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—Estamos perdiendo el tiempo —dijo Gema, llevándose las manos a la cabeza.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Charlie, todavía con la mano suspendida en el aire.

—No podemos salvar a quien está empeñado en destruirse —contestó la médico, impotente—. El juego no funciona así.

—¿Por qué habláis cómo si la estuvierais desahuciando? —saltó Nata, molesta. No entendía lo que estaba pasando. Se giró hacia Lolo, fulminándolo con la mirada—. ¿Por qué no me dices lo que sabéis todos menos yo?

—Es por el paquete —empezó a explicar Lolo, manteniendo la calma.

—¿Qué pasa con él? —estalló de indignación la enfermera.

—Nata —dijo Charlie, frunciendo el ceño—. Es una dosis.

—¿Una dosis? —preguntó, atónita. Se acercó al médico con paso firme, inspeccionando el pequeño bulto que sostenía en la mano—. ¿Qué creéis que es?

—Cocaína —contestó Lolo, haciéndose el enterado.

—Es la suposición más acertada, desde luego —dijo Gema, volviéndose hacia la mujer para preguntar—. ¿Cocaine?

Se lo preguntó igual que si le hubiera pedido información sobre una calle, una sala de baile o un teatro. Su naturalidad y falta de asombro le hicieron conectar de manera extraña con la madre, que contestó con una serie de frases estropajosas y aceleradas.

—¿Y bien? —preguntó Charlie a su vez, deseando oír la traducción.

—Dice que su hija consume cocaína —dijo Nata, recalcando la última palabra.

—Obvio —dijo Lolo, asomando una sonrisa de superioridad en la comisura de los labios.

—¿No es demasiado joven? —se escandalizó Emy, que no se había planteado un escenario tan grotesco.

—No hay una edad apropiada para meterse coca, Emy —la corrigió Gema, apoyando una mano en su espalda—. De todas formas, aunque esta pobre chica sea asidua al polvo blanco, no es eso lo que la ha dejado en este estado tan lamentable.

Los enfermeros, sin comprender lo que quería decir, esperaron la opinión de Charlie, que no tardó en pronunciarse.

—Que lleve esta dosis encima no significa nada ahora mismo —dijo dando vueltas a los bordes de plástico, anudando el paquete—. Si hubiera consumido cocaína no estaría así. Nos está ocultando algo.

Fulminó con la mirada a la mujer, que había dejado de comportarse como una enajenada. Nata reanudó con vehemencia el interrogatorio, sacándole las palabras a cuentagotas.

—Dice que su hija suele salir a la calle con un par de dosis preparadas, pero que nunca se había encontrado así después de meterse una raya. Como pensábamos —añadió mirando a Lolo—, suelen ir juntas de fiesta. 

—Menuda manera de estrechar lazos familiares —saltó Emy—. Yo ayudaba a hacer magdalenas a mi madre.

—Esto es más divertido —dijo Sergio, con ironía—. Y de regalo pueden disfrutar de una visita guiada a Urgencias. 

—Sean unas descerebradas o no —intervino Gema, dirigiendo la conversación hacia donde le interesaba—, creo que deberíamos llamar a la Policía.

—Antes prestaremos atención a la chica, si no te importa —dijo Charlie—. Aunque estable, debemos monitorizarla y ver cómo podemos conseguir que responda. 

—De acuerdo —aceptó su colega, cruzándose de brazos—. ¿Y qué hacemos con la mamá del año? ¿Dejamos que se dé una vuelta por pediatría, por si quiere adoptar un niño?


Turno de Urgencias. Bienvenidos al Box. Que no pare la fiesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora