Aegon observaba la ciudad desde lo alto de la torre más alta del edificio Targaryen, su reflejo distorsionado en el vidrio oscuro que cubría las paredes. Desde allí, podía ver todo el imperio que algún día sería suyo, un legado forjado en acero y concreto, más fuerte que cualquier dragón. Pero en lo profundo de su mente, sabía que el peso de ese legado era una espada de doble filo. Había expectativas que cumplir, decisiones que tomar, y sobre todo, un imperio que preservar.
Cada vez que veía los edificios que cargaban años, no, siglos de historia familiar, no podía evitar preguntarse si cumplía con lo necesario, ¿Acaso siquiera estaba seguro de ser él el supuesto verdadero heredero de todo esto?
Sonrió desganado y apartó su vista del vidrio. Dio media vuelta y se alejó, a paso lento, casi pesado. El vacío pasillo del piso 13 acompañaba perfectamente el sentimiento de profunda melancolía que Aegon sentía en su rutinaria y monótona vida. Vacío, con colores apagados, de vez en cuando algún que otro cuadro, pero eso era todo. Los suelos estaban tan limpios que lo hacía sentirse sucio. Si se asomaba un poco más podría ver su reflejo. "Bien por la de la limpieza, al menos" pensó.
Al menos nadie podía observar su miseria en el vacío del edificio. Su ropa desarreglada, su mochila llena de botellas tintineando a cada paso y las ojeras de no haber dormido en días. Sí, la noche anterior, había estado nuevamente en la zona roja de Desembarco, bebiendo, ¿Y qué? No es como si tuviera nada mejor que hacer como prepararse para el futuro que le espera. No, Claro que no.
Cuando llegó al ascenso ignoró completamente su propio reflejo en las paredes del pequeño espacio, se recostó y miró hacia abajo, hacia la mochila que cargaba en su brazo.
Fingió pensarlo haciendo muecas sobreactuadas, tomó una botella y rezo para que los de seguridad no le dijeran nada a su madre sobre de que vieron a su hijo embriagándose en el ascensor. No, ya tenía suficiente de Alicent. Aunque estaba casi seguro de que era inevitable, ya podía oírla gritándole en toda la cara su monólogo de dignidad y virtud, preguntando que hace el heredero de la empresa más importante en Poniente, embriagándose en el puto edificio como si fuera un indecente. Más dos o tres bofetadas proporcionadas por ella o por su abuelo. "A la mierda la dignidad, madre. Quiero beber." Ojalá pudiera defenderse con tanta facilidad.
Tomó un trago o dos hasta que finalmente se percató que ni siquiera había pulsado un botón, bufó en desesperación. Cuando estaba a punto de poner todas sus fuerzas en sus piernas para salir de la esquina en donde estaba recostado e ir hacia el maldito botón, sintió su teléfono vibrar. Algo inusual. Nadie jamás le escribía. Quizás su madre o alguna mierda relacionada con el trabajo, sí, pero era por eso mismo que él tenía bloqueadas todos los tipos de notificaciones.
A no ser...
Sacó rápidamente su teléfono del bolsillo, lo desbloqueó con tanta prisa que tuvo que volver a poner el patrón unas 6 veces más mientras maldecía a todos los dioses, antiguos y nuevos. Nunca le importaban las putas notificaciones, excepto una. Solo una.
Al ver la pantalla, su mirada se iluminó por un breve segundo. Ahí estaba, la única razón por la que no había apagado completamente el mundo exterior. Ella, con su dulce sonrisa y su carisma desbordante, había vuelto. Una publicación nueva después de tanto tiempo. Sin pensarlo dos veces, desbloqueó el celular y sus ojos se fijaron en el mensaje, olvidando por un momento la amargura que lo consumía.
Su hermana. Aquella dulce alma libre. ¡Oh! Como envidiaba a la maldita. Viviendo como una de las mejores creadoras de contenido de todo el internet y sin ningún tipo de preocupaciones, había vuelto de su al parecer descanso de 4 meses.
Aegon deseaba poder tomarse de vez en cuando descansos. Al menos de una semana. Pero no, su abuelo decía que; "el camino al éxito no tiene descanso".
Maldijo a su hermana en su interior mientras ignoraba la alegría floreciendo en el centro de su pecho mientras leía su mensaje:
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Entre Distancia Y Deseo | Modern!Helaegon
Hayran KurguAegon Targaryen lo tiene todo, pero también lo ha perdido todo. Heredero de un imperio forjado en acero y concreto, vive atrapado en las expectativas de su familia. Su único consuelo es su hermana Helaena, la única que parece iluminar su existencia...