Estábamos en el exterior, a apenas unos escasos metros del búnker. El azul del cielo nocturno comenzaba a teñirse de un amarillo anaranjado provocado por los primeros rayos del sol, los rayos del sol al alba, al amanecer; un amanecer lleno de melancolía.
Una leve brisa silbaba una melodía triste mientras Alec aparecía cargando a Lavinia en sus brazos. Caminó a pasos lentos, probablemente, rememorando cada momento vivido con ella —viéndolos por última vez antes de separarse—, hasta llegar donde nosotros, frente a un agujero en la tierra tan profundo como el vacío de su corazón en esos instantes.
Junto a Jaxsen, bajaron el cuerpo, tumbándolo allí al fondo. Tras ello, cogieron las mismas palas que habían utilizado para cavar la tumba y devolvieron la tierra a su lugar, enterrando a la chica a metros bajo nuestros pies.
Mientras el chico del cabello azabache se separaba, Alec, con suma delicadeza, depositó sobre la arena amontonada un ramo de flores blancas, un blanco verdaderamente puro. Creo que todos escuchamos su suspiro entrecortado, indicador del inicio de un llanto inminente, cuando las soltó.
—Los lirios eran sus flores favoritas. Decía que eran tan bonitos como nuestro amor —casi susurró—. A mí siempre me han recordado a ella. Para mí, los lirios tienen el mismo brillo que tenía Lavinia, su tacto es suave como lo era su piel y su color es puro como su corazón, pese a que vosotros digáis lo contrario. Y, aunque todas las flores son bonitas, ninguna se compara al lirio; a mi Lavinia.
Por mucho que lo pareciera, aquellas palabras no iban dirigidas a nosotros, sino a Lavi. Le estaba hablando de lo hermosa que era como si todavía siguiera con él. Sentí una presión en el pecho; de nuevo, sentí como si el corazón se me encogiera, como si se hiciera pequeño, tratando de desaparecer por no poder soportar la culpa.
El chico siguió con su discurso de despedida, sin molestarse a ocultar las lágrimas, que se deslizaban por sus mejillas como el agua en las cascadas. Miré al resto. Estaban contemplando la escena igual que yo, pero nadie más lloraba. No entendí cómo podían tener esa fuerza para aguantar las lágrimas —o para no tener lágrimas que derramar siquiera— después de la muerte de una amiga tan sumamente cercana a ellos. Yo no fui capaz de hacer el corazón de piedra y no llorar, así que lloré. Lloré como había estado llorando desde que vi el disparo en su pecho.
Alec se separó por fin del suelo, tras besar su mano y posarla sobre la tumba. Dio un paso atrás y se colocó igual que nosotros, contemplando, unos últimos instantes, el lugar donde yacía el cuerpo de Lavinia. Dedicándole un último adiós.
Dahlia, a mi lado, silbó una melodía, cortando el silencio sepulcral y frío que nos acompañaba. La miré, extrañada, y mi ceño fruncido se acentuó cuando Chen puso una mueca de fastidio al oír los silbidos de la chica.
—Por el amor de Dios, Dahlia, si vas a estar dándonos la tabarra con la cancioncita, por lo menos sílbala toda y no te cortes en la mejor parte —le imploró, mascullando bajito para que no se enteraran todos.
—¿Qué canción es? —curioseé.
—Es la parte llamada Scene de El Lago de los Cisnes, un ballet reconocido mundialmente. Y Dahlia está dejando de silbar la melodía en el icónico cambio de ritmo del Cisne Negro —me explicó el chico, mirando a Dahlia, molesto.
—Tal vez, no sabe cómo continúa, ¿no? —propuse.
Chen soltó una carcajada.
—La única aquí que no sabe cómo continúa eres tú, preciosa.
Puse una mueca y volví a mirar a Dahlia, que tenía una pequeña sonrisa misteriosa en el rostro. Antes de que yo hablara, lo hizo ella y, como si me hubiera leído los pensamientos, respondió a lo que iba a preguntarle.
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OBLIVION
Science Fiction¿Y si existiera un lugar donde todas las mentiras se desvanecen? Oblivion, lo llaman, y encontrarlo es lo que más desea un pequeño grupo de rebeldes que reside en la irónica Unión. Movidos por el sentimiento de odio y traición provocado por sus prop...