-Capítulo 4-

25 4 47
                                    

Llegué al restaurante alrededor de las 12 de la tarde, justo después de un día que me había dejado exhausta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegué al restaurante alrededor de las 12 de la tarde, justo después de un día que me había dejado exhausta. El sol brillaba intensamente, pero no sentía su calidez; en cambio, el calor del verano hacía que todo se sintiera más pesado. Caminé por la calle con la esperanza de que la tarde en el restaurante sería un poco más tranquila que de costumbre, aunque sabía que era una ilusión.

Al entrar, el aroma de la comida y el café fresco me envolvió, trayendo recuerdos de risas y momentos compartidos. El lugar estaba lleno de esa energía familiar que solíamos tener en las horas pico. Con una sonrisa que trataba de ser genuina, saludé a algunos compañeros de trabajo, esas personas que se habían convertido en parte de mi vida diaria. La rutina de preparar los ingredientes y revisar los pedidos era mi refugio, un modo de mantenerme ocupada y distraerme de lo que me preocupaba. Pero había algo en el aire que me decía que este día iba a ser diferente.

A las 3 de la tarde, mientras servía a los clientes, mi celular sonó. Era un mensaje del Sr. Martínez mi jefe, pidiéndome que pasara por su oficina cuando pudiera. Un nudo se formó en mi estómago. Sabía que su llamado nunca era trivial; siempre era para algo importante, y eso me llenó de inquietud. Intenté concentrarme en el servicio, pero la ansiedad creció en mi pecho como una sombra.

Finalmente, cuando pude hacer una pausa, me dirigí a su oficina, con el corazón latiendo más rápido de lo normal. El pasillo estaba extrañamente silencioso, y el bullicio del restaurante parecía desvanecerse con cada paso que daba. Toqué suavemente la puerta, y al escuchar un "adelante", entré, sintiendo que un peso enorme se posaba sobre mis hombros.

El Sr. Martínez estaba sentado atras de su escritorio, su expresión era seria. Me indicó que tomara asiento, y aunque traté de mantener la calma, no pude evitar que la inquietud se reflejara en mi rostro.

-Gracias por venir, Nathalie -comenzó, y su tono grave resonó en mi interior. -Sé que esto no es fácil y lamento mucho tener que decírtelo en persona.

La tensión en el aire era palpable. Había estado en el restaurante solo seis meses y medi, pero ya había comenzado a sentirme parte de una pequeña familia. Cada momento, cada risa compartida, me llenaba de calidez, y ahora se sentía como si todo estuviera a punto de desmoronarse. El Sr. Martínez respiró hondo, y pude ver la lucha en su mirada, como si cada palabra que iba a pronunciar le costara.

-Como sabes, hemos decidido trasladar el restaurante a Boston -dijo, su voz reflejando un dolor genuino. -Desafortunadamente, no podemos llevarnos a todos nuestros empleados. Esta ha sido una decisión muy difícil, y tengo que informarte que tu posición aquí se verá afectada.

Mis manos se volvieron frías, y una tristeza profunda me invadió. Me quedé en silencio, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La idea de dejar atrás este lugar, que había empezado a considerar un hogar, me parecía desgarradora.

-Quiero que sepas que esto no es por falta de aprecio hacia tu trabajo -continuó el Sr. Martínez, su expresión llena de empatía. -Eres una parte valiosa de nuestro equipo, y realmente desearía poder ofrecerte una posición en Boston, pero las circunstancias simplemente no lo permiten.

Tú y yo contra el mundo {En proceso}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora