Capítulo 1: El Fin de la Magia

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Hogwarts ya no era lo que había sido. Los grandes pasillos, antes repletos de alumnos y magia vibrante, ahora eran fríos, oscuros y peligrosos. La luz del sol rara vez se filtraba a través de las ventanas cubiertas de polvo, y el aire estaba cargado de una amenaza invisible: el virus Ethermor. Lo que había comenzado como un rumor lejano en el mundo muggle, pronto invadió el mundo mágico, trayendo consigo una plaga que nadie vio venir.

Harry caminaba por el Gran Comedor, sus pasos resonando en el silencio. Lo que una vez había sido un lugar de risas y banquetes ahora era un refugio improvisado para los pocos que quedaban. El virus Ethermor no hacía distinciones; magos y muggles por igual habían caído bajo su sombra.

-Nunca pensé que llegaría aquí -dijo Harry, su voz baja y grave. Se detuvo frente a la mesa de Gryffindor, donde ahora solo quedaban algunos estudiantes, todos usando máscaras de gas. Se había convertido en la nueva norma.

Hermione, quien estaba sentada cerca de él, levantó la vista, su rostro pálido y delgado asomando detrás de la máscara. Ella estaba en las primeras etapas de Ethermor, el nivel 1, y aunque los síntomas eran leves por ahora -fatiga, tos, y un dolor constante en el pecho-, sabía que empeorarían.

-Primero pensamos que era un problema de los muggles, que no nos afectaría -continuó Harry, recordando cómo todo había comenzado. El Ministerio de Magia había subestimado la amenaza, creyendo que el virus solo se propagaba entre muggles. Pero en poco tiempo, empezaron a aparecer los primeros casos entre los magos. Y cuando intentaron usar magia para contenerlo, el virus mutó, atacando aún más rápido a cualquiera que osara conjurar hechizos.

-Pensábamos que siempre podríamos confiar en la magia... -murmuró Ron, sentado junto a Hermione. Estaba en una etapa un poco más avanzada, el nivel 2, con fiebre persistente y marcas oscuras que empezaban a aparecer bajo su piel. Aún podía moverse, pero el dolor era constante.

-La magia ahora nos está matando -dijo Harry. Su voz estaba llena de amargura. Había sido el único que, hasta ahora, parecía haber resistido los efectos del virus mejor que los demás. Había usado magia, sí, pero de alguna manera su cuerpo había logrado combatir la infección, manteniéndolo en un estado casi sano, mientras que sus amigos sucumbían lentamente.

-¿Recuerdas cómo empezó todo? -preguntó Ron, mirando a Harry.

Harry asintió, sus pensamientos volviendo al primer brote. Fue en Londres, cerca del Callejón Diagon. Los primeros infectados comenzaron a toser sangre, sus cuerpos debilitados por una fiebre que ni siquiera los sanadores de San Mungo pudieron controlar. Nadie sabía de dónde venía el virus, pero se expandió rápido. A medida que se propagaba, el uso de la magia lo empeoró. La fiebre aumentaba cada vez que alguien conjuraba un hechizo, y las erupciones negras comenzaron a cubrir a los magos más poderosos.

-Cuando usé Lumos por primera vez después de que Hermione se contagiara... -Harry hizo una pausa, recordando el horror en los ojos de su amiga cuando cayó al suelo, tosiendo violentamente, su piel ardiendo como si fuera atacada desde dentro-. Ahí supe que la magia ya no era nuestra aliada.

Antes de que pudieran seguir hablando, un eco lejano resonó por los pasillos. Era un sonido que ahora les resultaba familiar. El rasguño de garras sobre la piedra, un ruido que anunciaba la llegada de algo peor que el propio virus.

-¡Están aquí! -gritó Neville desde la entrada del Gran Comedor, su espada de Gryffindor en mano. El virus había traído consigo un nuevo tipo de horror: aquellos en el nivel 3. No todos los infectados alcanzaban este estado, pero los que lo hacían se convertían en monstruos. Sus cuerpos se regeneraban a una velocidad aterradora, pero perdían su humanidad, transformándose en criaturas feroces, cegadas por la necesidad de consumir carne humana.

Las puertas se abrieron de golpe, y tres figuras grotescas se arrastraron dentro. Sus ojos brillaban con una luz oscura, sus cuerpos cubiertos de marcas negras que parecían latir con vida propia. Garras afiladas y colmillos sobresalían de lo que alguna vez habían sido magos y brujas.

-¡Apunten a la cabeza o al corazón! -gritó Harry, sacando su espada. No había otra manera de detenerlos.

Hermione, aunque débil, levantó su propia espada, preparada para defenderse. Ron se colocó a su lado, aunque le costaba mantenerse de pie.

Las criaturas rugieron y se lanzaron hacia ellos, moviéndose con una velocidad antinatural. Harry esquivó una garra afilada que se dirigía a su cuello y, con un golpe rápido, cortó la cabeza de una de las bestias. La criatura cayó al suelo, su cuerpo inmóvil.

Neville no tuvo tanta suerte. Una de las bestias lo derribó, pero Ron, con un esfuerzo hercúleo, atravesó el corazón del monstruo antes de que pudiera atacar.

-¡Ron, cuidado! -gritó Hermione, mientras otra bestia se lanzaba hacia ellos.

Harry corrió hacia la última criatura, girando sobre sí mismo y hundiendo su espada en el pecho de la bestia. Esta dejó escapar un chillido espeluznante antes de caer al suelo, muerta.

Todos quedaron jadeando, sus cuerpos exhaustos por la batalla. Pero antes de que pudieran relajarse, un grupo de figuras apareció en la entrada del Gran Comedor. Eran magos, pero sus cuerpos estaban cubiertos con trajes y máscaras de gas, como si hubieran salido de una película de ciencia ficción.

-¿Quiénes son ustedes? -preguntó Harry, levantando su espada, desconfiado.

-Somos supervivientes -dijo uno de ellos, una mujer alta con voz ronca, mientras se quitaba la máscara. Tenía cicatrices en el rostro, pero sus ojos brillaban con determinación-. Si quieren seguir con vida, pónganse estas máscaras. El aire está contaminado. El virus no solo te infecta más rápido cuando usas magia, sino que está en el aire. Si no las usan, no durarán mucho.

-Pero ya estamos infectados... -dijo Hermione, con un tono sombrío.

-No es solo por ustedes. Si el virus se propaga más en sus cuerpos, se convertirán en algo mucho peor que lo que acaban de enfrentar -respondió la mujer, lanzándoles un par de máscaras-. Confíen en mí, estas máscaras son lo único que mantienen el virus a raya.

Harry se puso la máscara sin dudar. La lucha solo acababa de comenzar, y aunque no sabían cuánto tiempo más podrían resistir, sabían que el verdadero horror aún estaba por venir.

Fin del capítulo 1

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HARRY POTTER:

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Harry Potter y el Apocalipsis de EthermorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora