Capítulo 1: El Despertar de la Peste

195 18 4
                                    



El Anillo del Orgullo estaba en calma tras la feroz batalla. Los exorcistas, enviados desde el Cielo para purgar las almas condenadas, habían sido aplastados gracias a una alianza inesperada: Charlie Morningstar, la princesa del Infierno, había unido fuerzas con Rosie, la temida líder de los caníbales. En la periferia del campo de batalla, Lucifer, el gran rey del inframundo, había intervenido en el momento justo para asegurar la victoria, sellando el destino de los invasores. Entre los cuerpos de los caídos, uno destacaba: Adam, el primer hombre, yacía muerto en el suelo.

Rosie se acercó al cadáver con una sonrisa de triunfo. "Este sí que es un trofeo digno", murmuró, agachándose para inspeccionar el cuerpo de Adam, cuya piel aún irradiaba un leve brillo celestial.

Algunos de sus seguidores ya habían comenzado a cortar pequeños pedazos de carne de los cuerpos de los exorcistas, incapaces de resistir la tentación. Rosie no se molestó en detenerlos; Sabía que su gente, ávida por probar la carne de los ángeles, podía enfermarse inicialmente, pero nada que un poco de fuego y tiempo no pudiera arreglar. Hoy, sin embargo, sería un banquete especial, y tenía planos muy concretos para el cuerpo de Adam.

Esa noche, el barrio caníbal rebosaba de vida. Antorchas iluminaban las calles, mientras largas mesas estaban preparadas con platos que desbordaban carne de exorcistas cocida, asada y frita. Los caníbales, en medio de risas y cánticos, devoraban con ansias los manjares frente a ellos. Rosie, en el asiento de honor al frente de la mesa principal, sostenía una copa que contenía la sangre de Adam. La levantó ante la multitud que la observaba con devoción.

"Por nuestra victoria, y por lo que está por venir", brindó Rosie, mientras sus súbditos alzaban sus copas en respuesta y estallaran en gritos de celebración.

Rosie, sin embargo, no compartía la voracidad de sus compañeros. En lugar de devorar la carne cocida, prefirió un platillo más exclusivo: carne cruda de Adam. Saboreó el primer bocado lentamente, dejando que el sabor y la textura de la carne cruda se impregnaran en su paladar. Pero algo en esa carne vibraba algo diferente y poderosa, como si estuviera devorando más que solo carne.

No mucho después, el ambiente festivo empezó a cambiar. Al principio, era solo un murmullo. Uno de los caníbales dejó caer su plato, su rostro palideciendo repentinamente. Otro empezó a temblar, mientras se llevaba la mano al estómago.

"¿Qué demonios les pasa?" preguntó Rosie, frunciendo el ceño ante la escena que se desarrollaba frente a ella. Varios caníbales comenzaron a convulsionar en sus asientos, soltando gemidos de dolor.

1... Un temblor recorrió los cuerpos de los caníbales como una ola, haciendo que cayeran al suelo mientras convulsionaban. Sus cuerpos se agitaban incontrolablemente.

2... Los temblores se intensificaron, los espasmos volvieron a ser violentos. "¡Ayuda!" gritó uno de los pocos que aún estaba consciente, pero nadie podía hacer nada. Los cuerpos de los afectados se torcían de manera antinatural, como si algo estuviera rompiendo sus huesos desde dentro.

3... Rosie sintió cómo el miedo se apoderaba de ella. "¡Esto no es normal!" murmuró mientras veía a sus seguidores, uno tras otro, caer presa de espasmos. Sus ojos vacíos de conciencia la miraban sin ver.

4... Los gritos de dolor llenaron el aire. Las extremidades de los caníbales se retorcían de maneras imposibles, sus cuerpos se movian como poseidos mientras algo oscuro y siniestro comenzaba a transformarlos. Rosie retrocedió, sin poder creer lo que estaba presenciando.

5... Y entonces, de repente, todo cambió. Los caníbales se levantaron de golpe. Sus pieles estaban cubiertas por venas doradas que se notaban en sus rostros. Sus ojos, apagados y sin vida, destellaban con una luz siniestra. Ya no eran aquellos que comian alegremente hace unos momentos, ni siquiera eran los mismos seres que ella había liderado.

"¡¿Qué está pasando?!" gritó Rosie, retrocediendo cuando uno de los infectados se lanzó sobre un caníbal que aún no había sucumbido. Las armas que blandían sus seguidores parecían inútiles: los cuchillos y espadas se rompían al contacto con la dura piel de los infectados.

"¡No puede ser!", exclamó uno de los caníbales, blandiendo una lanza celestial que había robado de un exorcista caído. La hoja apenas logró cortar la piel de uno de los infectados, pero no fue suficiente para detenerlo. El ser avanzó, imparable, como si nada hubiera pasado, como si no lo hubiese sentido.

Rosie observaba con horror cómo el caos se apoderaba de su banquete. Lo que antes era una celebración de victoria ahora se había convertido en una pesadilla viva. De repente, un dolor intenso atravesó su propio cuerpo. Cayó de rodillas, sujetándose el pecho mientras sentía cómo su carne se desgarraba y algo oscuro y viscoso emergía de su espalda.

Con un grito desgarrador, Rosie vio salir esa masa amorfa que rápidamente tomó forma frente a ella. Lo que emergió no era un simple ser; era una entidad imponente, alta y musculosa, con alas negras que se desplegaron como si reclamara el infierno mismo.

El ser se volvió hacia Rosie, sus ojos brillando con malicia. Se inclinó sobre ella y, con un movimiento rápido, mordió su cuello. El dolor fue insoportable, pero junto con el dolor vino algo más. De la herida que le causó, comenzó a crecer alas oscuras, similar a las del ser que la había mordido.

"¿Qué... qué me estás haciendo?" Jadeó Rosie, sintiendo cómo su cuerpo cambiaba con cada segundo que pasaba. Su piel se endurecía, sus sentidos se agudizaban, y una nueva oscuridad la invadía. No era la misma.

"Ahora... eres mía", dijo la criatura con una voz profunda y resonante, acariciando la cabeza de Rosie con fría indiferencia.

Los infectados, al escuchar el poderoso grito que Rosie soltó, se detuvieron de inmediato. Como si una fuerza invisible los controla, uno por uno fueron ante ellos cada uno comenzó a arrodillarse ante ella y su nuevo amo. El barrio caníbal, una vez su dominio, ahora era territorio de algo mucho más oscuro y siniestro.

"Vayan", ordenó el ser, con su voz resonante extendiéndose por las calles. Los infectados obedecieron sin dudarlo, dispersándose por el Anillo del Orgullo con una sola misión: propagar la infección.

Rosie, ahora transformada y más poderosa de lo que jamás había sido, observaba con una sonrisa cruel olvidando su yo anterior. "El Infierno no sabe lo que se le viene encima", murmuró, mientras sus alas se elevaban en su nueva forma.

El Infierno estaba a punto de enfrentar una nueva amenaza, mucho más peligrosa que cualquier señor supremo o exterminio. El nuevo no solo era líder de los caníbales. Era algo más. Y su reino de terror recién comenzaba.

 Y su reino de terror recién comenzaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pecado Z: El AlzamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora