𝖚𝖓𝖔

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𝟭𝟭𝟮 𝗗. 𝗖. 𝗞𝗶𝗻𝗴'𝘀 𝗟𝗮𝗻𝗱𝗶𝗻𝗴

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Habían pasado dos días desde que Ceryse Hightower había llegado a la corte, y la inquietud en la Fortaleza Roja era palpable. Se respiraba una tensión contenida, alimentada por la expectativa y la emoción que recorría los pasillos como un fuego silencioso. El rey Viserys, generoso y deseoso de consolidar su linaje, había ordenado un gran torneo en honor de su futuro heredero, aún no nacido, pero cuya llegada era inminente. Las salas del castillo vibraban con la preparación de los festejos, pero Ceryse no podía evitar sentir un extraño vacío entre la pompa y el bullicio. En aquel momento, la corte parecía estar esperando algo más que el nacimiento del hijo del rey.

El eco de sus pasos resonaba en los corredores vacíos mientras se dirigía a los aposentos de su hermana. A medida que avanzaba, los pensamientos inundaban su mente. Aún no se acostumbraba a la magnificencia de la Fortaleza Roja ni al peso que sus altos muros y techos de piedra parecían proyectar sobre todos los que habitaban bajo ellos. Cada rincón ocultaba secretos, susurros que ella apenas empezaba a comprender, y, sin embargo, sentía que estaba siendo absorbida por algo mucho mayor de lo que alguna vez imaginó.

De repente, a lo lejos, divisó una figura solitaria emergiendo de la sala del consejo. Alto, robusto y de cabellos tan blancos como la nieve, caminaba con paso firme y decidido. Su porte era imponente, casi sobrehumano, y su sola presencia llenaba el aire de un silencio reverencial. Ceryse lo reconoció de inmediato: el príncipe Daemon Targaryen. Había oído hablar de él durante toda su vida, de su valentía en la batalla y su reputación de ser tan temido como admirado. Hasta aquel momento, él había sido el heredero al trono de su hermano, pero eso estaba por cambiar con el nacimiento del nuevo hijo del rey.

Daemon avanzaba con una expresión de disgusto apenas contenida. Su mirada, oscura y llena de furia contenida, rozó a Ceryse por un instante, pero él no se detuvo. La ignoró por completo, como si fuera un fantasma que no merecía su atención. Pasó a su lado sin siquiera girar la cabeza, dejándola inmóvil, sorprendida ante la magnitud de su indiferencia. Era como si su existencia no fuera más que un susurro en el viento, y el frío de esa sensación la golpeó de lleno.

Ceryse, sin embargo, no pudo evitar girarse para seguir con la mirada la figura del príncipe mientras se alejaba, su capa ondeando tras él como las alas de un dragón. El tiempo pareció detenerse. Cada uno de sus pasos resonaba en sus oídos como un eco distante, y aunque el príncipe ya había desaparecido de su vista, el impacto de ese breve encuentro quedó grabado en su mente. No era solo un hombre, pensó para sí misma, sino una leyenda viva, un dios entre mortales, como sus hermanos le habían contado.

Finalmente, y con gran esfuerzo, Ceryse se forzó a seguir su camino hacia los aposentos de su hermana. Al llegar, fue recibida por el cálido y vibrante abrazo de la princesa Rhaenyra, quien la vio entrar y corrió a su encuentro con una sonrisa que iluminaba toda la habitación.

"¡Ceryse!" exclamó Rhaenyra con alegría. "Al fin has venido. Te estaba esperando."

Ceryse sonrió ante la efusividad de la princesa. Sabía que Rhaenyra había insistido en su llegada a King's Landing, y en esos momentos, su fascinación por ella solo crecía. La princesa era todo lo que Ceryse deseaba ser: fuerte, segura de sí misma, y con la promesa del poder en sus manos. Cada vez que veía a Rhaenyra, sentía la presión de las expectativas sobre sus propios hombros.

𝒖𝒍𝒕𝒓𝒂𝒗𝒊𝒐𝒍𝒆𝒏𝒄𝒆 | ᴄᴇʀʏꜱᴇ ʜɪɢʜᴛᴏᴡᴇʀ  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora