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: ̗̀➛𝟭𝟯𝟮 𝗗.𝗖 𝗞𝗶𝗻𝗴'𝘀 𝗟𝗮𝗻𝗱𝗶𝗻𝗴↴
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──★ LAS ANTORCHAS DE LOS PASILLOS arrojaban sombras titilantes sobre las paredes de piedra mientras Daemon caminaba junto a Alyssane. Las voces de los criados y el susurro del viento se entrelazaban en el silencio de su andar, y la calma de esa tarde parecía acentuar el peso de los pensamientos que Daemon llevaba consigo.
"Últimamente, tu madre me trata como si fuera un extraño," dijo Daemon, rompiendo el silencio con un susurro que no pretendía delatar la profundidad de su inquietud, aunque en el fondo era claro que lo hacía.
Alyssane rodó los ojos, adoptando una expresión de escepticismo mezclado con un destello de comprensión. "Quizá si fueras más amable con ella, dejaría de tratarte como a uno," replicó, sin intentar suavizar la dureza de su respuesta.
Daemon soltó una risa seca y breve, la clase de risa que surge de la ironía. "¿Amable? ¿Acaso yo, Daemon Targaryen, debería ser amable con esa bruja?" Sus ojos, siempre fieros y oscuros, se posaron en su hija con una mezcla de orgullo. "Alyssane, lidiar con tu madre no es precisamente como domar a un dragón. Ella tiene un fuego distinto... uno que no responde a mandatos."
Alyssane le devolvió la mirada, burlona pero afectuosa. "Tal vez si dejaras de verla como a una tonta, sería diferente."
Daemon se quedó en silencio unos instantes, asimilando sus palabras como quien acepta una verdad que preferiría ignorar. No era habitual que alguien, y mucho menos su hija, le hablara con tanta franqueza, pero algo en Alyssane siempre había evocado en él una dulzura que rara vez mostraba. Sonrió levemente, resignado. "¿Quién iba a decir que mi pequeña sería mi voz de la razón?" musitó, y ambos rieron mientras se acercaban a los aposentos de Ceryse.
Al llegar, Daemon no dudó en abrir la puerta con su típico porte impulsivo. Al cruzar el umbral, una escena los recibió: Ceryse, sentada en el suelo con el pequeño Aerion, quien reía mientras jugueteaban con algunos juguetes. La escena era tan íntima y cálida que por un instante Daemon y Alyssane se detuvieron, como si invadir esa paz fuera un sacrilegio.
Ceryse levantó la mirada al oírlos entrar y, al ver a Daemon, su expresión mostró una breve pero clara sorpresa. No era habitual que él la visitara.
Daemon caminó hacia ellos sin dudar, con una sonrisa que, aunque sutil, dejaba ver una ternura que no muchos conocían. Al llegar junto a su hijo, se agachó y extendió los brazos hacia él. "Ven aquí, pequeño dragón," susurró mientras lo alzaba, y Aerion rió, enredando sus manitas en el cuello de su padre.