Una Mirada Que Endulza

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Erick suspiró una vez quedó solo y se derrumbó nuevamente en un llanto solitario, a pasos lentos sirvió un vaso de leche y fue a sentarse al sillón, encendió el televisor y algo de felicidad lo iluminó al ver qué pasarían su saga favorita dentro de dos horas, "Guardianes De La Galaxia".

Por mientras, se relajó con su celular con la esperanza de que Damián le enviara algún mensaje, aunque dijo que todo terminaría si no estaba allí, si le decía que tuvo que marcharse porque le dispararon en el talón él le creería y lo tomaría para justificarlo.

Se incomodó por sus propios pensamientos y desató una pataleta sobre el sofá, hasta quedar exhausto y sopló un mechón que cayó sobre su rostro.

Pasó hora y media distrayéndose en redes sociales con cortas pausas para entrar a sus mensajes y asegurarse que Damián no le haya escrito y las notificaciones no le hubiesen avisado.

Un fuerte golpe lo alarmó, preocupado, se puso se pie y golpeó la puerta de Christopher.

—¿Todo bien? —tocó nuevamente.

—Agghmm, sí. —murmuró pero el menor no llegó a escuchar nada.

—¡¿Chris, todo bien?! —llamó ya exaltado y nervioso por no saber qué estaba pasando, ese golpe se escuchó doloroso.

—Este idiota sigue llamándome así. —intentó levantarse del suelo pero su codo se dobló y volvió a caer.

—Chris voy a pasar.

—¡Erick, no! —ordenó pero fue en vano, un fuerte brillo invadió su vista y arrugó sus cejas.

—Déjame ayudarte. —se arrodilló a su lado después de encender la luz, intentó tomar su brazo pero el mayor se safó. Erick, más nervioso, trató de tomarlo de su torso pero Christopher gruñó.

—Puedo levantarme solo, ya déjame en paz —gritó más que aclarar y volteó molesto hacia el menor —. Deja de entrometerte, no te necesito. No eres mí amigo.

El ojiverde sintió algo estrujarse contra su pecho, dolido, asintió y se puso de pie para abandonar la habitación.

Christopher maldijo por dentro, se repetía una y otra vez, "No le debes nada, no tienes que sentirte mal, no se conocen", pero ese triste sentimiento aún dormía en su corazón cada vez que Erick lo miraba con esos ojos tristes, en el fondo, sabía que él no era más que un alma amable.

—Perdón —dijo fuerte y claro, frenando su paso —. Ayúdame, Erick.

El nombrado se volteó aún más confundido, ese hombre era tan extraño.

Sin embargo regresó y lo ayudó a ponerse de pie, también se frenó para acomodar las sábanas en su cama que yacían en el suelo.

—Gracias. —entonó con dulzura y por primera vez buscó la mirada de su compañero para una aprobación.

—¡No fue nada! —sonrió y salió tras cerrar la puerta.

Pasados quince minutos en los que Erick otra vez se ubicó en el sillón, Christopher salió de su cuarto después de meditar internamente por qué le causaba tanto ser duro con ese chico de ojos verdes, siempre había sido así y jamás sintió ningún tipo de remordimiento, pero ahora, cada vez que él le sonreía veía una calidez y amabilidad genuina que lo envolvían por completo.

Esperaba que Erick lo notase y le hablara, por alguna desconocida razón, nacieron unas ganas en él de pasar el resto del día juntos, mas el menor hizo caso omiso cuando lo vió ir a la cocina de reojo. En cambio, el ojiverde alzó la vista sin decír nada.

—Er-

Se tragó sus palabras al encontrar que su atención estaba puesta en él desde hacía unos segundos. Tragó saliva y le dió la espalda con un leve carmesí en sus mejillas, sumamente avergonzado.

—¿Pasa algo? —preguntó, estirando su cuello para poder ver qué hacía el castaño en dicho lugar, quien tambaleó al oírlo y dejó caer un tupper al suelo, rió divertido al notar su nerviosismo.

—Sólamente quería saber cómo estás. —soltó inconscientemente, ¿Cómo podía jurarle a Zabdiel que no le importaba en lo más mínimo y ahora consultarle cómo estaba? Seguramente tenía fiebre, eso era.

—Oh, aquí dándolo todo —se encogió de hombros sin apartarle la vista, esperando a que se girara —. ¿Y tú?

—No te importa. —respondió sin pensar y palmeó su frente arrepentido, él no estaba hecho para estas cosas.

—Está bien. —aceptó y rió en silencio, debía admitír que era una parte divertida del día ver al castaño luchar contra sí mismo para charlar adecuadamente.

El mayor entendió la situación como que él ya no tenía interés en conversar y solamente suspiró entristecido, culpándose por sus tan agrias actitudes que no podía evitar.

Terminó de prepararse un café y con la mirada agachada caminó a su habitación entregado a su destinada tarde en soledad, que aunque era así siempre y estaba contento con aquello hoy no lo deseaba.

—¿Por qué te vas? —lo sacó de su dramática escena mental y Christopher mostró su confusión —. Quédate conmigo a mirar películas. Claro, si no te molesto.

Y aunque una sonrisa no pudo nacerle, se ubicó a su lado con una felicidad enorme que su cuerpo no enseñaba.

Cuando la segunda película empezó, el mayor se levantó y cocinó para ambos unos espaguetis que Erick halagó del derecho y al revés, lo que causó una fuerte alegría en el castaño, su coraza fría y destructiva estaba viéndose amenazada por ese muchacho de ojos verdes inmensos y una personalidad tan amable y dulce que ni el mismísimo Christopher Vélez podía resistirse.

Era algo para asustarse...

Dulces Latidos : ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora