-Capítulo 8-

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Estoy harto

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Estoy harto. Detesto al hombre que se dice llamarse mi padre. El hecho de que haya participado en mi concepción no le da el derecho de controlarme, de hacerme ceder a sus exigencias. Lo odio profundamente.

Estoy en la empresa, subiendo al octavo piso, donde se encuentra mi oficina. Este nivel es un territorio exclusivo; es un sitio solitario, con un pasillo que solo tiene dos puertas. La primera es la oficina de mi secretaria, Clara, y la última, al fondo, la mía. Es casi imposible que alguien llegue aquí sin una invitación previa. Si alguien necesita algo, tiene que ser en la sala de conferencias.

Antes de dirigirme a mi despacho, decido pasar por el de Clara. Al entrar, la veo organizando unos papeles sobre la mesa. Cuando nota mi presencia, levanta la mirada y se recarga sobre el escritorio, ofreciéndome una vista clara de su escote.

—Buenos días, jefe —dice con una voz coqueta, reconociendo quién tiene el control en este lugar.

—Tráeme un café a mi oficina. Y la lista de pendientes para esta semana —digo, directo y sin rodeos, sin perder tiempo.

Cuando entro a mi despacho, me sorprende encontrar a Alicia esperándome allí.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, confundido y en voz baja. Mi tono es bajo, pero siempre cargado de autoridad.

—¿Puedo pasar el resto del día contigo? —me pregunta, con los ojos algo enrojecidos y la voz temblorosa.

—Tienes escuela hoy. No quiero que descuides tus estudios —le respondo con firmeza, sin permitir espacio a la discusión.

—No quiero ir. Hoy hay una actividad en la que tenemos que hacer una obra de teatro, y me toca recitar una poesía. Nuestros padres deberían asistir, pero ya sabes que ellos no van a venir —dice, con la voz quebrándose—. No quiero ser la burla de la escuela.

La miro fijamente. La tristeza en sus ojos me desconcierta. No puedo dejar que la humillen.

—No vas a ser la burla de nadie. Yo iré, y si me hubieras dicho antes, no tendrías que haber pasado por esto —le digo, mirándola con seriedad. Le doy un toque de protección, casi paternal, pero con la frialdad que me caracteriza.

—Despues de la cena que tuvimos, papá me prohibió hablar contigo-dice ella bajando la mirada- Cuando intentaba comunicarme contigo a escondidas, Alexander me encontró y le contó a papá, y papá rompió mi celular y la computadora cuando se enteró que intentaba contactarte —responde, y noto cómo su voz se quiebra aún más. Algunas lágrimas caen por sus mejillas.

—Ven aquí nena —digo, abriendo los brazos para abrazarla. La rodeo, y con el pulgar limpio sus lágrimas—. No llores, ¿sí?

—Vale —responde, entre sollozos, mientras se seca la nariz.

El hecho de que su padre haya roto sus cosas solo refuerza mi furia. No puedo permitir que mi hermana pase por ese tipo de humillación. A la hora que es, tenemos tiempo para prepararnos, pero necesito que Alicia se vea perfecta para esa obra. Es un evento importante, y mi hermana no merece menos que lo mejor.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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