𝓛𝓸𝓼 𝓼𝓾𝓼𝓾𝓻𝓻𝓸𝓼 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓽𝓸𝓻𝓶𝓮𝓷𝓽𝓪

51 7 0
                                    

______________________________________

La tensión en el aire era palpable mientras Cellbit conducía de regreso a casa. Cada kilómetro recorrido lo acercaba más a la realidad de lo que había desatado. El teléfono de Natalan, ahora en su bolsillo, era una pieza clave, pero también un peligro latente. Sabía que debía actuar con cautela, y si había alguien más involucrado, tenía que encontrarlo antes de que lo encontraran a él.

A su llegada al mansión, encontró a Roier sentado en el sofá, viendo televisión. El rostro de Roier se iluminó al verlo entrar, pero Cellbit notó una sombra de preocupación detrás de sus ojos. Se sentía culpable por las mentiras, por el secreto que había mantenido, pero sabía que estaba protegiendo a Roier. Al menos, esa era la excusa que se repetía una y otra vez.

-¿Cómo te fue? -preguntó Roier, con esa dulzura que siempre lograba desarmarlo.

Cellbit sonrió, intentando parecer despreocupado.

-Lo de siempre. Nada que no pueda manejar.

Roier pareció aceptarlo, aunque Cellbit sabía que algo en su actitud estaba empezando a cambiar. Era cuestión de tiempo antes de que Roier comenzara a hacer más preguntas, antes de que se diera cuenta de que algo oscuro se estaba gestando a su alrededor. Pero no ahora. Por el momento, Cellbit podía sostener esa fachada.

Se sentó junto a Roier, dejando que el peso de los eventos anteriores comenzara a disiparse por unos minutos. Sentir el calor de su cuerpo a su lado le brindaba una calma momentánea. Sin embargo, la realidad golpeaba fuerte cuando pensaba en la llamada misteriosa. Debía resolverlo antes de que todo se saliera de control.

______________________________________

Esa misma noche, mientras Roier dormía, Cellbit se levantó en silencio y tomó el teléfono de Natalan. Sabía que no podía conectarlo a ninguna red, pero había otras maneras de acceder a la información. Se dirigió a su oficina improvisada en la mansión, un pequeño cuarto con poca luz donde había instalado sus equipos. Conectó el teléfono a uno de sus dispositivos, activando un software especial que le permitiría extraer cualquier dato útil sin dejar rastro.

El proceso tomó varios minutos, y mientras esperaba, su mente volvió a divagar hacia la fábrica. A las frías paredes y al sonido de los pasos resonando en la oscuridad. A la mirada de Natalan, llena de desesperación y sorpresa. Ese tipo había sido una amenaza para Roier, pero ahora la amenaza podía ser mucho mayor. Lo que más le preocupaba era que no sabía con certeza cuántos jugadores había en esta partida.

El pitido del sistema le indicó que el proceso había finalizado. Cellbit se inclinó hacia la pantalla, revisando los datos. Los mensajes, las llamadas recientes, todo estaba ahí. Pero una en particular llamó su atención. Un número que había llamado repetidamente en las últimas semanas, siempre de noche. El mismo número que había marcado justo antes de que Natalan llegara a la fábrica.

-¿Quién eres? -murmuró para sí mismo.

Revisó el origen del número, pero lo que descubrió lo hizo fruncir el ceño. El número estaba vinculado a una red encriptada, algo mucho más sofisticado de lo que esperaba. Esto no era obra de un simple criminal o de alguien buscando venganza personal. Había algo más profundo, una conspiración que se extendía más allá de lo que había anticipado.

Cellbit desconectó el teléfono y apagó todo, sintiendo que el piso bajo sus pies comenzaba a temblar. Sabía que debía actuar rápido, pero no podía hacerlo solo. Necesitaba ayuda, alguien con las habilidades necesarias para descifrar ese nivel de encriptación. Y solo una persona podía estar a la altura.

______________________________________

Horas después, Cellbit estaba en camino a reunirse con Felps, un viejo contacto, un genio de la informática y la ciberseguridad. Los dos habían trabajado juntos en el pasado, en operaciones delicadas que requerían discreción y precisión, y Felps siempre había entregado resultados impecables.

Al llegar al lugar acordado, una cafetería en las afueras de la ciudad, Cellbit entró y lo vio en una mesa al fondo, jugando distraídamente con su café. Felps levantó la vista cuando lo vio entrar y sonrió.

-Cellbit. Siempre es un placer verte. -dijo, aunque su tono era neutral. Felps no solía involucrarse emocionalmente en las cosas, pero respetaba a Cellbit por su habilidad y determinación.

-Lo mismo digo. Pero no estoy aquí para charlas. Tengo un trabajo para ti. -Cellbit se sentó frente a él, sacando el teléfono de Natalan y colocándolo sobre la mesa-. Necesito que desencriptes esto y me digas quién está detrás del número que lo llamó.

Felps levantó una ceja, sorprendido

-¿Esto es reciente? ¿Algo grande?

-Demasiado grande. -respondió Cellbit, su tono grave. Sabía que Felps entendería la gravedad de la situación con solo esas palabras.

Felps tomó el teléfono, observándolo con cuidado, y asintió

-Puedo hacerlo, pero esto no será rápido. Y si este número es tan complicado como me dices, puede que esté metido en algo serio. ¿Estás seguro de que quieres ir tan lejos?

Cellbit lo miró a los ojos, y en ese momento no había duda alguna en su mente.

-No tengo otra opción.

Felps suspiró, pero asintió nuevamente.

-Está bien. Dame unas horas. Te enviaré los resultados en cuanto los tenga.

Cellbit le dio una palmada en el hombro y salió de la cafetería, sabiendo que había dejado la situación en manos capaces. Pero también sabía que esto era solo el principio. Si lo que sospechaba era cierto, lo que venía a continuación haría que la tormenta de la noche anterior pareciera una simple llovizna.

Mientras caminaba hacia su coche, pensó en Roier nuevamente. Debía protegerlo a toda costa, pero cuanto más se adentraba en la oscuridad, más difícil se volvía mantenerlo a salvo.

Los ecos del silencio seguían resonando en su mente, recordándole que en su mundo, la paz era solo un espejismo pasajero, y la tormenta aún no había terminado.

______________________________________

𝓜𝔂 𝓵𝓲𝓽𝓽𝓮 𝓫𝓸𝔂 (Guapoduo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora