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Una joven de 20 años entró corriendo al box de Urgencias, estaba muy nerviosa. Su madre, al otro lado del mostrador, hacía aspavientos con las manos, angustiada.

Eran extranjeras, nadie conocía su historia. Los tatuajes que recorrían el cuerpo de la joven demostraban que hacía mucho tiempo que su vida no le pertenecía, sino que era el resultado de una serie de malas decisiones.

Con la cabeza rapada, salvo la parte de arriba, que tenía cortada a trasquilones, fingía controlar la situación, aunque era obvio que no era así. Su mirada la delataba.

Tenía miedo. Algo había salido mal. Había perdido el control.

Se esforzaba por no llorar, pero sus nervios estaban a flor de piel. No paraba de caminar de un lado a otro, llevándose las manos a la cabeza. Con los dientes apretados, abrió los ojos para mostrar una mirada vacía, ausente.

Su madre, a la que había dejado en la sala de espera, empezó a gritar. Quería ver a su hija, pero no era posible. La joven había cruzado el umbral, sola.

No quería testigos de su error. Al menos, no más de los estrictamente necesarios.

Desolada, se dejó caer al suelo con un grito desgarrador.

Sus ojos siguieron fijos en ninguna parte. Se había perdido.

Turno de Urgencias. Bienvenidos al Box. Que no pare la fiesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora