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: ̗̀➛𝟭𝟭𝟱 𝗗. 𝗖 𝗞𝗶𝗻𝗴'𝘀 𝗟𝗮𝗻𝗱𝗶𝗻𝗴↴
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──★ HABÍAN PASADO TRES AÑOS desde que Rhaenyra fue nombrada la heredera del Trono de Hierro, tres años en los que Ceryse Hightower había visto cómo todo a su alrededor cambiaba de manera drástica e irreversible. La Fortaleza Roja, que una vez había sido un lugar lleno de risas compartidas y secretos entre amigas, ahora estaba dividida por un abismo de tensiones no dichas, resentimientos velados y alianzas rotas. Ceryse, con catorce años, había dejado atrás la inocencia de su niñez, y aunque aún no entendía completamente las intrigas de la corte, no era ajena al frío que se sentía en los corredores desde que su hermana, Alicent, se había convertido en la esposa del rey Viserys.
La boda de Alicent había sido un golpe brutal, especialmente para Rhaenyra. Lo recordaba con claridad: los susurros que recorrieron Desembarco del Rey cuando se supo que la joven reina estaba embarazada, y cómo Rhaenyra se había cerrado en sí misma, dejando de lado incluso a Ceryse, con quien antes compartía confidencias y momentos de risa. Ceryse no podía culpar completamente a Rhaenyra. Sabía que el matrimonio entre su hermana y el rey había alterado el equilibrio de poder de formas profundas y duraderas, pero eso no hacía que la distancia entre ellas doliera menos.
Los tres años siguientes habían estado marcados por una serie de cambios en las dinámicas familiares. Alicent, una vez la dulce hermana mayor que la cuidaba y la protegía, había asumido un rol completamente diferente como reina, madre de Aegon y ahora nuevamente embarazada. La relación entre ellas se había vuelto más formal, menos afectuosa. Alicent estaba atrapada en las intrigas, mientras Ceryse se sentía como una espectadora en un teatro que no comprendía del todo. Además, la llegada de Aegon había aumentado aún más las tensiones, ya que su nacimiento desató rumores sobre si el niño desplazaría a Rhaenyra como heredera, y aunque Viserys había insistido en que Rhaenyra seguiría siendo su sucesora, los cuchicheos no cesaban.
La única fuente de consuelo para Ceryse en esos años había sido Laena Velaryon, quien también había sufrido la indiferencia de la corte tras ser rechazada por el rey como futura esposa. Ambas habían encontrado una amistad en medio del caos, y Laena, con su espíritu aventurero y su risa contagiosa, había llenado un vacío en el corazón de Ceryse. Juntas, habían compartido momentos de escape, caminando por los jardines o montando a caballo, lejos de las miradas calculadoras y las sonrisas forzadas de los cortesanos.
Sin embargo, aunque esos momentos eran una distracción, no podían borrar la realidad. Ceryse aún tenía que enfrentar la dura verdad de que su relación con Rhaenyra estaba rota, posiblemente más allá de cualquier reparación. Rhaenyra no había perdonado a Alicent, y en su rencor hacia su madrastra, Ceryse también había sido arrastrada al abismo del resentimiento. Las palabras que alguna vez fluían entre ellas ahora eran sustituidas por largos silencios y miradas furtivas. Cada vez que Ceryse intentaba acercarse, Rhaenyra se apartaba, fría y distante.