Capítulo 18

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ÉL estaba a la puerta de la biblioteca cuando Regina llegó, justo a las once, y una vez más, su aspecto sofisticado la sorprendió.

David llevaba unos skinny jeans color hueso, una camisa azul y unos zapatos marrones muy bonitos.

Pero no fue sólo su aspecto lo que hizo brillar sus ojos, ni el deseo sexual, sino el amor. Regina lo había aceptado después de consultarlo con la almohada, porque una vez se recuperó del shock inicial de la posibilidad de estar embarazada, casi se sintió emocionada con la idea. Si sólo fuera algo sexual, ella se habría enfadado ante la posibilidad de tener un hijo de David, pero lo cierto era que estaba feliz.

Sus sentimientos hacían que Regina estuviera muy nerviosa y se sintiera vulnerable.

Deseaba besarlo, agarrarle de la mano, y de forma desesperada, pero en su lugar, mantuvo la distancia y le dijo que estaba muy elegante.

—Y tú muy guapa —respondió David.

¿Lo diría en serio? Se había vestido sin muchas complicaciones a propósito: vaqueros ajustados, camiseta blanca y sandalias planas blancas. Se había dejado el pelo suelto, con las puntas ligeramente rizadas. Apenas llevaba maquillaje y sólo una cadena de oro y unos brillantes en las orejas.

—Vamos —dijo él—, muéstrame el mejor restaurante de Tuggerah.

Cuando la tomó de la mano, Regina miró a su alrededor por si había alguien conocido cerca que los pudiera ver, pero no se apartó. El contacto era demasiado agradable.

Pero si quería mantener su relación en secreto, lo mejor sería buscar un sitio más discreto para verse que un centro comercial. Lo único que podía hacer para minimizar los daños era llevarlo al restaurante más alejado de las tiendas, uno en una esquina tranquila.

Con un poco de suerte, nadie los vería allí, y ella se puso de espaldas a la gente que pasaba, de modo que nadie conocido reparase en su presencia.

—Recibí un correo electrónico de mi editora en Londres anoche —dijo David después de que la camarera anotara su pedido.

—¿Algún problema? —preguntó Regina, encantada de hablar de algo que no fueran ellos.

—Está muy nerviosa por mi capítulo final. Dice que Hal está encanallándose.

—¿Y es cierto?

David se encogió de hombros.

—Hal siempre ha sido un poco canalla. Aquí seduce a una mujer casada, pero ¿qué tiene eso de nuevo? A ella le gustó. Y también les gustará a los lectores.

Regina tuvo que admitir que probablemente tendría razón. Los encuentros de Hal con mujeres siempre eran muy interesantes.

Casi tanto como su experiencia con David, pensó. Pasara lo que pasara, nunca podría arrepentirse de aquello ni olvidarlo.

—Estoy leyendo tus libros de nuevo —confesó—. Empecé anoche el que está ambientado en África, con las matanzas de mujeres y niños, y Hal se venga por ellos.

—Yo también lo leo a veces. Me gusta el final.

—¿Viste algo así en realidad, David?

—Sí —dijo él al cabo de unos segundos—. Sí —bajó la cabeza y, cuando la levantó, Regina vio el dolor reflejado en sus ojos—. Fuimos en misión de paz y teníamos órdenes de no implicarnos en el conflicto. El malnacido que gobernaba el país en ese momento era un maniaco homicida, y nosotros no pudimos hacer nada por pararlo.

—¿Por eso hiciste que Hal lo matara?

—Sí, pero sólo en la ficción. Aún está vivo, en alguna parte.

Una Princesa de Hielo (EvilCharming) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora