Capitulo #14

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~ Picadas ~

Mika se quedó mirando a su madre, sintiendo una punzada de culpa. No podía contarle la verdad, no podía contarle sobre la masa oscura, los insectos, el sótano. No podía contarle que la pesadilla se había colado en la realidad, que ya no era solo un sueño, sino una amenaza terrible.

Su madre, sin darse cuenta de la batalla que libraba en el interior de Mika, le preparó el desayuno. Puso un plato de pan tostado con mermelada y un vaso de leche frente a ella.

—Come algo, Mika —dijo, con una sonrisa que parecía frágil en el aire tenso. —Te hará sentir mejor.

Mika intentó comer, pero la comida le sabía a ceniza, como si algo oscuro y pesado se hubiera mezclado con el pan. No tenía apetito, no podía dejar de pensar en la pesadilla, en la masa oscura, en los insectos.

De repente, un ruido fuerte la sobresaltó. Era el sonido de un golpe seco, como si algo se hubiera estrellado contra la pared.

Mika se levantó de la mesa, su corazón latiéndole con fuerza, como un tambor de guerra.

—¿Qué fue eso? —preguntó, su voz temblorosa, temiendo lo que podrían encontrar.

Su madre se levantó también, su rostro lleno de preocupación, como si un oscuro presentimiento la envolviera.

—No lo sé —dijo, mirando a su alrededor, la inquietud dibujándose en sus rasgos.

Mika sintió que la sensación de miedo se intensificaba, como un veneno que se filtraba en sus venas. Algo no estaba bien.

—¿Y si la masa oscura ha llegado? —pensó, su mente llena de terror, imaginando sombras al acecho en cada rincón.

La sensación de miedo se había intensificado, como si un instinto primitivo le gritara que algo terrible estaba a punto de suceder.

—Mamá, vamos a ver qué fue eso —dijo, su voz temblorosa, la adrenalina corriendo por su cuerpo.

Su madre, con el rostro lleno de preocupación, la siguió de cerca, como si la oscuridad pudiera tragarlas en cualquier momento. Juntos se acercaron a la fuente del ruido: un pequeño cobertizo en el jardín, cuyas paredes parecían susurrar secretos olvidados.

Mika abrió la puerta del cobertizo con cuidado. El olor a humedad y a madera vieja les golpeó las narices, como si el tiempo hubiera detenido su aliento en aquel lugar.

Una rata, asustada por la luz, se movió de un lado a otro, tratando de encontrar una salida.

—Solo era una rata, Mika —dijo su madre, con un suspiro de alivio que sonó casi demasiado optimista. —No te preocupes.

Mika se quedó mirando a su madre, sintiendo una punzada de culpa. No podía contarle la verdad, no podía contarle sobre la masa oscura.

—Come algo, Mika —dijo, con una sonrisa que no lograba iluminar su mirada.

Mika respiró hondo, tratando de calmar su corazón, pero la sensación de miedo seguía ahí, como una sombra que se negaba a desaparecer.

—Mamá, necesito ir a la biblioteca —dijo Mika, buscando una excusa para salir de casa. —Tengo que buscar información para un trabajo.

Su madre asintió, sin sospechar nada.

—Está bien, Mika —dijo, —pero no te tardes.

Mika salió de la casa, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que la pesadilla no había terminado, que la masa oscura seguía ahí fuera, acechando en la oscuridad, esperando el momento perfecto para atacar.

Mientras caminaba hacia la biblioteca, pensó en Sebastián. ¿Qué le había pasado? ¿Estaba él también atrapado en la pesadilla?

Al llegar a la biblioteca, Mika se encontró con Sebastián sentado en una mesa, leyendo un libro. La luz del sol se filtraba por las ventanas, pero parecía incapaz de ahuyentar la inquietud que lo envolvía.

—¡Sebastián! —exclamó Mika, corriendo hacia él, como si su presencia pudiera disipar las sombras.

Sebastián levantó la vista, sus ojos llenos de sorpresa y un atisbo de temor.

—¿Mika? —dijo, con un tono de incredulidad. —Pensé que estabas en la escuela. ¿Estás bien? Por favor, dime que despertaste bien luego de aquella pesadilla.

—No te preocupes por lo de la escuela, mira esto —dijo, enseñando sus piernas con picadas de insecto, cada marca un recordatorio escalofriante de la pesadilla.

Sebastián se levantó asombrado. —Entonces, si nos hacemos daño en la pesadilla, ¿nos haremos en la vida real?

—Sí —dijo Mika, el eco de sus palabras resonando en el aire pesado.

—Eso significa que Nicole y Sarah, como murieron en el sueño, mueren... —no terminó lo que estaba diciendo, el horror alojándose en sus ojos.

—Sí —dijo Mika— Tenemos cosas claras, pero hay algo que debemos averiguar. —Le tiró sus dibujos, que había hecho mientras estaba en la pesadilla, cada trazo una visión perturbadora de lo que habían enfrentado.

—¿Cuál es la verdad? —preguntó Sebastián, su voz casi un susurro. —Aún nos falta por leer el registro.

El peso de la incertidumbre se cernía sobre ellos, como una sombra oscura, mientras se preparaban para desentrañar el misterio que amenazaba con consumirlos.

¿Es una pesadilla o una realidad? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora