Las clases finalizaron y Erick salió de la clase hecho una bala hasta la salida, Damián terminaba el día escolar a la misma hora, quería verlo.
Saltaba en su lugar ansioso, de no poder ir a su habitación para acompañarlo le pediría para hacer llamada, tal como Zabdiel y Joel.
Vió a su melena especial y le sonrió, el rubio se despidió de sus amigos y caminó hasta él.
—¿Y Amor?¿Qué tal, puedo ir contigo?
—Perdón cariño, mí compañero dijo que se siente mal y no quiere visitas.
—Oh —mostró un tierno puchero —, podemos hacer llamada, ¿Quiéres?
Al parecer él no se había esperado tal propuesta y el pelinegro pudo notarlo, su corazón se estrujó por la incomodidad.
—Te avisaré. —se limitó a responder y acarició la mejilla de su contrario, quien sólo fingió una sonrisa de satisfacción.
—¿Quiéres que vayamos juntos hasta tu piso? —preguntó al límite de su amabilidad, sintiéndose un pobre iluso, sintiéndose humillado.
—No es necesario, cielo, mí departamento está más lejos que el tuyo.
—No hay problema, me gusta caminar. —exageró una línea en sus labios y movió un poco las piernas y sus brazos como un corredor animado, su "algo" rió.
—Mañana saldremos, ¿Sí?
Erick corrió su rostro a punto de llorar, no podía con tan poco tacto. Alzó sus ojos al cielo para esconder otra vez las lágrimas pronunciadas y volvió a mirarlo.
—Okey. —aceptó rendido.
—Adiós, amor. Te quiero. —lo abrazó.
—Yo más, cuídate. —besó su mejilla y se apartó quedándose de pie en la salida mientras Damián se marchaba.
Una vez desapareció de su vista, mordió su labio inferior y sollozó inevitablemente, secó una gota resbaladiza con su pulgar dispuesto a marcharse.
—¡Ya, Chri- topher! —oyó una voz chillona y divertida, girándose para observar el barullo donde un juguetón (extraño para el ojiverde), Christopher pellizcaba y molestaba con cosquillas a un alto muchacho.
—¡ZABDIEL, NO, NO! —dobló su abdomen como un bicho bolita, refugiando su estómago de las peligrosas manos de su amigo.
Erick no pudo evitar sonreír un poco ante la escena, nunca se imaginó a su compañero de piso tan abierto a los juegos, había mucho por conocer de él.
—Me tengo que ír ya, Loqui. —volvió a hablar luego de tomar su venganza, el castaño sobaba su torso para tranquilizar su ritmo cardíaco tras las cosquillas.
—Cierto que vas a ver al rulerito —golpeó su hombro y el otro se sonrojó —. Awww, te gusta, te gusta.
—¡BUENO ME VOY! —chocó su puño y huyó de la escena, Chris lo vio marchar con una gran sonrisa.
Comenzó a caminar y notó a Erick en la entrada, que vaya a saber por qué lo miraba con una dulce línea en sus labios.
Aquella dulce sonrisa del castaño marchó y volvió a su expresión común y nada expresiva.
—Hola, Christopher —saludó con energía y rápidamente el nombrado pasó por su lado sin decír nada y sin mirarlo —. ¡Hey!
—¿Qué? —desinteresadamente corrió su rostro, pudiendo ver a duras penas la piel morena de su compañero.
—¿Comiste waffles hoy?
—No.
—¿No? Dejé unos en un plato para ti. —con cada palabra bajó los escalones necesarios para acortar la distancia entre ambos.
—Salí apurado no vi nada. —volvió a apartar la mirada de quien ladeó la cabeza curioso.
—¿Quiéres comer ahora?
—No quiero ser tú amigo, Erick. —terminó por decír y comenzó a caminar.
El ojiverde se quedó parado otra vez, observó sus zapatos con tristeza, se sentía una molestia en el mundo a estas alturas.
Un sollozo desconcertó a Christopher, maldijo por dentro y estiró sus puños al cielo reclamándole en silencio a Dios, "¡¿Por qué me haces esto!?"
—¡Erick! —gritó arrepintiéndose al segundo, no quería amistades nuevas ni gente nueva en su vida pero tampoco podría vivír siendo un monstruo.
Desconsoladamente el solitario chico respondió con un murmuro, el mayor chistó y rodó los ojos ante tal escena dramática.
—Vamos.
Mas el moreno no hizo nada, seguía parado en su lugar confundido.
—Vamos, Erick. —repitió perdiendo la paciencia.
Limpió su rostro y caminó lentamente al castaño, quien en su desesperación tomó su muñeca para adelantar el paso hasta su motocicleta.
—¿Andas en moto?
—No digas estupideces si no quieres respuestas duras. —advirtió y le colocó el casco al chico "Preguntas obvias".
—Lo siento, Christopher.
Arrugó sus cejas y sus labios por lo tontamente que se estaba comportando el ojiverde, según él.
—Ya sube y deja de hablar, agárrate fuerte.
Y fueron juntos a su departamento, un arrepentido castaño siendo abrazado débilmente por la desolación hecha persona.
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Dulces Latidos : Chriserick
أدب المراهقينLos dulces latidos entrelazados de dos universitarios que deben aprender a conocerse, ¡Tan difíciles son! By: Pendejo4ever.