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—Suéltalo de una vez, ¿quieres? —preguntó Charlie, fuera de sí. 

Emy quiso protestar, pero no encontró las palabras necesarias. La situación la estaba desbordando por momentos y no podía permitirse perder el control. Debía actuar como una profesional, y no dejarse llevar por las emociones o la primera impresión.

—Se llama Anne —dijo por toda respuesta, clavando sus ojos en los del médico.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Charlie, echando un vistazo rápido a la joven, que seguía sentada en el suelo, a sus espaldas.

Emy le tendió una tarjeta de plástico. Era un documento de identidad extranjero, en el que aparecía el nombre de la chica, seguido de un apellido impronunciable. Leyó la nacionalidad en voz alta.

—Danesa.

—Sí —confirmó Emy a su vez.

—Imagino que está aquí de vacaciones —adivinó Charlie, acostumbrado a la marea de extranjeros y turistas que inundaban las Urgencias cada día, igual que un tsunami.

—No —lo corrigió Emy—. Hace dos semanas que viven aquí. La madre dice que necesitaban un cambio de aires.

—¿Y han venido a Ibiza desde Dinamarca? —exclamó Charlie, visiblemente sorprendido.

Se volvió una vez más hacia la joven, que seguía en la misma posición que antes. Se fijó en su pelo rapado y la mata de greñas rubias que sobresalía desde su coronilla hasta el inicio de la frente. 

Tenía la piel llamativamente blanca y llena de tatuajes de todo tipo. Los dibujos, hechos en su mayoría con tinta negra, llamaban poderosamente la atención sobre un lienzo tan pálido. Lejos de sentirse intimidado por una estética tan agresiva y poco común, Charlie decidió darle un voto de confianza a la joven.

—¿Anne? —la llamó desde donde estaba, de pie junto a Emy.

La enfermera contuvo la respiración. No le había contado toda la historia al médico.

Turno de Urgencias. Bienvenidos al Box. Que no pare la fiesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora