Capítulo 5: Reyes y Jugadores

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La habitación de Vaggie estaba sumida en una penumbra sofocante, apenas iluminada por la luz rojiza que se filtraba a través de las cortinas. Sobre la cómoda, una serie de polaroids colgaban del borde de un espejo agrietado, fotos de momentos que Vaggie atesoraba, aunque ahora cada imagen se sentía como una daga clavada en su pecho. Una en particular captaba toda su atención: Charlie, con su sonrisa inocente y su cuerpo etéreo, danzando en medio del caos de su habitación. La foto había capturado más que una simple imagen. Charlie parecía una visión celestial en el mismo infierno, con su cabello ondeando como llamas suaves, sus cuernos curvados con gracia y su figura luminosa, flotando entre la sombra y la luz. Era la encarnación de lo bello y lo demoniaco, una contradicción viviente que hacía que Vaggie se sintiera atraída y culpable al mismo tiempo.

El recuerdo le invadió, como un golpe de realidad que la dejó sin aire. Fue alrededor del mediodía cuando la había tomado, ese instante donde Charlie, en su esencia más pura, había llenado la habitación con su risa despreocupada y su baile sin rumbo. "I want to remember," se repetía Vaggie en su mente, desesperada por aferrarse a esa sensación de tenerla cerca, de tenerla entre sus manos. Pero ahora... ahora era más difícil entender lo que significaba. Cuanto más miraba esa imagen, más sentía el peso de la mentira, la traición que había escondido por tanto tiempo.

Las lágrimas comenzaron a correr sin control. Sabía que no podía quedarse callada para siempre. Las cadenas del pasado eran difíciles de romper, y aunque había encontrado una luz en Charlie, esa misma luz comenzaba a parecerle inalcanzable. Valentino había regresado. Su sombra se cernía sobre el hotel, amenazante, como un recordatorio de todo lo que Vaggie había intentado dejar atrás. Y con él, el peso insoportable de la verdad: estaba relacionada con la desaparición de Lilith, la madre de Charlie.

"¿Cómo podría explicarle a mi dulce Charlie...?" murmuró, su voz quebrada por la desesperación, su cuerpo temblando con cada sollozo. "¿Cómo le voy a decir que fui yo, que tuve parte en eso?"

La revelación de que alguna vez fue exorcista ya había sido un golpe difícil, pero la verdad que ahora acechaba en la oscuridad de su conciencia era aún peor. Charlie la había visto como su salvadora, su protectora. ¿Qué haría cuando supiera la verdad, cuando descubriera que la persona en la que había confiado, a la que amaba, había tenido un rol en la desaparición de su madre?

Vaggie se echó a llorar más fuerte, abrazando sus rodillas mientras su mente luchaba con la incertidumbre. Cada lágrima parecía quemar más, como si la culpa misma la estuviera consumiendo desde dentro. El eco de su llanto resonaba en la habitación vacía, mientras las polaroids de Charlie, danzando en su pequeño mundo, parecían burlarse de la pesadilla en la que ahora vivía.

Quería recordar aquellos días sin peso, cuando el amor era sencillo y no estaba manchado por las sombras del pasado. Pero cuanto más intentaba aferrarse a esos recuerdos, más se desmoronaban entre sus dedos, como arena que se escapaba al viento.

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El rugido del viento infernal aullaba en los pasillos vacíos del Hazbin Hotel. Lucifer estaba sentado en el salón principal, la quietud del lugar contrastaba con el caos interior que lo consumía. Ángel Dust había salido hace unas horas, dejándolo solo con sus pensamientos y los ecos de lo que había sido su relación. El juego de almas estaba roto, y aunque se habían reconciliado, las cosas no volvían a ser como antes. El equilibrio delicado que mantenían ahora parecía pendular entre la paz y el resentimiento, y Lucifer lo sentía como una sombra incómoda que lo seguía a cada paso.

Mientras tamborileaba sus dedos en el reposabrazos de su silla, una imagen se coló en su mente, una escena que lo atormentaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

El Encantador del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora