.

—¿Tienes más niños?

—No, solo a Henry. Tiene nueve años.

¡Nueve! Debió de casarse muy joven. O eso, o se quedó embarazada antes de la boda.

No, David no creía que eso le pudiera pasar a aquella mujer. Regina Mills no parecía el tipo de mujer que se quedará embarazada sin planearlo.

—¿No puedes buscar a alguien que cuide de él mañana por la mañana?

—No.

Mmm… no había novio a la vista, entonces.

Sintió la tentación de decirle que se trajera al niño, pero decidió que eso era ir demasiado rápido. David comprendía que aquel no era el mejor modo de actuar con aquella mujer. Regina era lo que él y sus compañeros del ejército hubieran llamado «una princesa de hielo». En aquellos tiempos, todos evitaban a las princesas de hielo, pues no tenían ni el tiempo ni el dinero suficiente para derretir sus corazones.

Pero si quería conocer mejor a aquella limpiadora, y su cuerpo le pedía a gritos que lo hiciera, David tenía que ser paciente y sutil.

—Ok —dijo, encogiéndose de hombros—. Dime que más te queda por hacer. Ya he visto que la cocina, no es una de esas tareas. Acabó de pasar por allí y relucía. 

El cumplido sorprendió a Regina. Eso sí era un cambio en sus modales. ¿Dónde había ido a parar el gruñón que respondió al teléfono? Acabar el libro había supuesto un cambio a mejor en su personalidad, y Regina lo comprendió, pues ella también sentía una oleada de satisfacción cuando acababa un trabajo.

Como limpiar su cocina… ¡Era una cocina fantástica! La encima era de mármol claro, los muebles de madera y los electrodomésticos, de acerco inoxidable. Había sido un placer limpiarla, como el resto de la casa. Pero aún no había acabado…

—Tengo que planchar las toallas y guardarlas —dijo—. Y aún tengo que fregar el suelo.

—Ah, el suelo. ¿Qué te parece si dejas eso y te dedicas a mí estudio?

Regina bajo la mirada. El suelo necesitaba un buen fregado, y no se sentiría bien si se marchaba sin hacerlo. Pero tampoco quería volver al día siguiente. Había algo en David Nolan que la inquietaba, y no sabía que podía ser.

—Si me doy precisa, tal vez lo pueda hacer todo —dijo—. Sólo es la una y diez.

David se quedó mirándola incrédulo cuando Regina empezó a trabajar a un ritmo desenfrenado. Aquella chica tenía que ser la limpiadora más rápida del mundo. A las dos menos diez, los suelos brillaban de limpios y ella corría en dirección a su estudio con la aspiradora en una mano y el plumero en la otra.

Una Princesa de Hielo (EvilCharming) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora