-Capítulo 5-

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El sol aún no ha asomado cuando mis ojos se abren. No es el calor del día lo que me despierta, sino la certeza de que el mundo que he forjado exige mi vigilancia constante. A mis 22 años, soy el monarca de un imperio que se extiende más allá de las sombras. Lo he adquirido sin derramar una gota de sangre familiar, pero no sin imponer mi voluntad. Mi hermano mayor, el antiguo líder, vive solo porque yo se lo permito; entendió en el último momento que desafiarme sería su perdición.

Me levanto de mi cama, un santuario de mármol negro adornado con sábanas de seda tan suaves que parecen hechas de la misma oscuridad. Este es mi dominio, un palacio donde cada detalle refleja mi poder y control absoluto.

Mi vestidor es una galería de lujo. Hoy elijo un traje que no solo me viste, sino que me arma. Es un traje negro como la noche más profunda, con botones de oro incrustados que sirven como recordatorio de mi inaccesibilidad. La camisa, blanca como la nieve, destaca mi presencia dominante. Sobre todo, llevo una capa de cuero de cocodrilo negro, con un forro de piel de lobo siberiano, que cae hasta el suelo como una sombra que nunca me abandona.

En mi muñeca izquierda, un reloj de lujo con una esfera de ónix profundo, engastada con diamantes que reflejan cada rayo de luz. Los detalles en oro amarillo añaden un contraste elegante y sutil, haciendo de este reloj una extensión de mi estatus y mi precisión.

En mi dedo índice, llevo un anillo que, aunque sencillo en su diseño, irradia un aura de sofisticación y poder. Hecho de platino pulido, el anillo está adornado con un gran zafiro azul en el centro, que brilla con una profundidad que parece casi hipnótica. El zafiro está rodeado por un halo de diamantes pequeños, que añaden un toque de lujo sin desbordar la elegancia. Este anillo, caro y discreto, es un símbolo de mi estatus y éxito, combinando riqueza con un refinado sentido del estilo.

Me detengo frente al espejo de cuerpo entero, viendo no solo a un hombre, sino a un monarca. Este reflejo es la imagen de la victoria, de la astucia que me permitió tomar el trono de mi hermano sin derramar su sangre, pero no sin dejarle claro quién es el verdadero líder. Un líder que no necesita piedad, porque la piedad es para los débiles, y yo no soy débil.

Bajo las escaleras y me encuentro con Ada, mi nana, la constante en mi vida. Su mirada, una mezcla de orgullo y preocupación, me recuerda que, aunque soy implacable, aún soy humano para algunos pocos. En sus manos, una taza de café negro, fuerte como debe ser todo en mi mundo.

-Buenos días, Alek -me dice Ada, con esa voz que es un eco de un pasado más simple.

-Buenos días-Tomo la taza, dejando que su calor se filtre a través de mi fría resolución.

El desayuno es un festín preparado solo para mí: huevos benedictinos adornados con caviar Almas y una guarnición de trufas negras. Un desayuno que no cualquiera puede tener y disfrutar. Mientras como, reviso mi agenda en un teléfono hecho a medida, con una carcasa de platino y oro incrustados, una extensión de mi poder y mi influencia.

Tú y yo contra el mundo {En proceso}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora