Capítulo 09: El pecado de los padres.

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Gabriel Hamilton

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Gabriel Hamilton.

Hace 17 años...

Nunca olvidaré ese día.

Eran pasadas las 6 de la tarde, mi madre y su esposo tenían una fuerte discusión, más que eso; él había enloquecido, apuntaba a mi madre con un arma y al mismo tiempo conducía. Mi hermanita de tan solo 3 años lloraba desde hace bastante tiempo, yo estaba en un perfecto estado de shock, temía lo que podría pasar si gritaba e incluso si me movía. Hasta que me di cuenta de lo que pretendía hacer Eduar, nos iba a matar a todos.

Conducía a gran velocidad rumbo a un precipicio, no le importaba que en el auto fueran su esposa y su única hija, demasiado pequeña para entender cualquier cosa.

Mi madre volvió a verme, su expresión era de genuino terror, sus ojos inflamados de tantas lágrimas y maquillaje corrido. Se giró un poco más para ver a Ana que no dejaba de llorar y de nuevo a mí. Lo vi en sus ojos, íbamos a morir.

Los gritos de Eduar la hicieron volver a incorporarse, él le golpeaba la cabeza con el cañón mientras mi madre sollozaba suplicando que no lo hiciera, Eduar soltó una risa histérica.

El acantilado se veía cada vez más cerca.

La adrenalina me hizo moverme al fin, tenía que salir de ese auto, era ahora o nunca.

Solté las correas que mantenían a la niña en su silla y la tomé en mis brazos. No tuve tiempo de pensarlo, cuando ya estábamos cerca de caer no sé cómo abrí la puerta y salté. 

Aferre a Ana a mi cuerpo con todas mis fuerzas, por un instante estábamos volando, al siguiente nos estrellamos contra el piso y empezamos a rodar. Fue todo tan rápido, al principio no sentí dolor, no sentía nada más que el zumbido de la sangre bombeando en mi cabeza, sabía que aún estaba consciente, eso era bueno.

Escuche el ruido del auto golpeando contra las rocas mientras se precipitaba y luego la explosión.

La preocupación por mi hermana me hizo abrir los ojos. Ella seguía en mis brazos, pero ya no lloraba, mis lágrimas brotaron temiendo lo peor, me temblaban las manos y todo el cuerpo, un dolor abrumador me invadió, estaba tan asustado, tan ido que no pude notar en ese momento la respiración de mi hermana y la creí muerta.

En esa solitaria carretera a las afueras de la ciudad vi un auto que se detenía y dos personas que corrían hacia mí. Yo estaba en el mismo sitio, aferrando con fuerza el pequeño cuerpo de mi hermana entre mis brazos. Cuando uno de los hombres estuvo suficientemente cerca no pude más, cerré mis ojos, por el dolor intenso, pero más que nada, por la impotencia de perderlo todo, la desesperación de que te arrebaten a la fuerza a las personas que amas otra vez, otra vez... ¿Otra vez?

Caí en un profundo sueño. En el cual me encontré con recuerdos, ¿Pero de quién eran estas memorias? ¿Eran mis recuerdos?, era una vida pasada.

 En el cual me encontré con recuerdos, ¿Pero de quién eran estas memorias? ¿Eran mis recuerdos?, era una vida pasada

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