—¡Más fuerte, Nix, vamos! —exclamó Jaxsen, señalando el saco de boxeo que debía golpear.
Me pasé el dorso de la mano por la frente, quitándome el sudor.
—Para ti es muy fácil decirlo, ¡tú estás fuerte y entrenado, yo solo soy una chica delgaducha sin una mínima idea de cómo luchar!
—Déjate de excusas y golpea el puñetero saco más fuerte —contestó, mirándome con seriedad.
Refubé y volví a golpearlo, con la máxima fuerza que pude, teniendo en cuenta mi cansancio. Lo que significa que fue un golpe flojo, como los demás.
—Esto es una mierda, dar puñetazos no es lo mío —me quejé, y miré a Jaxsen—. ¿Para qué tengo que aprender a boxear si tenemos armas?
Comprobé cómo una de sus cejas negras se alzaba, retante.
—Muy bien —soltó, y se acercó a mí. Sacó su pistola y me la entregó. Miré su mano tendida, con el ceño fruncido—. Cógela —insistió.
Tras unos segundos, la agarré con cierta desconfianza.
—¿Qué hago con esto?
—Apúntame.
Abrí mucho los ojos, patidifusa.
—¿Que te apunte?
—Sí, Nix, apúntame con la pistola, vamos.
Hice lo que me pidió, sin saber adónde quería llegar con aquello. Vi cómo alzaba las manos sobre su pecho y me mantenía su mirada grisácea. No sabía qué tramaba, pero inmediatamente agarré la culata con más firmeza. De un momento a otro, las manos de Jaxsen se movieron de manera rápida, tirando el arma al suelo. Me agarró de un brazo y me lo puso detrás de la espalda; me dio un golpe por detrás de la rodilla, provocando que me cayese al suelo prácticamente de morros. Todavía agarrándome, se colocó encima de mí y de una manera estratégica para evitar que me escabullera.
—¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! —chillé, intentando moverme.
—Te he derribado sin un arma, y, ahora que tú no tienes una, no sabes defenderte —contestó, juntando sus piernas a mi cuerpo para inmovilizarme todavía más.
—Aunque supiera dar buenos puñetazos, Jaxsen, en esta posición me sería inútil —refuté.
Él resopló. Me soltó el brazo y, en un movimiento ágil, me giró. Me agarró ambas muñecas y las colocó por encima de mi cabeza.
—Bien, Nix, cuando te suelte las muñecas, intentarás liberarte de mí, a ver si entonces empiezas a creer que dar buenos puñetazos es importante —me informó.
Enseguida, me soltó, e intenté lanzarle un puñetazo en la cara para aturdirlo, sin embargo, lo esquivó con facilidad. Le di un empujón en el pecho para intentar apartarlo, pero ni se inmutó. Traté de cogerle las manos como él había hecho conmigo, pero fue inútil, porque no se dejó. Al final, ya cansada de intentar escaparme, eché la cabeza hacia atrás hasta apoyarla en el suelo y suspiré con frustración.
—¡Joder! —me exasperé.
—¿Sigues creyendo que tener un arma te liberará de una situación así?
Rodé los ojos. Me daba demasiada rabia tener que darle la razón.
—No —mascullé.
—Bien. —Se levantó y me ofreció su mano para ayudarme a mí, la cual no acepté y me levanté yo solita. —Entonces, sigue golpeando el saco, y esta vez hazlo con más ganas.
Acaté su orden con resquemor. Seguí dándole golpes a ese estúpido saco hasta que a él le pareció suficiente y, después, me obligó a correr sobre una cinta de correr durante media hora. Tras aquel entrenamiento, acabé muerta. Mi cuerpo no estaba acostumbrado a hacer ejercicio, eso estaba claro.
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OBLIVION
Ficção Científica¿Y si existiera un lugar donde todas las mentiras se desvanecen? Oblivion, lo llaman, y encontrarlo es lo que más desea un pequeño grupo de rebeldes que reside en la irónica Unión. Movidos por el sentimiento de odio y traición provocado por sus prop...