Fui a la sala de ordenadores y, como era de esperar, me topé con Malena, que se encontraba con la cabeza recostada sobre el escritorio, como si se hubiese quedado dormida. Pero no estaba durmiendo, estaba mirando algo en su ordenador. Cuando me acerqué más, pude comprobar que era un vídeo donde aparecía Zeta, que ahora estaba muerta, al igual que Lavinia.
—¿Mal? —la llamé, desde unos metros de distancia. Enseguida pausó el vídeo y se giró hacia mí. Tenía la cara enrojecida, como si hubiera llorado.
—¿Qué quieres? —espetó. Tal vez no había venido en un buen momento.
—Siento interrumpir —me disculpé de antemano—, pero quería pedirte si me podrías responder a una cuestión.
Rodó los ojos y se giró de nuevo, dándome la espalda.
—Pregúntaselo a otro, a mí no me molestes con chorradas.
Fruncí el ceño, ofendida.
—Los otros no están en la sala de ordenadores, y yo necesito una imagen —contesté, cruzándome de brazos y cambiando el tono a uno más serio y cortante.
Escuché cómo bufaba, refunfuñando.
—Dime qué buscas, rapidito, no quiero perder más tiempo del necesario.
Me acerqué a ella.
—¿Qué y cómo es una lechuza? —pregunté. «Traed a la lechuza», ponía en la carta de los mutilados, y yo seguía sin saber qué clase de ser era. Podía imaginarme de todo, como un monstruo gigante con garras y ojos feroces.
Alzó una de sus cejas.
—¿Una lechuza? —quiso asegurarse. Asentí—. Son unas aves nocturnas similares a los búhos.
—¿Y qué es un búho? —insistí, tampoco tenía ni idea de cómo era ese animal.
Mal puso los ojos en blanco, implorando paciencia, y se puso a buscar algo en el ordenador. Después, señaló la pantalla.
—Esto es una lechuza, ¿contenta?
Me acerqué más a la pantalla, apreciando la foto del ave que tenía frente a mí. Me generó una sensación de inseguridad en el cuerpo, el animal me miraba a través del ordenador con sus ojos del negro más oscuro en su rostro con la forma de una manzana cuando la cortas por la mitad. Tenía la cabeza casi a noventa grados, como si se hubiera partido el cuello y se hubiera quedado colgando, muerta. Su plumaje era de tonos marrones y blancos, y su pico, pequeño pero afilado y delgado. Era un animal bello, pero con una belleza inquietante; me transmitía la misma sensación que encontrarte a alguna niña pequeña, de ojos oscuros y cabellos casi albinos, en mitad de la noche en una calle desierta. En ambos casos, era patente un aspecto inocente y atemorizante a la vez.
—¿Son peligrosas? —inquirí.
Malena me echó una mirada de desprecio, como si fuera estúpida.
—Jamás he oído que alguien haya sufrido un ataque de lechuza.
—¿Y dónde viven?
Comprobé cómo apretaba la mandíbula y apartaba la mirada.
—En el bosque —masculló.
—¿Eso quiere decir que podríamos habernos encontrado con una cuando vinimos hacia aquí? Al igual que nos cruzamos con el cervatillo —pregunté, alzando mis cejas, asombrada.
Antes de contestarme, soltó una especie de risotada repleta de desdén y amargura.
—El cervatillo... —murmuró—. Con ese estúpido animal sí que hiciste lo posible por mantenerlo con vida, pero después fuiste incapaz de disparar al androide que estaba por atravesar a Zeta con un cuchillo. Tú y todos los demás dejasteis que muriera como si no fuera nada —espetó, con un tono más rudo del que solía adoptar su voz.
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OBLIVION
Science Fiction¿Y si existiera un lugar donde todas las mentiras se desvanecen? Oblivion, lo llaman, y encontrarlo es lo que más desea un pequeño grupo de rebeldes que reside en la irónica Unión. Movidos por el sentimiento de odio y traición provocado por sus prop...