9- Valentía y Defensa

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"Tus palabras te rodean
como si fueran niebla y
permiten esconderte detrás
de ellas"

Percy

Su pelo se movía levemente tras su arrebató,  y creo que pudo notar que yo había dejado de oírlo hace tiempo ya que golpeó mi pecho con su dedo. Salí del trance ¿por qué me gritaba? 

—Eres un cretino, como puedes poner en esta situación a mi hermana —exclamó, claro, el beso con Kelly. 

—Escucha Nicolás —Tomé su mano que me golpeaba—. Número uno eres malísimo cumpliendo cosas, Número dos yo no la besé por si no lo notaste esa chica vino corriendo y ni siquiera lo vi venir, Número tres eso me incumbe a mí y a Bianca. 

—Ojalá mi hermana decida no casarse contigo —exclamó dándose la vuelta y vimos a Bianca cruzada de brazos, mirándonos con enojo. 

—Hace tres días eran los mejores amigos del mundo, estaban bien —exclamó acercándose con peligro, Nico retrocedió chocando conmigo—. Y no por un tonto beso que fue lo más insignificante del mundo eos va cambiar.

—Bianca.

—Cállate aún no terminó —exclamó y golpeó su pecho—. Si a mi no me importa en lo absoluto ese beso, a ti menos Nicolás di Angelo, así que Cállate y tú Perseus Jackson aprende a decir que no y habla con esas niñas. 

—Lo haré —dije de prisa.

—Nicolás —insistió su hermana y este apretó sus labios, quería protestar. 

—Bien, como sea —dijo y se alejó. 

Bianca soltó un suspiro y me miró con una sonrisa amable,  como si antes no nos hubiera querido matar con los ojos.  

—¿Puedes enseñarme a surfear ahora? —cuestionó, la miré, perplejo. 

—Ehh sí, claro —dije y sonrió.   

Estando ya en la playa, Bianca se estiraba frenéticamente y repetía un mantra de que ella podía hacer esto. Coloqué el bloqueador en mi cuerpo mientras mis amigos le echaban porras a Bianca. Jugaban voleibol y Nico leía un libro en la palapa donde podía ser cubierto del sol. 

Tomé la tabla y caminé al mar, quería relajarme un rato antes de enseñarle a Bianca. 

Caminé hacia el agua, sintiendo la arena tibia bajo mis pies antes de que las olas comenzaran a cubrirlos. Me dejé envolver por el ritmo del mar, ese vaivén calmante que siempre había sido mi escape. El sonido de las olas, el sol acariciando mi piel y la brisa salada me recordaban por qué amaba surfear. Subí a la tabla con facilidad y, tras remar unos metros, me dejé llevar por la corriente. El océano parecía susurrarme, acompañándome en cada movimiento. 

Me concentré en la primera ola que apareció en el horizonte. Remé fuerte, sintiendo la velocidad creciente a medida que la ola me empujaba. Me puse de pie con agilidad y fluí sobre la superficie, sintiendo la libertad en cada giro que hacía. Durante unos segundos, no había preocupaciones, ni planes, ni compromisos, solo el sonido del agua y la sensación de estar en perfecta sincronía con la naturaleza.

Me dejé caer suavemente de la ola, relajado, y volví a remar hacia la orilla. Mientras me acercaba, vi a Bianca agachada, tratando de ajustar su tobillo a la correa de la tabla, murmurando algo para sí misma, probablemente su mantra motivador. Me hizo sonreír. No tenía la menor idea de lo que estaba por hacer, pero ahí estaba, lista para intentarlo. La persistencia de Bianca era algo que me impresionaba. 

—Muy bien, Bianca —dije, bajando de la tabla y caminando hacia ella—, el primer paso es no dejar que los nervios te controlen. El océano puede ser intimidante, pero la clave es mantener la calma. 

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