Durante toda su clase Erick permaneció con su cabeza en otra parte, se sentía tan angustiado y hasta arrepentido, ¿Y si Damián decía la verdad?¿Realmente el destino les jugó una mala pasada con esos días atareados?
La hora de salida para el joven ojiverde llegó y caminó por los pasillos con un aura de tristeza abrazándolo por el cuello, Joel había salido una hora antes pero el curso superior saldría al mismo horario que él, ¡No había excusa!
Aún con su tardanza para llegar a la salida nadie estaba allí esperándolo.
Erick no sintió ánimos de nada, suspiró entrecortado y se sentó un momento en los escalones, sabía que no habría milagros de última hora para él, sólo quería descansar un segundo.
Su vista se nubló rápidamente, cubrió su rostro con sus manos fingiendo ver algo en su celular pero sólo lagrimeaba en silencio.
Todo parecía ser un mal sueño.
Por otro lado, Christopher caminaba tranquilo junto a Zabdiel.
—Qué mediocre tipo, eh. Tanto descaro. —habló indignado y negó con la cabeza, su amigo asintió.
—Me contó Joel por mensaje que supuestamente se iban a ír juntos ahora, me pidió que me asegure que Erick no está esperando solo antes de irnos, porque se ve que él dejó en claro que si no estaba en la entrada entonces no lo esperaría... pero Joel sabe cuan tonto se pone por ese chico.
—Erick también es muy idiota, se deja pisar así como si nada. Ayer se la pasó llorando toda la tarde.
—¿No que miraste películas y no le prestas atención? —arqueó una ceja.
—Bueno pero si se escuchan sollozos y cuando sale a las cuatro de la madrugada tiene los ojos más hinchados que un globo no hay mucho para evitar.
—Sí, tú y tus excusas.
—Ay, ya. Tú siempre sales con cosas que no son.
—Seré un visionario.
—Sólo eres un pobre iluso.
—Pero en fin, ese Damián es un bastardo, decír que no trajo el celular a clases para no admitír que lo ignora, realmente Erick no se quiere ni un poco. —Christopher negó.
—Con él compartí grupo hoy.
—¡Es verdad! Usó el celular toda la mañana. —el mayor asintió.
—Erick tendrá que hacerse hombre.
Ambos se miraron al ver a ese tan dichoso pobre ingenuo sentado en las escaleras, esperando...
—No puede ser posible.
—Christopher llévalo a casa. —pidió Zadbiel, sintiendo pena al ver cómo el menor temblaba de frío, sin percatarse de sus presencias.
—¿Yo?¿Por qué? —reclamó molesto.
—Porque viven juntos. Llévatelo que va a empezar a llover.
—Yo no soy su amigo.
—Pero eres mí amigo. —lo miró, el mayor se impresionó al ver la seriedad en su rostro, él realmente estaba preocupado por su fastidioso compañero de piso.
—Está bien. —aceptó rendido sin más.
—Gracias, lo dejo en tus manos, voy saliendo para llegar antes que me agarre la lluvia.
—Me avisas cuando llegas. —chocaron puños.
Erick alzó la mirada al ver algo correr por su lado, pero sólo era Zabdiel quien le alzó una mano despidiéndose mientras corría por el campo.
Ya no sabía qué era exactamente lo que hacía ahí, en el fondo, algo dentro suyo quería creer en los milagros, en que algo bueno llegaría después de tan mal día, de tantos engaños y falsas promesas.
Iba a levantarse cuando un trueno lo alarmó, miró al cielo confundido, de tanto mirar para abajo no vió las nubes grises que se juntaron sobre él.
—Erick.
Volteó aún más nervioso por esa grave y áspera voz, se tranquilizó al ver que era Christopher.
—Hola, Christopher.
El menor volvió a apartar sus ojos y el castaño maldijo a Dios por tener que hacer tan semejante acto, él era Christopher Vélez, no se preocupaba por nadie ni le debía nada a nadie y sin embargo ahí estaba, por pedírle a Erick llevarlo a casa por segunda vez como si fuera un príncipe de cuentos de hadas.
—Vamos a casa.
—Voy a quedarme un poco más, vete tú.
Arqueó una ceja, ¡Erick hacía todo más difícil!
Sabiendo que si lo dejaba solo Zabdiel luego no le pasaría ninguna tarea se hincó sobre sus rodillas y se sentó junto a él.
—Christopher no quieras hacerte el amigo ahora, los dos sabemos que no te agrado.
—Al menos no tengo que mentír.
Permanecieron en silencio, la lluvia no tardó mucho en aparecer.
El mayor simplemente miraba el desolado paisaje, admirando la belleza de ese mal clima.
Mientras que el ojiverde no podía dejar de pensar en Damián y lo mal que se sentía, ese hombre era una espina en su alma a tales alturas, un dolor irremediable.
—Imbécil. —murmuró y unas lágrimas se escaparon, trató de limpiarlas rápidamente pero el castaño ya se había percatado.
Abrió su mochila y retiró un delicioso chocolate que había comprado para mirar una película en casa con un dulce pero ya no era importante.
Retiró la envoltura y partió esa larga tableta en dos, dudoso, habló.
—Toma, Erick. —sin querer, un tono amable y tierno se hizo notar en su voz, algo que impactó al nombrado.
—Gracias, Chris. —sonrió ligeramente, el nombrado contorsinó su rostro al escuchar cómo lo llamó pero sabía que no era momento para pelear.
Comieron despacio, nuevamente en silencio.
—Bueno, ya vámonos. —el ojiverde se puso de pie.
Asintió el mayor y fueron hasta su motocicleta a paso rápido por la lluvia, una vez allí el dueño le entregó el único casco que tenía a Erick.
Se montó listo para arrancar pero el peso estaba muy ligero, confundido, miró a su costado y su acompañante estaba de pie, luchando para abrochar el casco sin pellizcarse.
Christopher se preguntaba por qué tenía que someterse a tanto por un estúpido chico de primer año.
—A ver, quita. —Erick apartó sus manos y pronto sintió las ásperas manos del mayor rozar su barbilla, alzó la mirada y este le correspondió.
Gruñó internamente por tener que ver de cerca el moreno rostro de su compañero de piso y aún más odiaba sus ojos verdes que ante tan mal clima lucían su intenso brillo todavía más...
Terminó de colmar su paciencia cuando en ese laspo el menor esbozó una tierna sonrisa, con la punta de su nariz y mejillas rojas por el llanto y un pensamiento intrusivo del castaño le susurró, "Qué bonito es".
—¡Qué dices! —dejó salír nervioso y molesto consigo mismo, Erick se sobresaltó por tal interrupción y se subió en la motocicleta, rodeando al mayor en un abrazo.
Estacionó y ambos bajaron, el ojiverde quiso decír algo pero el otro se adelantó y huyó a paso rápido.
Ingresaron al departamento, Christopher cerró.
—Gracias por traerm-
Y no pudo terminar nada porque el gruñón corrió a su habitación y porteó fuertemente, dejándolo solo con las palabras en su boca como la primera vez.
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Dulces Latidos : Chriserick
Teen FictionLos dulces latidos entrelazados de dos universitarios que deben aprender a conocerse, ¡Tan difíciles son! By: Pendejo4ever.