Cuatro: Pecador

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Tom salió caminando de aquella parroquia luego de quedarse dos horas esperando al padre Milller para darle las llaves del templo.

Cuando el sacerdote llegó, lo felicitó por el gran trabajo que habían hecho y luego lo dejó volver a su hogar.

Tuvo que volver a su salón y tomar su mochila pero no fue un problema.

Así que ahora mismo se encontraba caminando por las solitarias calles de su ciudad. Su reloj de mano marcaba las tres de la tarde así que era obvio que ni un alma pasaría por las calles en el horario de la siesta.

Porque la siesta es sagrada.

Tenía puesta su mirada en el suelo aunque a veces miraba el camino para no llevarse nada ni a nadie por delante.

Estaba sumido en sus pensamientos sobre todo lo sucedido.

No mentiría, fue un día de mierda.

Pero siempre agradecía al señor por estar vivo un día más.

Hubo momentos en los que se desconoció por completo. El no era de actuar de forma violenta, pero aquel chico ahora con nombre lo sacaba de sus casillas. Estuvo a nada de golpearlo pero agradece que puede controlarse. Porque sino hubiera acabado muy mal.

Y debe admitir que la amenaza que el pelinegro le dio no lo asustó en lo más mínimo.

Bill era mucho más chico que él y no le llegaba a los talones. Pensaba Tom.

Pero si estaba intrigado en las palabras que el pelinegro le había dicho. No podía sacarse de la mente la curiosidad de saber qué rayos le pasaba a Bill en su casa -o en su mente-, como para decirle todo eso.

Y lo que también le extrañaba es que en todos los años que sus vecinos habían vivido en su vecindario nunca vio a Bill. Ni una sola vez.

"Tal vez se la pasa encerrado en su habitación."

Pensó. Seguro era eso.

Tan sumergido estaba en sus propias preguntas y respuestas que no vio cuando chocó contra algo.

Su peso corporal lo hizo caer directamente hacia el frío pavimento provocando que su mentón chocara contra este de una forma tan fuerte que en cuestión de segundos sintió aquella zona arder. Y sus codos no estaban muy lejos ya que no llego a sostenerse por lo cual también se raspó esa zona.

Y no solo sintió dolor recorrer por todo su cuerpo.

Sino que también escuchó una fuerte risa que reconocería perfectamente y comenzaba a fastidiarlo.

Como pudo se levantó apoyando sus manos en el cemento para luego levantarse por completo notando a ese muchacho descostillándose de la risa con su par de ojos marrones llenos de lágrimas por culpa de su interminable risotada.

-¿Fuiste tú? -espetó Tom en un tono de voz bastante alto mirando como el pelinegro hacía un gran esfuerzo por dejar de reírse.

Y cuando por fin terminó, hablo.

-Creo que se me resbaló el pie. -explicó Bill entre leves risitas sobándose su estómago ya que este le dolía de tanta risa.

Efectivamente, le había puesto el pie.

-No es divertido, Bill. -dijo entre quejidos. Pasó su manó por el mentón sintiendo como este ardía peor que el mismísimo infierno y notó como sus dedos estaban manchados de sangre.

-Ay, que amargado eres, Tom. -se burló el contrario mientras tiraba el cigarrillo al suelo, pisándolo. Vamos, te llevaré a mi casa así te curo y luego dejas de llorar como una niña, ¿te parece? -propuso con una sonrisa burlona.

𝙍𝙚𝙡𝙞𝙜𝙞𝙤𝙪𝙨 𝙗𝙤𝙮✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora