Capítulo 3: El Camino a la Salvación

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La luna brillaba débilmente entre nubes oscuras mientras el grupo de Harry avanzaba en silencio a través de los bosques que rodeaban Hogwarts. El aire estaba cargado de tensión; no solo el virus Ethermor acechaba en cada respiración, sino también las criaturas de nivel 3 que podían aparecer en cualquier momento. El chirrido de las hojas bajo sus pies y el ocasional graznido de alguna criatura nocturna eran los únicos sonidos que rompían el silencio pesado.

Harry, Hermione, Ron, Neville y el grupo de supervivientes liderado por Tanya habían dejado atrás las ruinas de Hogwarts. Ahora su objetivo era claro: llegar al refugio de la Resistencia, un lugar que Tanya había descrito como uno de los últimos bastiones seguros, donde aún investigaban una posible cura para el virus. Aunque las palabras de Tanya les habían dado un resquicio de esperanza, Harry no podía ignorar el creciente malestar en su interior. Sabía que el virus avanzaba en sus amigos, y cada tos de Hermione o jadeo de Ron lo hacía temer lo peor.

—¿Cuánto falta para llegar? —preguntó Neville, su voz apenas un susurro bajo la máscara de gas que todos llevaban.

—Todavía un par de días —respondió Tanya, su tono firme pero cansado—. El camino es peligroso, pero si mantenemos el perfil bajo y evitamos usar magia, tenemos más posibilidades de sobrevivir.

—¿Y si nos encontramos con más de esas criaturas? —preguntó Ron, recordando la batalla reciente contra los infectados de nivel 3.

—Luchamos o corremos —dijo Tanya, sin dudar—. Si son pocos, podemos enfrentarlos. Pero si nos encontramos con una horda, corremos. Esos monstruos son implacables.

Harry caminaba al frente del grupo, su mente llena de preguntas. El virus, la caída de Hogwarts, la desaparición de casi todo lo que alguna vez conocieron… Todo le parecía una pesadilla interminable. Pero lo que más le preocupaba era la fragilidad de sus amigos. A pesar de sus esfuerzos, sabía que el tiempo no estaba de su lado. Y lo peor de todo, el virus no solo estaba matándolos físicamente, sino que les arrebataba lentamente la magia que alguna vez fue su mayor fortaleza.

De repente, un susurro extraño llegó a los oídos de Harry. Se detuvo en seco, levantando una mano para señalar al grupo que hiciera lo mismo. El silencio se volvió opresivo, y todos aguzaron el oído. El ruido se repetía, un susurro apenas audible, como si el viento arrastrara palabras olvidadas.

—¿Qué es eso? —murmuró Hermione, nerviosa.

—No lo sé —respondió Harry, tratando de ubicar la dirección del sonido.

Tanya se adelantó, sus ojos afilados escaneando el entorno. —Eso no es natural —dijo con firmeza—. ¡Todos en guardia!

El grupo se preparó, alzando sus armas, mientras el susurro se hacía más fuerte, envolviéndolos. Entonces, entre los árboles, comenzaron a aparecer figuras. Al principio eran sombras indistintas, pero pronto pudieron verlos con claridad: eran humanos, o al menos lo habían sido alguna vez.

Los infectados de nivel 3, su piel marcada por venas negras y ojos brillantes, emergían del bosque, sus movimientos rápidos y erráticos. Los cuerpos de estas criaturas, deformados por el virus, se habían vuelto casi irreconocibles, pero lo peor era el hambre feroz que emanaba de ellos.

—¡Cuidado! —gritó Ron, justo cuando una de las criaturas se lanzó hacia ellos con una velocidad antinatural.

Harry levantó su espada y bloqueó el ataque, empujando a la criatura hacia atrás. Tanya, Neville y Hermione se unieron a la lucha, golpeando y esquivando las garras y colmillos de los infectados. A pesar del entrenamiento y la experiencia del grupo, los monstruos eran rápidos y poderosos, moviéndose con una energía inhumana.

Harry observó, con el corazón acelerado, cómo Ron intentaba mantenerse en pie. Estaba claro que el virus estaba afectando su fuerza, y a medida que la batalla se intensificaba, Ron empezaba a tambalearse. Una de las criaturas se lanzó hacia él, derribándolo al suelo.

—¡Ron! —gritó Hermione, pero antes de que pudiera llegar hasta él, Harry ya estaba allí.

Con un movimiento rápido, Harry atravesó el pecho de la criatura que atacaba a su amigo. La bestia cayó al suelo, muerta. Harry ayudó a Ron a levantarse, notando el dolor en su mirada.

—Gracias, amigo —dijo Ron, jadeando.

La batalla continuaba, y aunque las criaturas parecían implacables, el grupo poco a poco empezó a dominarlas. Con precisión y fuerza, lograron derribar a los infectados uno por uno, hasta que el último de ellos yacía inmóvil en el suelo.

El grupo estaba agotado, pero vivo. Tanya observó los cuerpos, su expresión dura, y luego se volvió hacia el grupo.

—Esto no es más que el principio —dijo—. A medida que nos acerquemos al refugio, habrá más de ellos. Los niveles 3 son solo una fracción de lo que nos espera.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry, secándose el sudor de la frente.

—Hay niveles más altos —respondió Tanya con gravedad—. El nivel 4, y peor aún, el nivel 5. Estas criaturas tienen habilidades que aún no comprendemos completamente. Se vuelven más inteligentes, más rápidas, más difíciles de matar. Si nos encontramos con uno de ellos… bueno, necesitaremos algo más que espadas.

El silencio que siguió fue pesado. Sabían que lo que habían enfrentado hasta ahora era solo el preludio de algo mucho peor. Y el tiempo no estaba de su lado.

—Entonces, tenemos que movernos rápido —dijo Hermione, su voz temblando ligeramente—. No podemos permitir que ninguno de nosotros llegue a esos niveles.

—Exactamente —dijo Tanya—. Y cuanto más tiempo pasemos aquí, más peligro corremos. Vamos, el refugio no está tan lejos.

El grupo, agotado pero decidido, continuó su marcha. El peso del virus estaba sobre ellos, no solo físicamente, sino también mentalmente. Cada tos, cada jadeo, era un recordatorio de que el reloj estaba en marcha, y que la única forma de sobrevivir era llegar al refugio antes de que fuera demasiado tarde.

Mientras avanzaban por el denso bosque, Harry no podía evitar mirar a sus amigos con preocupación. Sabía que Hermione y Ron estaban al borde de algo peligroso. Aunque ambos intentaban ocultarlo, los síntomas del virus estaban empeorando. Hermione, la mente más brillante que Harry conocía, ya estaba debilitada, y Ron, su amigo más cercano, apenas podía mantenerse en pie después de la última batalla.

La culpa golpeaba a Harry con cada paso que daba. Él parecía ser el único que resistía el virus de alguna manera extraña, y no entendía por qué. Aunque se había expuesto al aire contaminado y había usado magia, su cuerpo no había sucumbido al virus como los demás.

—¿Por qué yo? —se preguntó en silencio mientras caminaban—. ¿Por qué sigo aquí mientras ellos se desvanecen?

Pero no tenía tiempo para buscar respuestas. Tenía que mantenerse fuerte, por sus amigos y por la misión. El refugio estaba cerca, y con suerte, las respuestas que buscaban también.

Fin del capítulo 3

Harry Potter y el Apocalipsis de EthermorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora