Bill un joven mexicano nacido en Mazatlán.
Stanford un hombre gringo que fue a Mazatlán a explorar la dichosa cueva del diablo.
. . .
esto será algo poco serio, quiero descansar del veneno un rato y hacer reír un poco a mis lectores.
No pasaron ni dos horas y ya estábamos metidos en otro puto problema. No pudimos traer muchas cosas al viaje ya que, nos banearon del mercado, por así decirlo.
Y ahora, es de noche y estamos en el puto cerro de un desconocido. Hay como cuatros camionetas sin placa girando por dónde estamos nosotros.
Pino está más dormido que despierto y yo solo traigo una navaja.
Yo creo que nací para absorber las desgracias ajenas; no tengo otra explicación.
Tengo miedo, y un chingo.
—Pino, pino —susurré—. Tenemos que irnos, vengamos otro día. Hay un cártel aquí cerca, vámonos güey.
El gringo se movió un poco pero no se quería despertar.
Puta madre.
¿Lo dejo aquí tirado o me lo llevo?
Ay ya, aquí se queda. No me importa, un gringo menos es mejor.
Me alejé un poco por las zonas oscuras pero me empezó a dar un revoltijo en el cerebro.
¿Y si lo matan? ¿Y si le hacen un vídeo? ¿Y si lo torturan? ¿Y si vende mis órganos? ¿Y si Stanford confía en mi? ¿Estoy traicionando su confianza? ¿Estoy siendo un traidor?
A la verga, me regreso.
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Al regresar Bill notó como unos hombres se bajaban de las camionetas. Rápidamente se ocultó y para despistar tiró un piedra lejos.
Le atinó.
Los hombres prestaron atención hacia el sonido; lo cual le dió tiempo a Bill de arrastrar al hombre de lentes.
—Levántate, carajo —abofeteó al hombre—. Hasta que despiertas, cabrón; vámonos de aquí antes de que nos encuen-
-Bill-
Todo se volvió negro.
Nos agarraron.
Pinche madre, me caga la vida.
No sé cuando tiempo estuve inconsciente Pero desperté amarrado junto a Pino.
—La que me parió.
Miré al Pino, estaba despierto y muy espantado. Escuché como alguien entraba, un güey todo tapado. Por lo visto era parte de la marina.
Corrupto, hijo de su puta madre.
—Aaah, nos tocó un corrupto, pues.
Me burlé y a cambio me pateó la cara. Que "Hijueputa".
—¿Villareal?
CHINGA-
—No soy yo.
El hombre nos miró a los dos; sacó una navaja, un encendedor y comenzó a calentar la navaja.
—Les haré unas preguntitas. Y tú, teñido; creo que tus papás pagarían una buena cantidad por tu rescate, eh.
Vale verga mi vida.
Ya estuvo que me voy a petatear aquí.
. . .
Hola, ya tengo el diseño de Bill.
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Ese es su diseño normal
Y este es el humano
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