Capítulo 13: La Dualidad del Alma

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En lo alto de un edificio fortificado, Vox observaba los monitores con ojos cansados pero alerta. Su base, uno de los últimos refugios en medio de la devastación causada por la infección, había sobrevivido hasta ahora a los ataques. Pero hoy, algo lo inquietaba profundamente. El retorno de Velvette era tardío, y la tensión en la sala de vigilancia era palpable.

Finalmente, Velvette irrumpió en la habitación. Su rostro, normalmente despreocupado, estaba ahora deformado por la rabia. Sus ojos chispeaban de furia, y su cuerpo parecía temblar por el enojo acumulado.

—¡Maldita Carmilla! —exclamó al entrar, agitando los brazos—. Me tendió una trampa. Perdí a dos hombres en el proceso, y casi no regreso con vida.

Vox la miró con una calma gélida, como si no le importara el enojo de su subordinada.

—Debiste ser más cuidadosa —dijo, su voz cortante y llena de reproche—. Ya sabías que Carmilla estaba rondando por esta área. No esperaba que cayeras tan fácilmente.

Velvette apretó los dientes, claramente a punto de replicar, pero antes de que pudiera decir una palabra, Vox la acorraló con su mirada helada.

—Cuidado con lo que dices, Velvette. —Su tono era bajo, casi amenazante—. Recuerda dónde estás. Este edificio, esta base, todo lo que ves está bajo mi control. No tienes el poder para enfrentarte a mí, y lo sabes.

Velvette desvió la mirada, mordiendo su orgullo. Sabía que Vox tenía razón, pero la humillación la quemaba por dentro. No era momento de enfrentamientos internos, no cuando la amenaza externa era tan palpable.

De repente, el suelo tembló. El eco de una explosión resonó en la distancia, haciendo que las luces parpadearan. Vox inmediatamente se giró hacia sus pantallas de seguridad.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, su voz firme pero con un toque de urgencia.

Un soldado al otro lado del comunicador respondió rápidamente:
—¡Alguien está guiando a un grupo de infectados hacia nuestra base! Están llegando en grandes números, señor. No sé cómo, pero se están organizando.

Vox frunció el ceño y activó sus drones de vigilancia para evaluar la situación desde el exterior. Las imágenes que aparecieron en los monitores mostraban una horda de infectados, moviéndose con una coordinación inquietante, como si alguien los dirigiera. Su mirada se enfocó en una figura que destacaba entre ellos.

Era pequeña, ágil, con cabello rojo brillante y un vestido rojo que sobresalía bajo una chaqueta negra. A pesar de que su rostro estaba cubierto, había algo perturbadoramente familiar en ella. Era casi como si supiera exactamente dónde moverse, dónde atacar. La figura se desplazaba con precisión, dirigiendo el ataque con una fluidez que no correspondía con la naturaleza errática de los infectados. Y, lo más extraño de todo, era que los infectados no la atacaban. De hecho, parecían moverse a su alrededor, como si estuvieran protegiéndola.

Vox entrecerró los ojos, intrigado, pero también preocupado. ¿Quién era esa chica? Algo en ella lo inquietaba, pero no podía saber qué exactamente.

La chica levantó la vista y miró directamente hacia uno de sus drones, como si supiera que la estaban observando. Un brillo oscuro y malicioso es lo que noto Vox como si lo vieran directamente, antes de que la chica desapareciera entre la multitud.

—¿Cómo va la defensa? —preguntó Vox con un tono más severo, sintiendo que algo estaba terriblemente mal.

—Nos están superando, señor —respondió uno de sus hombres, su voz llena de pánico—. ¡Son demasiados, y avanzan rápido!

Pecado Z: El AlzamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora