Ese Bastardo

32 1 0
                                    

Lunes por la mañana, Erick por primera vez en años despertó emocionado para ír a clase, estar a tan pocos pasos cuando antes debía llegar con un tren y dos autobuses públicos era algo para festejar.

Esa misma alegría lo llevó a preparar waffles con música de fondo y rompiéndola en su pista de baile imaginaria aunque sólo se despatarraba en la cocina.

Christopher se revolcaba molesto, pataleando las sábanas y con un brusco movimiento intentó cubrír sus oídos con su almohada.

Pero esa estroundosa música seguía sonando y sonando, adueñándose de su poca capacidad cerebral.

Tiró las sábanas que lo cubrían a alguna parte y se levantó de un salto, reprochando, salió de su cuarto con un portazo y dejando huella en el suelo por la tanta fuerza con la que caminaba.

 —¡Erick! 

—¡Despertaste! —puso más mezcla en la máquina de waffles.

—¿Qué estás haciendo? —exclamó demandante, no pudiendo entender por qué tanta música a tales horas.

—Waffles. —contestó amable y se volteó para ver a su compañero, quien tenía sus hombros para arriba hundido en su queja, agachando su cabeza con el cabello alborotado, parecía que lo habían electrocutado —. ¿Comemos?

—¡NO!¡Baja esa música y deja de molestarme! —terminó por decír y volvió a su cuarto de otro portazo.

—Qué dramático... —susurró para sí y apagó la música, algo que un castaño agradeció en silencio y volvió a relajarse en la comodidad de su desordenada cama.

Desayunó mirando las noticias como un viejo amargado y al mirar la hora se alegró más por saber que llegaría temprano a clases, así podría hablar con su chico antes de las atareadas horas de estudio.

Colgó la mochila en sus hombros y cubrió el tazón de waffles sobrantes con una manta de cocina.

—¡Adiós! —gritó esperando alguna respuesta pero alguien estaba profundamente dormido de nuevo. Rió por lo bajo y marchó a la universidad.

Caminó alegre disfrutando la música desde sus auriculares, sonriéndole a la vida y alzándole la mano a cada persona que lo saludaba por el gran campus.

Entró por las enormes puertas rústicas y buscó a Damián por los pasillos, habían acordado en la noche encontrarse antes de clases.

Volvió a su lugar inicial y esperó sentado en los escalones ver su tan linda cabellera rubia dorada.

Observó a lo lejos a un alto rubio con camisa beige y pantalones celestes, Erick se puso de pie reconociéndolo y alzó su mano al aire ampliamente moviéndola de un lado a otro.

El mismo chico volteó y le sonrió desde la lejanía, se acercó a paso lento hasta que el ojiverde corrió y cortó la distancia entre ellos con un fuerte abrazo.

—¡Te extrañé! —alzó su rostro y planteó un beso en sus labios, tomándolo por el brazo para caminar al instituto.

—Yo más, mí amor. —correspondió entrelazando sus dedos.

—¿Por qué no me estuviste respondiendo?¿Estás bien? 

—Tuve complicaciones con mi mamá, me pidió cuidar a Pamela el fin de semana.

—¿Tú hermana?¿Por qué?

—Quería salír de sábado a domingo y la abuela no podía.

—Oh, bueno.

—¿Ya pudiste traer tus cosas, verdad?

—Sí, quería que me acompañaras pero como no contestaste vino Joel.

Dulces Latidos : ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora