Capitulo 11

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Hay cosas que simplemente pasan, sin dar un porque.

– No quiero que tu seas una de esas cosas.

– Es mejor asi.
 




Eran pasadas las cuatro de la mañana, la poca luz de luna que llegaba a la ventana de Suguru se reflejaba en el rostro de el albino, quien entre cobijas se encontraba profundamente dormido entre los brazos de su amigo. Pero este ultimo no pudo pegar un pestañeo, dejo que mientras masajeaba con sus dedos el cabello de Satoru se quedara dormido, y lo logro, pero el simplemente no podia. Solo se quedo mirando el techo, con un par de brazos rodeandolo, y un cabello color crema sobre el, cubierto con una manta caliente.

«No me hagas soprepensar esto, Satoru»

Era lo que pasaba por la mente de Geto. No lo queria decir, pero el tener a su albino adorado nuevamente a su lado le habia dado luz a su cuerpo incluso esas pequeñas horas que habian pasado juntos. No queria despegarse de el bulto que tenia en su cama, no queria, pero debia.

Lentamente quito el brazo que estaba sobre el, nuevamente se coloco la ropa que había quedado en una esquina tras estar con Satoru; y con cuidado cubrio al albino con la misma manta, coloco sus zapatillas y cuando estaba por salir, escucho una voz casi insonora, que parecia raspar su garganta por lo ronca que sonaba.

– No te vayas Suguru, no otra vez...

Los ojos del pelinegro comenzaron a lucir acuosos, al voltear a ver al dueño de esta frase, noto que seguia dormido, y seguia balbuceando cosas sin sentido. Y lo agradecio tanto, por que tenia miedo de que si este le pidiera que retrocediera, tal vez podria ceder.

Asi que finalmente salio, cerrando la puerta a sus espaldas, dando como resultado que cuando el albino desperto de ese sueño profundo (que habia estado evitando tantas dias), noto la ausencia de su adorado pelinegro. Odiaria que alguien oensara que Satoru era su cómplice, asi que antes de salir se llevo todo lo que podia delatar que ese lugar era en el que vivia.

Finalmente dieron las 9 de la mañana, algo tarde para clase. El albino fue despertado por su teléfono que sonaba y vibraba. Antes de que su cerebro despertara todo el telefono por reflejo y lo puso en su oreja.

– ¿Donde estas?, ¿No piensas llegar? Yaga me pregunta por ti como si te estuviera cubriendo...–Esté finalmente recobro conciencia, recordando que estaba en la habitación de su novio, pero el no estaba ahi. Solo el y su propia ropa tirada en el suelo. Recorria su mirada en silencio para buscar si Suguru esta vez habia dejado almenos una nota, no fue asi.–...¿Gojo? ¿Estas ahi?

– Si, yo...ahora voy. Me quede en casa de alguien.

– ¿De quien?

– Una chica.

– Ah, pues date prisa, me regaña en vez de a ti.

Colgo el telefono, comenzo a colocarse la ropa nuevamente y acomodar su cabello, mientras caminaba como loco recorriendo el lugar, gritando el nombre del pelinegro. «Suguruu», «Suguru, no te fuiste esta vez, ¿Cierto?», «Suguru».

Despues un rato, noto que si, otra vez se habia hido. Al pensarlo un rato sentado en el colchon, con las sabanas desordenadas; finalmente se digno a salir.

Almenos despues de ese dia podia intentar volver y rezar para que alguna vez lo volviera a encontrar ahi. Las imagenes de anoche jamas iba a borrarlas de su mente, jamas, ni aunque quisiera.

– Si, ya estoy llegando, solo ignoralo. Cuando llegue se olvidara de ti y me comenzara a gritar como siempre...si, okey...adios.

Estaba por llegar a la escuela de nuevo, y para matar el tiempo veia su bandeja de mensajes, muy hasta abajo, la de Suguru. Mensajes repletos de signos de admiración, cientos de llamas que no fueron contestadas, y finalmente mensajes pidiendole que porfavor al menos respondiera. Mensajes que ni si quiera llegaron a su telefono, o a ser leidos.

Miles de lunas pasaron...[Satoru x Suguru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora