𝓛𝓸𝓼 𝓮𝓬𝓸𝓼 𝓭𝓮𝓵 𝓼𝓲𝓵𝓮𝓷𝓬𝓲𝓸

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Se levantó de la cama con cuidado, sin querer despertarlo, y se dirigió al baño. El rostro que le devolvió la mirada en el espejo era el de un hombre que había cruzado una línea invisible la noche anterior. Sus ojos, aunque normalmente calculadores y fríos, ahora estaban cansados, pero más que eso, parecían vacíos, como si una parte de él se hubiera quedado en esa fábrica con el cuerpo de Natalan. Se echó agua fría en la cara, esperando que eso lo despertara por completo, aunque sabía que el problema no era físico, sino emocional

Roier murmuró algo desde la cama, moviéndose entre las sábanas. Cellbit salió del baño, viéndolo girarse hacia su lado, buscando su calor. Ese pequeño gesto lo hizo sonreír, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. Su mente seguía atrapada en la imagen de la fábrica, en la sangre que había visto, en la mirada aterrorizada de Natalan en los últimos segundos de su vida. No se arrepentía, pero no podía evitar sentir que, de alguna manera, había perdido algo de sí mismo en el proceso.

El sonido de su teléfono vibrando en la mesa de noche lo sacó de sus pensamientos. Era Bruno. Cellbit tomó el teléfono y salió de la habitación antes de contestar.

-¿Todo listo? -preguntó, sin molestarse en saludar.

-Sí, jefe. Todo limpio. No quedó rastro -respondió Bruno con la misma eficiencia de siempre.

Cellbit asintió, aunque Bruno no podía verlo. Sabía que podía confiar en ellos. Eran profesionales y, más importante aún, le debían mucho. No habría preguntas, no habría problemas. Pero entonces, Bruno continuó.

-Solo hay algo... -hizo una pausa, dudando-. Cuando estábamos limpiando la escena, encontramos algo en los bolsillos de Natalan. Un teléfono. Estaba apagado, pero parecía que alguien lo había llamado justo antes de que llegara a la fábrica. No parecía un número cualquiera, jefe.

Cellbit sintió una pequeña punzada de alarma en su interior, pero no dejó que su tono cambiara.

-¿De qué hablas?

-Era un número desconocido, pero hicimos algunas verificaciones rápidas. Parece que no estaba solo en este juego, jefe. Alguien más estaba en contacto con él, y no era para algo legal. Puede que haya más gente involucrada en esto de lo que pensamos.

Un silencio pesado cayó entre ellos. La calma que Cellbit había sentido al volver a casa se desvaneció por completo. No podía ser tan simple, ¿verdad? Siempre había complicaciones. En su mundo, nada se resolvía con un solo movimiento. Cada acción traía reacciones, y esta no sería la excepción.

-Deshazte del teléfono -ordenó finalmente, su voz dura y fría-. Asegúrate de que nadie pueda rastrear nada.

-Entendido, jefe.

Cellbit colgó, apretando el teléfono en su mano mientras miraba por la ventana de su mansión. Las luces de la ciudad comenzaban a encenderse una a una, pero a él solo le parecían pequeños faros de advertencia, recordándole que su paz, la que tanto había luchado por conseguir, estaba en peligro una vez más.

Regresó al dormitorio y se sentó al borde de la cama, mirando a Roier. Se inclinó para acariciar su cabello, sintiendo la suavidad entre sus dedos. Roier abrió los ojos lentamente, parpadeando con confusión antes de sonreír al verlo.

-¿Ya estás despierto? -murmuró roier, su voz semi ronca por el sueño-. Ven, vuelve a la cama.

Por un momento, Cellbit pensó en hacerlo. En olvidarse de todo, en volver a ese pequeño refugio que habían construido juntos. Pero sabía que no podía. No cuando algo más grande se estaba gestando en las sombras.

-Lo siento, roier. Tengo que salir -dijo en voz baja, sus palabras llenas de un peso que no podía compartir.

Roier frunció el ceño, pero asintió, acostumbrado a las desapariciones repentinas de Cellbit. Había aprendido a no hacer demasiadas preguntas. Cellbit siempre volvía, y eso era lo importante para él.

Se vistió rápido y salió del apartamento, tomando un café en el camino hacia el lugar donde Bruno y Lucas lo esperaban. Tenía que asegurarse de que no hubiera dejado ningún cabo suelto. De que todo estuviera tan limpio como le habían prometido.

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La fábrica estaba tan desolada como la noche anterior, pero la luz del día hacía que todo pareciera más real, más brutal. Bruno y Lucas estaban de pie junto a un coche, hablando en voz baja cuando Cellbit llegó.

-Todo está en orden, jefe -dijo Bruno tan pronto como lo vio-. Hicimos lo que pediste.

Cellbit no respondió. Caminó hasta el interior de la fábrica, observando el lugar donde Natalan había caído. No había rastro de él, ni de la sangre, ni de la violencia que había sucedido. Todo había sido limpiado de manera impecable. Pero eso no lo tranquilizaba. Sabía que algo más estaba en juego. Había alguien más involucrado.

Se agachó, tocando el suelo frío donde el cuerpo había yacido la noche anterior. Un escalofrío recorrió su espalda. Era extraño, casi como si el lugar aún recordara lo que había sucedido, aunque no quedara ninguna evidencia física

-¿Y el teléfono? -preguntó sin levantar la vista.

-Lo tenemos aquí -respondió Lucas, entregándole el dispositivo.

Cellbit lo tomó y lo miró detenidamente. Un número desconocido lo había llamado justo antes de que Natalan llegara. Eso significaba que alguien sabía. Alguien estaba al tanto de lo que estaba ocurriendo. No podía permitirse más errores.

Se levantó y metió el teléfono en su bolsillo.

-Vamos a hacer esto bien -dijo, volviéndose hacia Bruno y Lucas-. Vamos a asegurarnos de que nadie, absolutamente nadie, pueda conectarnos con esto.

Los hombres asintieron, sabiendo lo que eso significaba.

Cellbit miró hacia la fábrica una última vez antes de salir. Afuera, el viento frío le golpeó la cara, y mientras encendía otro cigarrillo, supo que este era solo el comienzo. La sangre siempre atraía más sangre, y la tormenta que había desatado estaba lejos de terminar.

Mientras caminaba hacia su coche, pensó en Roier, en lo que había hecho por él, y en lo que aún estaba dispuesto a hacer. Las sombras seguían acechando, y él se preparaba para enfrentarlas, una vez más.

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Hola chicos, ¿Que tal? Otro capitulo ya ayer me terminó mi eneve 😞..

𝓜𝔂 𝓵𝓲𝓽𝓽𝓮 𝓫𝓸𝔂 (Guapoduo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora