Capítulo 15

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REGINA no podía dormirse. No podía relajarse, y al final, acabó sentándose en la cama para volver a leer "La balanza de la justicia" y tratar de comprender hasta qué punto David era Hal.

Los padres de Hal habían muerto en un ataque terrorista a un complejo de vacaciones, y él creció obsesionado con la idea de la justicia y la venganza. Decidió no volver a sentirse tan débil como el día que murieron sus padres, ante sus ojos, cuando él tenía catorce años.

Probablemente fue eso también lo que David sintió cuando el hombre que mató a sus padres no recibió un castigo acorde con su crimen. David no pudo hacer mucho en el momento sin romper la ley, pero Regina imaginó cómo le satisfizo el darle a su personaje los medios para vengarse de los malos.

En su primer libro, Hal adolescente era fuerte y brillante, pero usaba su fortuna para aumentar estas capacidades. Incrementó su fortuna con algunas inversiones acertadas y cultivando ciertas amistades, buenas y malas: políticos, magnates, herederos... Compró una agencia de noticias para saber qué pasaba en cada lugar, en cada momento. Y mientras, buscaba al líder del grupo terrorista que había reclamado la autoría del atentado en el que murieron sus padres y doscientas personas más.

Regina ya había leído el libro y sabía que Hal lo encontraba y lo mataba. También seducía y ejecutaba a una mujer de la organización terrorista después de haber encontrado una dirección que necesitaba. Hal no tenía piedad en cuanto a las mujeres; utilizaba sus habilidades sexuales para sonsacar información y ajustar su venganza, y no se alteraba por que esas mujeres se enamoraran de él. Él nunca se enamoraba ni había permanecido mucho tiempo con la misma mujer.

Regina empezaba a preguntarse cuánto duraría ella cuando sonó el teléfono de su mesilla.

Por un segundo dudó antes de responder, por si era David. No quería hablar con él, pero a la vez, no quería que el ruido despertara a Henry.

—¿Sí? —respondió brevemente por fin.

—Hola, Regina, soy Gail. Siento molestarte en domingo, pero tenía que hablar contigo.

—Oh, ¿Qué ocurre? ¿Qué tal el tobillo?

—Oh, mucho mejor, pero no voy a poder ir a casa de David Nolan el viernes. Ni ningún viernes más.

—¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?

—Nada malo. Phil ha conseguido otro trabajo; le pagan muy bien y me ha dicho que, si no quiero, no tengo que seguir limpiando. Lo cierto es que odio limpiar. Ya tengo bastante con mi casa, así que no volveré a la empresa. Lo siento. Has sido muy buena conmigo y no te quería dejar en mala posición, pero creo que tendrás tiempo de encontrar a alguien para el viernes.

_No te preocupes, Gail —dijo—. No pasa nada. Y me alegro por lo del trabajo de tu marido. Te mereces tener buena suerte. Si alguna vez quieres volver, llámame.

Gail se echó a reír.

—No creo que vuelva, a menos que vuelvan a despedir a Phil. Bueno, probablemente te veré en la salida del colegio mañana, pero te lo quería decir cuanto antes. Intenté llamarte anoche y esta mañana, pero no estabas.

—Había salido —y había olvidado encender el contestador. Desde que David entró en su vida, había ido dando tumbos.

—¿Sabes? Deberías volver a casarte, Regina —fue el inesperado consejo de Gail.

Regina sintió que se le hacía un nudo en la garganta, y comprendió el motivo: se estaba enamorando de David. No servía de nada ocultarlo o pensar que era un ofuscamiento pasajero por el sexo.

¿Y por qué le sentaba tan mal el consejo de Gail? Porque sabía que David nunca se casaría con ella. Lo único que quería era compañía temporal y mucho sexo.

Era irónico y trágico: para Regina, el descubrir los placeres del cuerpo llegaba acompañado de sufrimiento futuro.

—No creo que eso ocurra, Gail —dijo, con cierta sequedad—. Te veré mañana. Adiós.

Colgó antes de que las lágrimas inundaran sus ojos. Con un suspiro, se levantó y fue al baño a lavarse la cara y a sonarse la nariz con furia. Al verse en el espejo se sintió enfadada consigo misma.

¿Qué le ocurría? Ella nunca lloraba, y aquel día le había pasado dos veces. Todo por culpa de ese hombre. Ojalá no lo hubiera conocido nunca. Ojalá no hubiera leído sus malditos libros. Seguro que David no estaba llorando en ese momento, ni pensando en ella. Seguro que estaba trabajando, pensando en nuevas aventuras para su despiadado héroe, y dándole más mujeres que seducir. ¡Y morenas, claro!

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Mientras Regina volvía a la cama y a su libro, David estaba sentado frente a su ordenador, trabajando en el inicio de un nuevo libro. Aún tenía un año para escribirlo, por contrato, pero David sabía que si no empezaba inmediatamente, no conseguiría acabarlo a tiempo.

El problema era que no podía escribir ni una palabra después de «Capítulo Uno»: sufría de un bloqueo que nunca antes había tenido.

—¡Es por esa mujer! —exclamó, golpeando la mesa con las palmas de las manos antes de ponerse de pie.

¿Por qué no podía ser como las demás?, pensó irritado, yendo hacia el salón. Cuando él ya pensaba que la tenía comiendo de su mano, Regina se había transformado de nuevo en la princesa de hielo. Sabía que podía haber encontrado tiempo para él al día siguiente, y además, estaba convencido de que quería estar con él. Pero no. La luz de la mañana había devuelto a Regina a su tensión habitual, y la chica apasionada que había hecho el amor con él en la terraza, a la luz de la luna, quedó encerrada hasta que ella decidiera que era el momento de liberarla.

Regina estaba obsesionada por mantener el control, pero cuando lo perdía... David recordó la noche anterior. Le había encantado ver sus ojos y sentir su cuerpo en el momento antes de llegar al orgasmo.

Le encantaba llevarla hasta allí. Le encantaba verla después, tan dulce y serena, y tan suya.

Pronto David comprendió que no podía imponer cosas a Regina, por muy desesperado que estuviera por estar con ella; por la mañana le había costado no tocarla, pues estaba obsesionado con ella.

Cuando la había dejado en casa por la mañana, David había empezado a trazar una estrategia para minar la determinación de Regina de controlar sus propios deseos.

Y probablemente, ése era el motivo por el que era incapaz de pensar en una nueva trama. El área de cerebro encargada de tramas estaba ocupada, aunque no con mucho éxito, la verdad.

Se sirvió un vaso de whisky, pensando que tal vez eso le ayudara, y se lo llevó delante de la tele. Al encenderla, vio que ponían una comedia romántica sobre dos enamorados que se encuentran al final.

—Qué oportuno —dijo él—. Tal vez me dé algunas ideas.

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¡Uy! Que drama el de estos dos.
¿Será que David siente algo más por Regina? ¿Regina aceptará lo que siente por él? ¿David logrará derretir completamente a su princesa de hielo? ¿Qué creen?

Una Princesa de Hielo (EvilCharming) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora