IX

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Nunca imaginó verla así, atrapada en un círculo vicioso de tristeza, insistiendo con llamadas desesperadas, rogándole que regresara y la amara otra vez.

Amor. Esa palabra parecía escaparse de los labios de su madre, como si solo deseara saborearla una vez más en la boca de su padre.

—Mamá.

—Hancock... —Su madre se incorporó lentamente, sentándose en la cama. Sus ojos estaban enrojecidos, pero su sonrisa luchaba por aparecer mientras las lágrimas brotaban—. Mi linda y hermosa niña —sollozó—. Lo siento, estoy bien.

—¿Papá ya no vendrá?

La mujer palmeó la cama, invitándola a que se subiera. Hancock obedeció, acurrucándose junto a ella mientras sentía los dedos de su madre acariciándole el cabello, un gesto cálido y lleno de ternura.

—No, no vendrá —dijo su madre con una sonrisa rota.

—¿Por qué? —preguntó Hancock, inocente, pero inquieta.

—Porque a veces... las cosas tienen que ser así —respondió, tomando aire como si necesitara fuerzas para continuar—. A veces el amor se termina.

Hancock frunció el ceño, incapaz de comprender cómo algo tan grande podía simplemente desaparecer.

—¿No se amaban?

—Por supuesto que sí. Pero a veces, incluso el amor se equivoca, y eso está bien —dijo su madre, su voz temblorosa pero firme.

—¿Tú... aún lo amas? —preguntó la niña, buscando alguna respuesta en el rostro de su madre.

Ella asintió en silencio y atrajo a Hancock en un abrazo cálido y reconfortante.

—Si, y mucho...—ahogo un sollozo—, pero estaré bien —susurró.

Recuerda esas semanas difíciles en las que su madre se rompía una y otra vez, como fue todo un desastre cuando los papeles de divorcio llegaron a su puerta y enterarse que la otra mujer esperaba un hijo con su antiguo amor, la sumergió en las profundidades de un corazón roto.

Durante ese tiempo, su tía Viola siempre estuvo a su lado, ofreciéndole apoyo constante. Incluso Doflamingo, con su usual frialdad, intentaba consolarla en los peores momentos. Pero fue Rosinante quien más la sostuvo, recordándole su valor, recordándole que el amor perdido no definía quién era. 

Culpa. Esa palabra se enredaba en su mente como una maraña imposible de desenredar. ¿De quién era la culpa? ¿De su madre, por amar demasiado, o de su padre, por no haber sido responsable con la vida que construyeron juntos y abandonarla con tanta facilidad?

Tal vez nunca tendría la respuesta a esa pregunta. Pero una cosa era clara: su madre no era la única que aprendía a vivir con un corazón roto.

Inhalo todo el aire que perdió ante la imagen frente ella. Odia ver esa sonrisa tonta en Law, más si es provocada por el chico que le gusta. No entendía por qué Luffy no podía mirarla, apreciar su belleza y aceptarla como su futura esposa.

¿Por qué tenía que bailar con él? El hombre que destruyó a su familia y llevó a su tío Rosi a la cárcel. ¿Era justo que él estuviera ahí, divirtiéndose, mientras su tío estaba encerrado tras las rejas?

Y cada que pienso en ti
Se enciende mi corazón
Y nada es más triste que hoy
Hablar de ti

No tolera estar ahí, sentada en el sofá central de la sala, escuchando aquella canción que le quema el corazón, como si sus sentimientos fueran inválidos.

¡Oh! Capitán - Lulaw / LawluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora