-Capítulo 6-

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Hoy sábado después de una jornada interminable de entrevistas y búsquedas de trabajo por las vibrantes calles de Nueva York, me dirigía de regreso a mi apartamento con los ánimos por los suelos. Cada rechazo que había recibido se sentía como un peso más en mi mochila, y el bullicio incesante de la ciudad amplificaba mi desánimo. Mientras caminaba, el sol se ocultaba detrás de los imponentes rascacielos, sumiendo las calles en una mezcla de sombras y luces que creaban un ambiente casi surrealista, muy distante de mi estado emocional.

De repente, a la vuelta de la esquina, algo brilló con intensidad. Me detuve en seco al avistar un restaurante que destacaba por su lujo y sofisticación. La entrada estaba adornada con detalles de bronce pulido y grandes ventanales que dejaban entrever una decoración exquisita, con mesas elegantemente dispuestas y un aire de exclusividad que me envolvía. Un cartel colgaba en la puerta, iluminado por la luz dorada de la tarde, que decía: "Se busca mesero. Experiencia no esencial, actitud sí."

El contraste entre la elegancia del lugar y mi propio estado de ánimo era abrumador. Miré el cartel con curiosidad y, aunque no era lo que había estado buscando, algo en mi interior me impulsó a intentarlo. Con las expectativas a cero pero con una chispa de esperanza, decidí entrar.

Al cruzar la puerta, el aroma de comida gourmet y el murmullo de conversaciones sofisticadas me envolvieron como una suave brisa. Un hombre de traje oscuro se acercó a mí con una sonrisa profesional.

-Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarte? -preguntó con amabilidad, mostrando un interés genuino.

-Vi el anuncio en la entrada y estoy interesada en el puesto de mesera -respondí, tratando de que mi voz no temblara, a pesar de los nervios.

El hombre me observó durante un momento, evaluando mi presencia. Luego asintió, como si hubiera tomado una decisión.

-Claro, sígueme. Te presentaré a David, el encargado.

Mientras lo seguía por el restaurante, mi corazón latía con fuerza, resonando en mi pecho. En el pequeño trayecto, intercambiamos nombres. Al llegar a una oficina decorada con gusto y elegancia, el hombre me presentó a un hombre de mediana edad, cuyo porte era autoritario pero a la vez amable.

-David, esta es Nathalie. Ella está interesada en el puesto de mesera -dijo el hombre antes de retirarse.

-Buenas tardes, Nathalie -saludó David, extendiendo la mano con una sonrisa cordial-. ¿Qué te trae por aquí?

-Buenas tardes, señor. Vi el cartel en la entrada y pensé que, aunque no tengo mucha experiencia, podría tener una oportunidad aquí -respondí, intentando proyectar una seguridad que no sentía del todo.

David asintió y se reclinó en su silla, cruzando los brazos con un aire de interés.

-Cuéntame un poco sobre tu experiencia. ¿Has trabajado en un restaurante antes?

Tú y yo contra el mundo {En proceso}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora